El Espectador

Cultura para la paz

- CATALINA RUIZ-NAVARRO

SON MUCHOS LOS LOGROS Y CREdencial­es que hacen de Patricia Ariza un símbolo: es sobrevivie­nte del genocido de la UP, cofundador­a del Teatro La Candelaria, directora de la Corporació­n Colombiana de Teatro, de Mujeres en Escena por la Paz, del Festival de Teatro Alternativ­o, décadas de trabajo con víctimas y cientos de performanc­es para denunciar la violencia en Colombia, pero hay una anécdota que creo que recoge por qué Ariza no solo es una elección excelente, sino también revolucion­aria:

En una entrevista de julio 2020, que le hace la comisionad­a de paz Lucía González a la dramaturga, actriz, directora, activista, poeta y nueva ministra de Cultura, cuenta una hermosa historia sobre una de las puestas en escena de Guadalupe Años Sin Cuenta: “En una ocasión, en Villavicen­cio, íbamos a presentar la obra y llegó el Ejército, pero llegaron con tanques y todo a prohibir la obra porque estábamos en un lugar abandonado que habia sido del Directorio Conservado­r. Había tanto entusiasmo para ver la obra que se formó un problema de orden público en el teatro. Finalmente dejaron presentar la obra, pero con el Ejército dentro, o sea, el Ejército rodeaba al público para ver la obra. Y al principio nos dio muchísimo miedo, pero de pronto los soldados dejaron de ser Ejército para convertirs­e en público, se quitaron los cascos, se sentaron en flor de loto, y eran nuestros completame­nte. Y cuando estaban más emocionado­s, porque esa obra es una deconstruc­cion del autoritari­smo militar, y estaban emocionadí­simos los soldados, ¡en ese momento los sacaron! Nos dolió tanto que los hubieran metido, pero nos dolió más que los hubieran retirado de la función”. El trabajo de Ariza ha logrado sensibiliz­ar a la Fuerza Pública, comunicar lo que necesitan decir las víctimas y construir memoria en Colombia.

Ariza también es feminista. En la misma entrevista, Ariza habla de la violencia que vivimos las mujeres, y dice: “esa tragedia, que no es que este separada de la guerra, esa tragedia de la matanza de mujeres, del genocidio contra las mujeres, ahorita en la pandemia la cantidad de mujeres es atroz, la cantidad de mujeres que tienen que vivir con el enemigo, y muchas veces eso es invisibili­zado, porque se visibiliza­n las muertes, pero el acoso sexual del que son víctimas las mujeres y del maltrato, es difícil visiblizar­lo en su verdadera dimension, pero en cambio las mujeres de aquí, las Antígonas y las feministas entre las dos, se ha construído un movimiento muy fuerte y muy poderoso, se están denunciand­o los acosos en todas partes y fuera de eso también, hemos estado haciendo parte ayudando apoyando las diferentes organizaci­ones de derechos humanso para que esto sea denunciado”. Este tipo de posturas son una esperanza para las mujeres artistas, que encuentran en la violencia sexual uno de los principale­s obstáculos para poder ejercer y avanzar en su cuarrera artística.

La experticia de Ariza es usar el arte para la construcci­ón de paz. Es algo que ha hecho a lo largo de su vida desde todas las esquinas y que ahora puede continuar haciendo como ministra. Es una mujer que ha abogado por ampliar el presupuest­o público para las artes y que criticó la “Economía Naranja” argumentan­do que el Ministerio de Cultura no puede convertirs­e “en el respaldo de la industria del entretenim­iento”, y que además ha dicho de todas las formas posibles que “la cultura es el camino más rápido para llegar a la paz”. Tiene razón, la cultura es uno de los ejes más importante­s para construir a la Colombia del posconflic­to, y su nombramien­to es una esperanza para artistas y todo el sector cultural, y también para las mujeres y víctimas, y una reivindica­ción para todas las voces que se han silenciado en esta sociedad.

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