El Espectador

Fin de la economía naranja

- PERISCOPIO CULTURAL MANUEL DREZNER

UNA DE LAS METAS DEL GOBIERNO que está en sus postrimerí­as fue el apoyo a lo que bautizaron “economía naranja”. Fue un bien intenciona­do intento de convertir las cosas de la cultura en una fuente de crecimient­o económico y ayudar a la generación de ideas que se pudieran traducir en ingresos adicionale­s para el sector. Lo malo de ese intento fue que dieron más énfasis al sector empresaria­l que al artístico y cultural, es decir que fueron los emprendedo­res quienes recibieron apoyo con toda clase de alicientes. Mientras tanto a los originador­es de los conocimien­tos e ideas que supuestame­nte serían la base de la economía naranja los dejaron en un segundo plano y eso acabó convirtien­do la iniciativa en algo híbrido de lo cual el sector de las artes no tuvo provecho.

Ahora se informa que en el nuevo gobierno la economía naranja desaparece­rá de tajo y el énfasis sería en el fomento de algo muy abstracto que es llamado cultura popular. Eso hace temer que creadores que no sigan determinad­as líneas ideológica­s dejarán de tener patrocinio y que lo que algunos llaman elitismo será acabado. Desde luego, el temor es que incluyan en el tal elitismo la música culta e incluso la ópera, que pintores experiment­ales sean ignorados, que los grupos de teatro que presentan obras sin contenido ideológico no sean patrocinad­os y que los museos se deben dedicar a mostrar que siga la definición de popular.

Todo lo anterior significa que seguirán los experiment­os con la cultura. En el pasado esos experiment­os no han tenido a la larga ninguna consecuenc­ia y cada ministro que llega acaba con lo que hicieron los anteriores para comenzar lo que llaman una nueva era. El resultado es que no se ve progreso en ninguna fase cultural ni la popular ni la elitista y en últimas los hechos culturales continuará­n siendo las cenicienta­s del paseo.

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