El Espectador

Tributaria, el primer obstáculo

Gustavo Petro se la juega con una reforma tributaria desgastant­e.

- RODRIGO PARDO ESPECIAL PARA EL ESPECTADOR @RPardoGP

malice a los trabajador­es e intervenga los determinan­tes sociales de la salud”, señaló en abril de 2021. Incluso, Alejandro Gaviria, quien será su compañero de gabinete en la cartera de Educación, se ha mostrado contrario a sus posturas. Siendo así, es fácil advertir desde ya una tensión entre los dos en los futuros consejos de ministros.

Lo cierto es que la turbulenci­a que viene generando cada anuncio de Petro o de quienes serán sus ministros se explica por la incertidum­bre de varios sectores sobre su gobierno. A pesar de que algunas propuestas o designacio­nes son más que normales, se ha hecho mucho eco de cada decisión. Eso sin contar que aún faltan nombramien­tos cruciales, como la persona que tomará las riendas del Ministerio de Defensa y, en general, cómo será el empalme con las Fuerzas Armadas. “Eso definirá en buen parte la transición tranquila o no tan tranquila que se haga”, señala Mauricio Velásquez, profesor de la Escuela de Gobierno de los Andes, para quien los mensajes que se envíen desde ahora hasta el 7 de agosto serán claves para tratar de descifrar los primeros cien días del nuevo mandato. Desde su óptica, un error evidente es que cada ministro o integrante del empalme

“está mandando sus propias señales” y no se está construyen­do “una narrativa de gobierno”.

Una considerac­ión similar menciona Nadia Pérez, del Instituto de Estudios Políticos de la UNAB, quien cree que se han enviado algunos mensajes contradict­orios, que se explican en que este será un gobierno de coalición. “No es algo partidista. Es un río revuelto y hay mensajes que no ha dado Petro que se están dando por sentados”. El ambiente agitado, según la analista, radica en que Petro “incomoda a muchos sectores y cualquier anuncio se va a engrandece­r”, pero lo que en realidad marcará el devenir de su gobierno serán los mensajes que se den a partir de la posesión del Congreso y los proyectos que radique la nueva bancada oficialist­a. “En los primeros cien días, lo más importante es que el Gobierno tenga un mensaje simple, que pueda comunicar a la ciudadanía y que tenga el corazón de las grandes reformas con las que va a lanzarse”, destaca Velásquez. Ambos analistas concluyen que, más allá de los anuncios de estos días, los mensajes de este tramo deben obedecer al espíritu reformista. Es decir, explicando de forma detallada la razón de ser de cada proyecto que se radique a partir del 20 de julio.

Las reformas tributaria­s son parte del diario vivir en Colombia. Sería difícil encontrar un gobierno que no pase por los tiempos tormentoso­s de llegar al Congreso con un proyecto subiendo los impuestos de alguna forma, para asegurar los recursos que requiere su plan de acción. Y suelen llevar consigo un desgaste notable para los mandatario­s de turno. Por eso lució tan curioso que las primeras movidas de Gustavo Petro como presidente electo estuvieron dirigidas a hacer viable “su” reforma. Como si en lugar de consolidar la luna de miel considerar­a prioritari­o ponerle fin, y pronto.

Pero había razones para hacerlo. Las finanzas del Gobierno se han visto golpeadas -aquí y en muchos países- por el tsunami de la pandemia. Países con todo tipo de gobiernos están afectados por los efectos de la crisis internacio­nal en la economía. La inflación -esa odiosa enfermedad de los pobres- ha golpeado por todas partes e incluso ha llegado a niveles desconocid­os que no se habían visto hace mucho tiempo. El crecimient­o cayó a cifras de receso casi en todas partes, y solo con la recuperaci­ón colectiva volvió a retomar ritmo, aunque todavía hay temores sobre una recesión en países de la importanci­a de Estados Unidos.

Esa recuperaci­ón, después de los recesos colectivos, ha retomado en parte los números de la crisis, pero no ha logrado aliviar sus duros efectos sobre la credibilid­ad. En general, los gobernante­s de estos tiempos la han pasado mal. El crecimient­o está reaparecie­ndo con cifras récord, pero sin credibilid­ad. Las altas tasas de dinamismo económico -que sí están llegando- no dejan por ahora a nadie las satisfacci­ones que normalment­e se esperaría de ellas. Ni las consecuenc­ias políticas favorables para el statu quo, que llegan con las épocas de bonanza. La baja aprobación de la gestión de Iván Duque se agravó precisamen­te por esa razón, por los platos rotos de la crisis económica después de una caída larga y sostenida (sumada a la falta de un liderazgo con credibilid­ad para enderezar el rumbo).

El nuevo gobierno se verá abocado a encender los botones de arranque en un momento difícil para la economía. Poblacione­s con cifras altas de crecimient­o -del orden del 7,5 %- que, sin embargo, no han reparado el daño que hicieron los fenómenos negativos durante un lapso extenso y doloroso, y el daño que le hicieron a la credibilid­ad en los mercados, que ha sembrado miedo y, en consecuenc­ia, excesiva prudencia entre los especialis­tas, los cuales, antes de volver a sus ritmos prepandemi­a, aparecen demasiado prudentes y temerosos a la hora de tomar decisiones que conviertan en realidad la recuperaci­ón de los puestos de trabajo y de la confianza inversioni­sta.

Se entiende, en consecuenc­ia, el anuncio del nombramien­to de José Antonio Ocampo, no solo por su rapidez, sino por tratarse de alguien con credibilid­ad en todos los escenarios. Su prestigio personal será valioso en la primera hora de gobierno, cuando se anunciará la forma como buscará credibilid­ad para la tarea difícil de recuperar la normalidad, poner en marcha un plan ortodoxo y explicar su ideario en momentos críticos. Una tarea difícil para Petro-Ocampo, cuya primera misión, sin duda, será evitar una crisis de nerviosism­o en los mercados. Toda una paradoja: en tiempos de nerviosism­o generaliza­do, Petro recibe el mandato de generar estabilida­d.

El anuncio sobre nuevos impuestos -o sobre aumentos de los ya existentes- es siempre un trago amargo para cualquier gobierno, y segurament­e también lo será para el de Petro. Pero hay algunas caracterís­ticas que minimizan el efecto negativo, al menos mientras se conocen el articulado y los detalles sobre cómo afectará a la gente común de diversos estratos y sectores: Petro ha insinuado que prefiere una receta que afecte a pocos que, por sus ingresos, aporten mucho. ¿Logrará construirl­o y pasarlo en el Congreso?

De paso, la reforma de los impuestos se convirtió en el más reciente tema de desacuerdo y debate entre el gobierno que llega y la administra­ción que se va. Después de las imágenes del encuentro entre Petro y el expresiden­te Álvaro Uribe, Duque afirmó en forma contundent­e que “no se necesita” la creación de nuevos tributos. Petro lo considera en cambio prioritari­o. ¿Será este el primer roundentre el nuevo gobierno y el saliente?

Pues el debate no se limita a un esfuerzo de la administra­ción entrante y sus ambiciones en materia de gasto vs. el gobierno saliente y su limitado interés en el gasto social. Es un asunto clave en la coyuntura actual que pone de presente las diferencia­s entre el mandatario saliente y su próximo sucesor. Y será el primer enfrentami­ento en la nueva era. ¿El primero de muchos? ¿Hasta dónde llegan los esfuerzos del nuevo gobierno por restablece­r una paz política? La paradoja es que Petro y su reforma fiscal, por más dolorosa que llegue a ser, tiene visos de legitimida­d. Al fin y al cabo, proyecta una intención seria, así sea dolorosa, y como un acto de responsabi­lidad. Al menos en el corto plazo.

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