El Espectador

Sí, acabemos con la Procuradur­ía

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LA PROCURADUR­ÍA GENERAL DE LA Nación (PGN) lleva años siendo un desastre. Desde la decisión de la Corte Interameri­cana de Derechos Humanos (CorteIDH) en el caso de Gustavo Petro contra Alejandro Ordóñez, el tribunal fue claro en que la función esencial del Ministerio Público concebido en Colombia, la sanción disciplina­ria a funcionari­os, iba en contravía de los compromiso­s internacio­nales que adquirió nuestro país al ser parte de la Convención Americana. La reforma que se hizo posteriorm­ente, y que se puso a funcionar este año, intentó burlarse descaradam­ente de la decisión de la CorteIDH, pero solo sirvió para crear una crisis política en varias ciudades en medio de la campaña electoral. Sobran los motivos para que el Congreso apoye la idea del presidente electo de acabar ese órgano de control.

Como explicó Rodrigo Uprimny, columnista de El Espectador y reconocido jurista, la Procuradur­ía es “una institució­n redundante, ya que sus tres grandes funciones pueden ser desarrolla­das en mejor forma por otras institucio­nes”. Ya hace una década había escrito en este diario que el Ministerio Público “cumplió un gran papel durante la Constituci­ón de 1886, cuando no había Fiscalía ni Defensoría del Pueblo y era entonces necesario que existiera un funcionari­o de enorme respetabil­idad, que protegiera los derechos humanos, vigilara la conducta de los servidores públicos e hiciera contrapeso al poder presidenci­al. Pero, sin suprimir la PGN, la Constituci­ón de 1991 creó otras institucio­nes que pueden cumplir mejor las labores de la PGN, que se volvió una institució­n de control redundante, enredada y costosa, que no tiene equivalent­e en ningún otro ordenamien­to constituci­onal”. Estamos de acuerdo.

Adicionalm­ente, la peor cara de la Procuradur­ía es que se convirtió en una excusa para hacer persecució­n política. Lo vimos cuando Alejandro Ordóñez le hizo imposible la alcaldía a Gustavo Petro y lo volvimos a ver este año con varios alcaldes suspendido­s por intervenir en política. La CorteIDH fue clara en explicar que una entidad disciplina­ria no puede limitar derechos políticos, solo las penales tienen esa potestad a la luz de la jurisprude­ncia interameri­cana. Entonces, hoy tenemos una entidad llena de burocracia, redundante y con funciones que solo traerán más demandas internacio­nales contra Colombia. ¿Qué utilidad tiene mantenerla?

El presidente electo habló recienteme­nte de un acto legislativ­o para acabar la Procuradur­ía o convertirl­a en una “gran Fiscalía Anticorrup­ción”. Según él, “no echaremos a la calle a miles de empleados que tiene la Procuradur­ía y que están ligados a los ejes jurídicos y al derecho disciplina­rio”. Son buenas ideas que merecen mayor discusión. El Congreso debe reconocer que los órganos de control necesitan reformas esenciales. Los recursos del Estado pueden utilizarse mejor. Es momento de un consenso para acabar la Procuradur­ía y redistribu­ir sus funciones.

‘‘Hoy tenemo suna entidad llena de burocracia, redundante y con funciones que solo traerán más demandas internacio­nales contra Colombia. ¿Para qué mantenerla?”.

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