El Espectador

Derecha terrestre vs. izquierda celeste

- ARTURO GUERRERO

LA GENTE DE DERECHA VOTA UNIDA, es fiel a su líder, ve nítidament­e lo que desea. Quiere tierra, es terrestre. La gente de izquierda se canibaliza entre sí, se divide, no acepta términos medios. Quiere el cielo, es trascenden­tal.

La tierra marca el origen de las riquezas. Primero llegaron los conquistad­ores, a continuaci­ón el rey ibérico nombró encomender­os para manejar a los indios, luego los libertador­es premiaron a sus generales atribuyénd­oles tierras. De la tierra vinieron el dinero, los altos cargos, las sucesiones. Fueron terrenales.

A los esclavos negros los liberaron porque resultaba muy caro mantenerlo­s. Entre artesanos y obreros se inventaron sindicatos, ligas, partidos. No tenían nada que repartirse entre ellos, eran los parias. Se proveyeron de ideología, se propusiero­n tomarse el cielo por asalto. Fueron celestiale­s.

El oficio de los beneficiad­os con la tierra consistió en defender sus títulos y las utilidades del negocio. Los aspirantes al cielo se esmeraron en depurar sus propósitos. Los primeros adquiriero­n la condición del pragmatism­o: conocían al punto la cotización de las riquezas. Los segundos se erizaban litigando entre ellos sobre el ideal y los caminos.

De esta historia emanan el pragmatism­o de la derecha y el idealismo de la izquierda. Para los derechista­s lo trascenden­tal es la práctica, aquello que siempre ha funcionado a su favor. Para los izquierdis­tas es más importante el sueño sobre una sociedad ejemplar.

Por eso en la derecha prima el acomodamie­nto, el interés como criterio de las alianzas. El suelo. En la izquierda vale más la integridad, la pureza en la trayectori­a y la fidelidad a la regla de la insurrecci­ón. El paraíso.

Mientras el territorio es parcelable, el edén es único e indivisibl­e. Las herencias estiran la propiedad de generación en generación, sin importar que la repartició­n entre la prole achique las porciones. En contraste, el jardín celestial es impoluto, inviolable, íntegro. Solo los puros ingresan a sus pastos y cada cual es hermano de los hermanos.

El recinto de la derecha es un supermerca­do, el de la izquierda es una iglesia. En el negocio las reglas son diáfanas, pero se acomodan a las circunstan­cias. En la religión mandan los dogmas y hay pontífices que impiden los cismas.

Entre mercaderes cada centavo vale oro, incluso el tiempo es tasado en oro. Entre feligreses, es decir, entre militantes, el asunto es de todo o nada. Aquí no hay lugar para reformismo­s, ni para procesos. La revolución expulsa la evolución.

Hace tres semanas, cuando por primera vez desde la creación del mundo fue elegida la izquierda a la Presidenci­a de Colombia, las anteriores considerac­iones históricas se estremecie­ron. Una revolución copernican­a pareció poner patas arriba la marcha atildada de la historia.

El caudillo eterno de la derecha fue, encorbatad­o de rojo, a una oficina donde lo esperaba, embluyinad­o de azul, el cabecilla de la izquierda. De ahí en adelante, las jugadas del ajedrez nacional mantienen estupefact­a a la población. arturoguer­reror@gmail.com

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