Tributaria, el primer obstáculo
Gustavo Petro se la juega con una reforma tributaria desgastante.
malice a los trabajadores e intervenga los determinantes sociales de la salud”, señaló en abril de 2021. Incluso, Alejandro Gaviria, quien será su compañero de gabinete en la cartera de Educación, se ha mostrado contrario a sus posturas. Siendo así, es fácil advertir desde ya una tensión entre los dos en los futuros consejos de ministros.
Lo cierto es que la turbulencia que viene generando cada anuncio de Petro o de quienes serán sus ministros se explica por la incertidumbre de varios sectores sobre su gobierno. A pesar de que algunas propuestas o designaciones son más que normales, se ha hecho mucho eco de cada decisión. Eso sin contar que aún faltan nombramientos cruciales, como la persona que tomará las riendas del Ministerio de Defensa y, en general, cómo será el empalme con las Fuerzas Armadas. “Eso definirá en buen parte la transición tranquila o no tan tranquila que se haga”, señala Mauricio Velásquez, profesor de la Escuela de Gobierno de los Andes, para quien los mensajes que se envíen desde ahora hasta el 7 de agosto serán claves para tratar de descifrar los primeros cien días del nuevo mandato. Desde su óptica, un error evidente es que cada ministro o integrante del empalme
“está mandando sus propias señales” y no se está construyendo “una narrativa de gobierno”.
Una consideración similar menciona Nadia Pérez, del Instituto de Estudios Políticos de la UNAB, quien cree que se han enviado algunos mensajes contradictorios, que se explican en que este será un gobierno de coalición. “No es algo partidista. Es un río revuelto y hay mensajes que no ha dado Petro que se están dando por sentados”. El ambiente agitado, según la analista, radica en que Petro “incomoda a muchos sectores y cualquier anuncio se va a engrandecer”, pero lo que en realidad marcará el devenir de su gobierno serán los mensajes que se den a partir de la posesión del Congreso y los proyectos que radique la nueva bancada oficialista. “En los primeros cien días, lo más importante es que el Gobierno tenga un mensaje simple, que pueda comunicar a la ciudadanía y que tenga el corazón de las grandes reformas con las que va a lanzarse”, destaca Velásquez. Ambos analistas concluyen que, más allá de los anuncios de estos días, los mensajes de este tramo deben obedecer al espíritu reformista. Es decir, explicando de forma detallada la razón de ser de cada proyecto que se radique a partir del 20 de julio.
Las reformas tributarias son parte del diario vivir en Colombia. Sería difícil encontrar un gobierno que no pase por los tiempos tormentosos de llegar al Congreso con un proyecto subiendo los impuestos de alguna forma, para asegurar los recursos que requiere su plan de acción. Y suelen llevar consigo un desgaste notable para los mandatarios de turno. Por eso lució tan curioso que las primeras movidas de Gustavo Petro como presidente electo estuvieron dirigidas a hacer viable “su” reforma. Como si en lugar de consolidar la luna de miel considerara prioritario ponerle fin, y pronto.
Pero había razones para hacerlo. Las finanzas del Gobierno se han visto golpeadas -aquí y en muchos países- por el tsunami de la pandemia. Países con todo tipo de gobiernos están afectados por los efectos de la crisis internacional en la economía. La inflación -esa odiosa enfermedad de los pobres- ha golpeado por todas partes e incluso ha llegado a niveles desconocidos que no se habían visto hace mucho tiempo. El crecimiento cayó a cifras de receso casi en todas partes, y solo con la recuperación colectiva volvió a retomar ritmo, aunque todavía hay temores sobre una recesión en países de la importancia de Estados Unidos.
Esa recuperación, después de los recesos colectivos, ha retomado en parte los números de la crisis, pero no ha logrado aliviar sus duros efectos sobre la credibilidad. En general, los gobernantes de estos tiempos la han pasado mal. El crecimiento está reapareciendo con cifras récord, pero sin credibilidad. Las altas tasas de dinamismo económico -que sí están llegando- no dejan por ahora a nadie las satisfacciones que normalmente se esperaría de ellas. Ni las consecuencias políticas favorables para el statu quo, que llegan con las épocas de bonanza. La baja aprobación de la gestión de Iván Duque se agravó precisamente por esa razón, por los platos rotos de la crisis económica después de una caída larga y sostenida (sumada a la falta de un liderazgo con credibilidad para enderezar el rumbo).
El nuevo gobierno se verá abocado a encender los botones de arranque en un momento difícil para la economía. Poblaciones con cifras altas de crecimiento -del orden del 7,5 %- que, sin embargo, no han reparado el daño que hicieron los fenómenos negativos durante un lapso extenso y doloroso, y el daño que le hicieron a la credibilidad en los mercados, que ha sembrado miedo y, en consecuencia, excesiva prudencia entre los especialistas, los cuales, antes de volver a sus ritmos prepandemia, aparecen demasiado prudentes y temerosos a la hora de tomar decisiones que conviertan en realidad la recuperación de los puestos de trabajo y de la confianza inversionista.
Se entiende, en consecuencia, el anuncio del nombramiento de José Antonio Ocampo, no solo por su rapidez, sino por tratarse de alguien con credibilidad en todos los escenarios. Su prestigio personal será valioso en la primera hora de gobierno, cuando se anunciará la forma como buscará credibilidad para la tarea difícil de recuperar la normalidad, poner en marcha un plan ortodoxo y explicar su ideario en momentos críticos. Una tarea difícil para Petro-Ocampo, cuya primera misión, sin duda, será evitar una crisis de nerviosismo en los mercados. Toda una paradoja: en tiempos de nerviosismo generalizado, Petro recibe el mandato de generar estabilidad.
El anuncio sobre nuevos impuestos -o sobre aumentos de los ya existentes- es siempre un trago amargo para cualquier gobierno, y seguramente también lo será para el de Petro. Pero hay algunas características que minimizan el efecto negativo, al menos mientras se conocen el articulado y los detalles sobre cómo afectará a la gente común de diversos estratos y sectores: Petro ha insinuado que prefiere una receta que afecte a pocos que, por sus ingresos, aporten mucho. ¿Logrará construirlo y pasarlo en el Congreso?
De paso, la reforma de los impuestos se convirtió en el más reciente tema de desacuerdo y debate entre el gobierno que llega y la administración que se va. Después de las imágenes del encuentro entre Petro y el expresidente Álvaro Uribe, Duque afirmó en forma contundente que “no se necesita” la creación de nuevos tributos. Petro lo considera en cambio prioritario. ¿Será este el primer roundentre el nuevo gobierno y el saliente?
Pues el debate no se limita a un esfuerzo de la administración entrante y sus ambiciones en materia de gasto vs. el gobierno saliente y su limitado interés en el gasto social. Es un asunto clave en la coyuntura actual que pone de presente las diferencias entre el mandatario saliente y su próximo sucesor. Y será el primer enfrentamiento en la nueva era. ¿El primero de muchos? ¿Hasta dónde llegan los esfuerzos del nuevo gobierno por restablecer una paz política? La paradoja es que Petro y su reforma fiscal, por más dolorosa que llegue a ser, tiene visos de legitimidad. Al fin y al cabo, proyecta una intención seria, así sea dolorosa, y como un acto de responsabilidad. Al menos en el corto plazo.