El Espectador

“Si el cambio no es cultural, no habrá cambio”

La dramaturga y poeta habló para El Espectador de sus comienzos en el arte, sus lecturas y discusione­s entre cervezas con amigos, así como de sus planes como ministra de Cultura y de las razones por las que aceptó el nombramien­to.

- LAURA CAMILA ARÉVALO DOMÍNGUEZ larevalo@elespectad­or.com @lauracamil­aad

Durante la temporada de Ópera rap, una obra de teatro, llegó un “pelao” sudando. Era rapero y no tenía más de 14 años. Patricia Ariza salió, lo vio jadeando y con un ladrillo en la mano: “Yo no tengo plata, ¿me va a dejar entrar o no?”. Ariza le respondió que sí, que claro que lo dejaría entrar, pero que tenía que bajar el ladrillo. Antes de entrar lo abrazó y, al terminar, le dedicó la función. “Ese ha sido uno de los momentos más importante­s de mi vida”, contó.

Ariza entró a la Universida­d Nacional después de ser parte del nadaísmo: se fue con un grupo de poetas para una isla en el Pacífico a fundar una nueva sociedad, un nuevo país. De allá fue “rescatada” por su familia y regresó a Bogotá para comenzar a estudiar artes. Lo que más le gustaba era la pintura, pero conoció a Santiago García, que había sido contratado por la universida­d para montar la obra Galileo Galei. Los actores que interpreta­rían los papeles principale­s ya se habían elegido, pero faltaban algunos “extras” o roles secundario­s. Ariza se enteró y quiso audicionar, pero cuando llegó García le dijo que ya habían sido selecciona­dos, que ya no había cupos. Notó que había sido un golpe, que estaba triste y muy frustrada, así que le dio la opción de que lo ayudara a tomar nota de los ensayos. Ella le dijo que sí. Esas fueron sus primeras lecciones en el teatro: ver dirigir a García. Al terminar, él le pidió las notas. Los apuntes eran larguísimo­s y, en alguna parte, había escrito: Berthold Brecht, pero con v, y también recibió sus primeras dosis de burlas en el teatro.

A pesar del éxito de la obra, de su efecto inesperado y de la ovación generaliza­da, Santiago García quedó con una sensación de amargura: la Universida­d Nacional decomisó el programa de mano que había escrito y que contenía un artículo sobre la responsabi­lidad del intelectua­l y el artista con su época. Después del estreno hubo una fiesta, una celebració­n, y ahí dijo que quería fundar un teatro independie­nte, que esa era la única manera de ser dramaturgo en Colombia, y preguntó quiénes querían acompañarl­o. Patricia Ariza levantó la mano.

La poeta, dramaturga, cofundador­a del Teatro La Candelaria, directora de la Corporació­n Colombiana de Teatro, el Festival de las Mujeres por la Paz y el Festival Alternativ­o de Teatro, tendrá que aplazar sus ensayos diarios y sus caminatas sin rumbo por la carrera séptima. Será el tiempo que ahora ocupará dirigiendo el Ministerio de Cultura del gobierno de Gustavo Petro.

Para muchos, se cumplió el sueño de que una artista lidere este Ministerio, por eso comencemos por sus inicios, por lo que detonó su interés por las artes...

Supongo que comenzó por papá, que tocaba el tiple y la bandola. Y después el nadaísmo, que era un movimiento de poetas al que entré siendo muy joven. Uno siempre está en contacto con el arte, con las canciones, pero el mío, el encuentro que detonó lo que me preguntas, fue con los nadaístas, con la poesía.

¿Y por qué comenzó a ser importante la poesía?

El carácter rebelde e iconoclast­a, pero también la dulzura, la belleza. Me conmovía hasta las lágrimas escuchar a Gonzalo Arango decir sus poemas, a Alberto Escobar.

¿Usted escribía?

Sí, pero nunca mostraba los poemas. Eso ocurrió hasta hace muy poco tiempo, cuando mi compañero, Carlos Satizábal, transgredi­ó ese secreto, los envió a la convocator­ia María Mercedes Carranza y me la gané. Me impresioné mucho, porque no lo hice para eso. Es más, escribía a escondidas y me gustaba mucho, pero no pensaba que fuese importante.

¿Para qué lo hizo? ¿Por qué escribió?

Era un cuarto privado. Las mujeres necesitamo­s un cuarto propio y privado. También era muy tímida y no estaba segura de esos poemas, tal vez porque no era feminista o, por lo menos, no consciente­mente.

Segurament­e sus rutinas cambiarán drásticame­nte con este nombramien­to, pero, ¿cómo son, por ejemplo, sus ratos libres? ¿Con qué los ocupa?

Oigo canciones. Me gustan los boleros. Voy a las obras de teatro, me encanta ver a los nuevos y nuevas dramaturga­s. Veo las obras de Carolina Vivas, una artista muy interesant­e. Además de la lectura, escribo. Me encierro a hacer crónicas de mi vida. Camino mucho y, ahora que lo menciono, pienso en que esa es una de las cosas que más me dolerá dejar ahora que comienzo este nuevo trabajo: no poder caminar por la calle. Tomar cerveza con los amigos.

¿A quiénes lee?

A Clarice Lispector, Marvel Moreno, Isabel Allende, Marguerite Yourcenar y Fanny Buitrago, que creo que es muy poco reconocida y en las épocas del nadaísmo convivimos una época por aquí en La Candelaria. Laura Restrepo. La primera novela que leí fue El cuarteto de Alejandría. También leo a García Márquez. Leo de manera ecléctica. Leo lo que se me aparece por ahí, lo que se me ocurre, pero además leo sobre la teoría de la cultura, que me encanta. Me gusta estudiar y aprendí mucho con Enrique Buenaventu­ra sobre las primeras nociones teóricas sobre ese tema.

Y mencionó que le gusta tomar cerveza con sus amigos, ¿de qué hablan?

De todo, de política, teatro, arte. Discutimos, peleamos. Con Carlos también. Una relación es una larga conversaci­ón.

¿Y qué tanta tensión hay entre sus amigos? ¿Suelen estar de acuerdo sobre lo esencial?

Nunca hay consenso. Son mis compañeros de La Candelaria o de la Corporació­n y trabajamos en creación colectiva, pero ese es el trámite de las divergenci­as, por eso hacemos teatro, porque es conflicto y nosotros también vivimos en torno o en el centro de eso. No son desacuerdo­s irreconcil­iables, pero el debate político es apasionant­e.

¿Qué dijeron ellos sobre su nombramien­to como ministra de Cultura?

Para mí fue una decisión difícil,

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/ Entre montañas produccion­es Patricia Ariza durante la entrevista que dio para este diario en su casa, ubicada en La Candelaria.
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