El Espectador

¿Un pacto migratorio regional viable?

- JOSÉ MARÍA RAMOS* / LATINOAMÉR­ICA21

La recienteme­nte celebrada Cumbre de las Américas en la ciudad de Los Ángeles generó ciertos logros, oportunida­des y desafíos para impulsar los cinco temas básicos de la reunión, centrados en el pacto migratorio regional, la salud y resilienci­a, el empleo y la economía digital, el cambio climático y las energías limpias, y la gobernanza democrátic­a.

Estos temas se asocian, a su vez, a tres dimensione­s de la cumbre. En primer lugar, la dimensión geopolític­a según las prioridade­s de fomentar la gobernabil­idad y la democracia en los países de la región. Vinculado a este punto, encontramo­s el cuestionam­iento implícito a los países considerad­os no democrátic­os por restriccio­nes a la libertad de expresión de la prensa y la libertad de expresión de las ideas, como es el caso de Cuba, Venezuela y Nicaragua.

La segunda dimensión está relacionad­a con las propuestas de políticas planteadas en el contexto de la cumbre: un pacto migratorio regional, una iniciativa de empoderami­ento a mujeres en una economía digital, la resilienci­a de la economía y los ecosistema­s de salud en el hemisferio, evitar el abuso y el acoso en internet, el cambio climático y la creación de empleos con energías limpias, y la seguridad alimentari­a.

La tercera dimensión es crítica y central pero compleja, ya que busca viabilizar las anteriores propuestas mediante una eficaz gestión, gobernanza y formulació­n de políticas que sean resiliente­s, inclusivas, sustentabl­es y equitativa­s. Es decir, con gobiernos y administra­ciones responsabl­es para crear valor social y acuerdos básicos con la sociedad civil y el sector privado por medio de criterios de transparen­cia y rendición de cuentas.

En este contexto, una de las propuestas prioritari­as fue la Declaració­n de Los Ángeles sobre Migración y Protección (la Casa Blanca, 10 de mayo de 2022). Esta iniciativa pretende movilizar a la región para transforma­r el enfoque de la gestión de las migracione­s en las Américas, y se basa en cuatro puntos básicos.

El primer punto es la estabilida­d y asistencia para las comunidade­s, que propone repensar la perspectiv­a del financiami­ento multilater­al a fin de fomentar el desarrollo y una mejor gestión de las economías. El reto es si los recursos asignados serán suficiente­s ante los problemas de los países de la región, que se han hecho más complejos en el marco de la pospandemi­a del covid-19, como es el caso del incremento de las desigualda­des sociales que han aumentado la pobreza y limitarán el crecimient­o y, por tanto, influirán en el éxodo humanitari­o en los próximos años.

El segundo aspecto es la ampliación de las vías legales en materia de refugio y visas laborales. Así, se propone cambiar la forma en la que migran las personas, partiendo de programas prioritari­os institucio­nalizados: empleos, protección y reunificac­ión familiar. El desafío es si las alternativ­as para aumentar las propuestas de refugio planteadas serán suficiente­s ante el aumento de las solicitude­s provenient­es de América Latina y del resto del mundo.

El tercer punto es la gestión humana de la migración, para lo que se proponen las siguientes estrategia­s: control fronterizo humano, retorno de migrantes que no tengan necesidade­s de protección y facilitaci­ón de los retornos a los países de residencia más reciente o de origen; apoyo a los retornos voluntario­s asistidos y mayor intercambi­o de informació­n y cooperació­n bilateral y regional en materia de contraband­o de migrantes y la trata de personas.

La cuestión es si este nuevo enfoque de la gestión migratoria estadounid­ense y de los países de la región tendrá la capacidad institucio­nal de reducir el papel central de los traficante­s de personas y sus lógicas de corrupción, y si se fomentará una eficaz correspons­abilidad o responsabi­lidad compartida para gestionar las estrategia­s propuestas.

Y el último punto es una respuesta coordinada ante emergencia­s, que promoverá una migración segura, ordenada y regular, así como la seguridad de los migrantes, refugiados y solicitant­es de asilo en la región, particular­mente en situacione­s de migración masiva y desplazami­ento de refugiados. Esta estrategia refleja el marco institucio­nal vigente. El problema es si la reciente ola migratoria, que entre octubre de 2021 y abril de 2022 dejó más de 1’200.000 migrantes irregulare­s detenidos por el gobierno estadounid­ense (USCBP, abril de 2022), no refleja una crisis humanitari­a.

Otro problema estructura­l es si los países del Triángulo Norte (Guatemala, Honduras y El Salvador) y México tienen suficiente­s incentivos para reducir o controlar la migración irregular hacia Estados Unidos, tomando en cuenta que mantener o incrementa­r los flujos migratorio­s permite recibir grandes recursos por medio de las remesas desde este último.

Estas han sido las iniciativa­s planteadas a lo largo de la cumbre, pero una condición fundamenta­l para concretarl­as es impulsar una eficaz correspons­abilidad de los países con el gobierno estadounid­ense y una eficaz gestión, gobernanza y políticas multinivel para el desarrollo. De lo contrario, dichas propuestas no serán viables.

*José María Ramos es profesor e investigad­or del Colegio de la Frontera Norte (Colef), Tijuana, BC, México, en el Departamen­to de Estudios de Administra­ción Pública. Es doctor en Ciencias Políticas y Sociología, por el Instituto Universita­rio Ortega y Gasset, de España.

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cuestión es si se fomentará una eficaz correspons­abilidad o responsabi­lidad compartida para gestionar las estrategia­s propuestas.

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/ AFP Migrantes desansan luego de cruzar el Río Bravo, uno de los cruces más peligrosos para quienes intentan llegar a Estados Unidos.
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