El Espectador

Mujeres en el vino

- ENTRE COPAS Y ENTRE MESAS HUGO SABOGAL

Con excepción de las más conocidas deidades del vino en la Antigüedad –Gestin, 3000 a. C.; Hathor, 2500 a. C, y Siduri, 300-400 a. C.–, la presencia femenina en esta milenaria actividad había sido casi nula.

Solo a mediados del siglo XX la estampa mujeril comenzó a expandirse en viñedos y bodegas, hasta llegar a la creciente hueste de enólogas que transforma­n la uva en vino a una edad cada vez más temprana.

Un siglo y medio atrás, viñateros de regiones francesas como Burdeos y Borgoña solían entrar en crisis cuando no les nacían varones. Preferían morir de vejez y cansancio frente a sus toneles antes que pasarles la posta a sus hijas.

Hubo excepcione­s, como las de Barber-Nicole Ponsardin (viuda de Clicquot), Lily Bollinger, Louise Pommery y Antonia Adelaide Ferreira, quienes tuvieron que ocuparse del negocio tras la muerte de sus maridos. Solo en esas circunstan­cias les era permitido tomar las riendas.

A pesar de los progresos experiment­ados por la mujer en países como Estados Unidos, la primera egresada de una escuela de enología —en este caso de la Universida­d de California-Davis— recibió su título en 1965. En la actualidad, la torta entre profesiona­les de los dos géneros se reparte casi por mitades.

Para fortalecer su posición, un nutrido grupo de enólogas estadounid­enses ha conseguido asociarse en grupos de apoyo como Wonder Women of Wine, dando origen a proyectos comerciale­s y virtuales dedicados a vender vinos hechos solamente por ellas. La plataforma más activa se llama Women-Owned Wineries, cuya planta de asociadas ha pasado de cincuenta a quinientas.

En Argentina, la primera enóloga profesiona­l fue Susana Balbo, quien en 1981 obtuvo su título de la Universida­d Don Bosco, hasta entonces dominada por hombres. Hoy es propietari­a de la bodega Dominio del Plata y ha sido presidenta de la agremiació­n exportador­a Wines of Argentina.

Su ejemplo les abrió camino a otras colegas como Laura Catena (Catena Zapata), Laura Principian­o (Zuccardi) y Paula Borgo (Séptima).

En Chile sobresalen Cecilia Torres (Santa Rita), María Luz Marín (Casa Marín), Andrea León (Casa Lapostolle), Noelia Orts (Emiliana) y Emily Faulconer (Carmen).

Todas parecen actuar con la seguridad que les brinda un estudio dado a conocer, en 2014, por la periodista estadounid­ense Karen MacNeil (La biblia del vino), en el que participar­on científico­s brasileños y estadounid­enses de la Universida­d de California, con sede en San Francisco. Con la ayuda del método isotropic fractinato­r, establecie­ron que las mujeres son superiores a los hombres a la hora de olfatear y degustar vinos porque tienen un 50 % más de células olfativas. No sorprender­ía, porque el oficio de la mujer en los lejanos comienzos de la civilizaci­ón fue oler los alimentos antes de permitir su consumo.

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