Derecha terrestre vs. izquierda celeste
LA GENTE DE DERECHA VOTA UNIDA, es fiel a su líder, ve nítidamente lo que desea. Quiere tierra, es terrestre. La gente de izquierda se canibaliza entre sí, se divide, no acepta términos medios. Quiere el cielo, es trascendental.
La tierra marca el origen de las riquezas. Primero llegaron los conquistadores, a continuación el rey ibérico nombró encomenderos para manejar a los indios, luego los libertadores premiaron a sus generales atribuyéndoles tierras. De la tierra vinieron el dinero, los altos cargos, las sucesiones. Fueron terrenales.
A los esclavos negros los liberaron porque resultaba muy caro mantenerlos. Entre artesanos y obreros se inventaron sindicatos, ligas, partidos. No tenían nada que repartirse entre ellos, eran los parias. Se proveyeron de ideología, se propusieron tomarse el cielo por asalto. Fueron celestiales.
El oficio de los beneficiados con la tierra consistió en defender sus títulos y las utilidades del negocio. Los aspirantes al cielo se esmeraron en depurar sus propósitos. Los primeros adquirieron la condición del pragmatismo: conocían al punto la cotización de las riquezas. Los segundos se erizaban litigando entre ellos sobre el ideal y los caminos.
De esta historia emanan el pragmatismo de la derecha y el idealismo de la izquierda. Para los derechistas lo trascendental es la práctica, aquello que siempre ha funcionado a su favor. Para los izquierdistas es más importante el sueño sobre una sociedad ejemplar.
Por eso en la derecha prima el acomodamiento, el interés como criterio de las alianzas. El suelo. En la izquierda vale más la integridad, la pureza en la trayectoria y la fidelidad a la regla de la insurrección. El paraíso.
Mientras el territorio es parcelable, el edén es único e indivisible. Las herencias estiran la propiedad de generación en generación, sin importar que la repartición entre la prole achique las porciones. En contraste, el jardín celestial es impoluto, inviolable, íntegro. Solo los puros ingresan a sus pastos y cada cual es hermano de los hermanos.
El recinto de la derecha es un supermercado, el de la izquierda es una iglesia. En el negocio las reglas son diáfanas, pero se acomodan a las circunstancias. En la religión mandan los dogmas y hay pontífices que impiden los cismas.
Entre mercaderes cada centavo vale oro, incluso el tiempo es tasado en oro. Entre feligreses, es decir, entre militantes, el asunto es de todo o nada. Aquí no hay lugar para reformismos, ni para procesos. La revolución expulsa la evolución.
Hace tres semanas, cuando por primera vez desde la creación del mundo fue elegida la izquierda a la Presidencia de Colombia, las anteriores consideraciones históricas se estremecieron. Una revolución copernicana pareció poner patas arriba la marcha atildada de la historia.
El caudillo eterno de la derecha fue, encorbatado de rojo, a una oficina donde lo esperaba, embluyinado de azul, el cabecilla de la izquierda. De ahí en adelante, las jugadas del ajedrez nacional mantienen estupefacta a la población. arturoguerreror@gmail.com