Fin de la economía naranja
UNA DE LAS METAS DEL GOBIERNO que está en sus postrimerías fue el apoyo a lo que bautizaron “economía naranja”. Fue un bien intencionado intento de convertir las cosas de la cultura en una fuente de crecimiento económico y ayudar a la generación de ideas que se pudieran traducir en ingresos adicionales para el sector. Lo malo de ese intento fue que dieron más énfasis al sector empresarial que al artístico y cultural, es decir que fueron los emprendedores quienes recibieron apoyo con toda clase de alicientes. Mientras tanto a los originadores de los conocimientos e ideas que supuestamente serían la base de la economía naranja los dejaron en un segundo plano y eso acabó convirtiendo la iniciativa en algo híbrido de lo cual el sector de las artes no tuvo provecho.
Ahora se informa que en el nuevo gobierno la economía naranja desaparecerá de tajo y el énfasis sería en el fomento de algo muy abstracto que es llamado cultura popular. Eso hace temer que creadores que no sigan determinadas líneas ideológicas dejarán de tener patrocinio y que lo que algunos llaman elitismo será acabado. Desde luego, el temor es que incluyan en el tal elitismo la música culta e incluso la ópera, que pintores experimentales sean ignorados, que los grupos de teatro que presentan obras sin contenido ideológico no sean patrocinados y que los museos se deben dedicar a mostrar que siga la definición de popular.
Todo lo anterior significa que seguirán los experimentos con la cultura. En el pasado esos experimentos no han tenido a la larga ninguna consecuencia y cada ministro que llega acaba con lo que hicieron los anteriores para comenzar lo que llaman una nueva era. El resultado es que no se ve progreso en ninguna fase cultural ni la popular ni la elitista y en últimas los hechos culturales continuarán siendo las cenicientas del paseo.