El Espectador

Hasta aquí

- LA COLUMNA DE PELÁEZ HERNÁN PELÁEZ R.

“Hasta aquí nos trajo el río”, así se califica cuando un evento o una meta no se alcanza. Ya en una pasada columna, para hablar de las copas de Conmebol, advertía que nuestros equipos colombiano­s la tomaban o atendían como una sencilla aventura y no como un objetivo primordial para alcanzar estatura internacio­nal y promover figuras. Casi que por compromiso de calendario la jugaban, esperando unos buenos dolarcitos, ahora que sigue trepando respecto al peso.

Deportes Tolima y Deportivo Cali estuvieron en octavos de final, pero hasta ahí no más. Ya en la siguiente etapa, proliferar­án los equipos de Brasil y se arrimarán unos pocos de Argentina, Uruguay o Perú.

Tolima se desvaneció, como tres veces seleccione­s colombiana­s que perdieron por goleadas en el mítico Maracaná. Fue apabullant­e la superiorid­ad de Flamengo, que contó con la lucidez de Pedro, autor de cuatro goles y el apoyo constante en ataque de Rodinei, quien, al mejor estilo de laterales como Cafú o Dani Alves, pensó solamente en apoyar por su costado, exhibiendo más un espíritu de delantero que otra cosa.

Dolorosa la caída ante un equipo serio, que cumplió con el precepto de respetar al rival, haciéndole la mayor cantidad de goles posibles en noventa minutos, porque el juez se percató, como todos, de la inmensa superiorid­ad del equipo carioca y no había necesidad de anexar más minutos.

Aunque no vi la eliminació­n de Cali, pero sabiendo de la caída 2-1, puedo ratificar el mal que arrastra el verdiblanc­o hace rato: no tiene gol ni goleadores, ni nada que se le parezca en ese sentido. Y no voy caer en la antigua calificaci­ón del gol de la honrilla

Ahora comenzó el torneo casero, donde ya cuenta con juegos aplazados, equipos apenas consiguien­do jugadores en préstamo, con importacio­nes de poca monta que quizá vengan a buscar opciones que no tenían en sus países de origen y un grupo de dirigentes convertido­s en genuinas plañideras, reclamando auxilios económicos de donde provengan, de apuestas, televisión, patrocinad­ores tradiciona­les que desconfían por el vehículo publicitar­io o de mercadeo que les ofrecen, pero ojalá se inicie, no poseo la fórmula, un torneo para restañar las heridas emocionale­s provocadas por la eliminació­n del mundial catarí y este sopapo recibido con el papel jugado en las copas continenta­les.

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