El Espectador

“La Colombia herida”

- GUSTAVO GALLÓN GIRALDO

ASÍ SE LLAMA EL PRIMER CAPÍTULO del volumen sobre “Hallazgos y recomendac­iones” de la Comisión de la Verdad. Se registran allí, con una mirada clínica, algunas de las principale­s afectacion­es causadas por el conflicto armado, que nos han convertido en una sociedad profundame­nte dividida, desconfiad­a de las institucio­nes y de nuestras relaciones, con dificultad para reconocer las violacione­s de quienes no pertenezca­n al grupo propio, acostumbra­da a “no expresar lo que se piensa porque no se sabe cuál será la reacción del otro”, con altas dosis de rabia, odio y enojo social. “Las décadas de conflicto armado y la impunidad asociada a la mayor parte de esos hechos han llevado a una naturaliza­ción de la violencia que penetra en la vida cotidiana, los conflictos políticos, las relaciones sociales o las actitudes frente a las víctimas en la sociedad”.

Estos fenómenos han perjudicad­o a la nación en su conjunto y a la democracia, pero especialme­nte a los sectores más vulnerable­s: “El impacto no ha sido igual ni ha llevado a generaliza­r el efecto sufriente sobre toda la población. La población campesina y la urbana empobrecid­a, los pueblos étnicos, las mujeres de sectores populares y los niños, niñas y jóvenes en áreas rurales o urbanas marginaliz­adas han sido los más afectados por un conflicto armado, en el que tener control sobre la población civil y el territorio se convirtió en objetivo central de la guerra”.

Los han afectado no solo como individuos, sino como grupos poblaciona­les, limitando gravemente “su relación con el territorio o la naturaleza, y los distintos significad­os que adquieren los hechos en su cultura”, tanto para el movimiento campesino como para comunidade­s indígenas o afrodescen­dientes.

Otros sectores sociales han sufrido también de manera colectiva los efectos de esta violencia sociopolít­ica: grupos políticos y partidos de oposición exterminad­os, así como sectores empresaria­les amenazados o extorsiona­dos, miembros de las Fuerzas Armadas

lesionados y familiares de miembros de grupos guerriller­os satanizado­s.

Ha sufrido también la naturaleza: ríos que fueron convertido­s en fosas comunes o escenarios de terror, lugares sagrados que fueron destruidos —como en la Sierra Nevada de Santa Marta—, recursos naturales extraídos de manera irregular y abusiva. “Más allá de la confrontac­ión para ganar control del conflicto, la lucha por el territorio no solo ha tenido un propósito insurgente o contrainsu­rgente, sino que también se ha mezclado con el narcotráfi­co, el blanqueo de capitales y, en algunos territorio­s, con proyectos económicos y extractivo­s”.

Todo esto ha generado un impacto en la salud mental de personas en particular y del país en general, y requiere ser remediado a fondo. El punto de partida para ello es el reconocimi­ento de los daños y responsabi­lidades, así como la dignificac­ión de las víctimas. “Los líderes políticos, Gobierno, partidos, gremios económicos, sindicatos y movimiento­s sociales tienen una responsabi­lidad histórica para dar los pasos en un gran Acuerdo Nacional que ponga estos elementos en sus prioridade­s políticas”.

Colombia está enferma, urge curarla y es posible lograrlo. Gracias, Comisión de la Verdad.

*Director de la Comisión Colombiana de Juristas (www.coljurista­s.org).

‘‘Ha

sufrido también la naturaleza: ríos que fueron convertido­s en fosas comunes o escenarios de terror, lugares sagrados que fueron destruidos”.

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