Fiesta, drogas y alcohol, un coctel que desafía las políticas de prohibición
Tras la muerte de cuatro jóvenes por presunta ingesta de sustancias psicoactivas en fiestas, se reabre el debate sobre el enfoque de las políticas públicas en temas de drogas y alcohol. Académicos hablan del fracaso de la prohibición y de la necesidad de
El pasado sábado 2 de julio, la fila para ingresar a Red Room 2, un evento de techno realizado a las afueras de Bogotá, duró al menos una hora y media. “Tengan paciencia, vinieron 1.600 personas, por eso nos estamos demorando”, fue la insistencia de los encargados de la logística del lugar. Una vez adentro, coinciden varios asistentes, era difícil respirar. El único espacio por donde entraba aire era la puerta de ingreso. Ese día, Ricardo Rojas, un joven de 26 años, falleció en medio de la fiesta.
Lo que pasó en el Rancho La María, lugar que fue alquilado para el evento, situado en la calle 245, al norte de Bogotá, pudo terminar en una tragedia mayor. Entre la una y las cuatro de la mañana del domingo 3 de julio, según denunciaron algunos de los asistentes, en un momento y sin dar aviso cerraron las puertas del sitio y no dejaron salir a nadie del mismo. Además, se acabó el agua potable y se habrían bloqueado los registros del suministro de agua para evitar que los asistentes llenaran las botellas en los baños.
En ese instante la música pasó a segundo plano. Varios grupos de jóvenes se arrinconaron contra la pared y lo único que pudieron comprar para hidratarse fueron cervezas, a $12.000 cada una. Aunque todavía no existe claridad sobre la causa de la muerte de Ricardo Rojas, se habla de una posible ingesta de drogas, una versión que no ha sido confirmada por Medicina Legal. Sin embargo, más allá de las causas de su deceso, las condiciones en las que pasó su última noche fueron determinantes para el fatal desenlace.
En cualquier caso, Ricardo Rojas constituye el rostro reciente de las víctimas que dejan las fiestas clandestinas que ganan terreno en el país. Por el afán de operar, los organizadores evaden controles de las autoridades y no brindan espacios seguros a los asistentes. El pasado 21 de mayo, esta vez en el Baum Festival, un evento que contaba con todos los permisos, una joven perdió la vida. De acuerdo con el reporte de la Secretaría de Salud, esa misma noche, otras 13 personas fueron atendidas por diversas afectaciones originadas en el consumo desmedido de estupefacientes.
En agosto de 2021, en un evento ilegal realizado en Itagüí (Antioquia), dos jóvenes de 14 y 15 años fallecieron por posible intoxicación a causa del consumo de sustancias psicoactivas. Según el Ministerio de Justicia, durante el período de 2013 a 2020 se encontraron 28.541 personas que, al momento de su fallecimiento, arrojaron resultado positivo de por lo menos una sustancia psicoactiva en su cuerpo. El estudio, además, estableció que el alcohol se identificó en mayor número, con 24.723 casos, seguido por la cocaína, con 3.469.
El fracaso de las políticas de prohibición
El Informe Mundial de Drogas establece que alrededor de 269 millones de personas, entre los 15 y 64 años, consumieron drogas ilícitas en el último año (2021). Además, la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc), advierte que medio millón de muertes ocurridas en 2019 se atribuyen al consumo de drogas. Incluso, un estudio del Observatorio de Drogas de Colombia (ODC), sobre ingesta de sustancias psicoactivas en población universitaria, mostró que el 38,7 % de los estudiantes encuestados han consumido drogas ilícitas alguna vez en la vida. El 22,4 % lo hizo en el último año.
Pablo Zuleta, director del área de consumo de drogas, salud pública y educación del Cesed, de la Universidad de los Andes, asegura que en Colombia “el temor de los gobiernos y los ciudadanos a la despenalización genera políticas poco flexibles, incluso cuando la evidencia no ha mostrado que disminuir la prohibición sea una causa de mayor consumo”. Zuleta explica que en los últimos años cada vez son más los políticos que entienden el prohibicionismo como un arma de doble filo que “no permite humanizar el problema ni tratarlo según políticas de salud pública que tengan verdadero impacto positivo”.
Vanesa Morris, coordinadora del colectivo Échele cabeza cuando se dé en la cabeza, un proyecto de reducción de riesgos y daños que les brinda información a las personas que consumen sustancias psicoactivas, explica que el país lleva años prohibiendo sustancias psicoactivas y que, en realidad, no se ve un impacto positivo con estas medidas. “El consumo aumenta, aparecen nuevas sustancias, nuevos riesgos y esto es culpa de la prohibición”.
Morris también resalta que las iniciativas como Échele cabeza, que hacen pedagogía sobre el tema, “no promueven el consumo de drogas, como lo hacen ver los prohibicionistas, sino que brindan informa
‘‘El
empresario, clandestino o no, debe velar por la vida de las personas que está convocando a un evento masivo. Además, es importante destacar que la responsabilidad es de todos y todas”.
Yalesa Echeverría, productora de eventos de espectáculos públicos desde hace 28 años.