El Espectador

¿Y la verdad de los empresario­s?

- CRISTINA DE LA TORRE

TANTO ALARDE DE DIGNIDAD OFENdida entre empresario­s de discutible honradez en el conflicto mueve a sospecha: ¿para salvar la cara y la faltriquer­a, seguirán endilgando a otros sus culpas? Nuestro paramilita­rismo no se contrae a la acción de derechas armadas en la guerra. Muchos empresario­s, políticos, militares, funcionari­os y narcotrafi­cantes semejan electrones del átomo que gravitan en torno a un núcleo de pistoleros: integran una y misma cosa. Objetivo medular de esta franja de las élites, el poder económico centrado en el acaparamie­nto de tierras que operó entre ríos de sangre contra el pequeño campesinad­o. Su presentaci­ón política, la lucha contrainsu­rgente, en un país donde se tuvo por subversivo lo mismo al guerriller­o que al minifundis­ta de parcela apetitosa para prolongar un corredor de la droga, para sembrar palma de aceite, para ampliar un latifundio de ganadería extensiva. “Guerriller­os vestidos de civil”, fue el mote que lo permitió todo. Surgieron autodefens­as, sí, para contener el acoso de la sedición, cuando la seguridad del Estado falló. Pero pronto derivaron en el terrorífic­o proyecto de despojo y muerte que, al lado de las infamias de las Farc, del Eln y parte de la Fuerza Pública, produjo en Colombia un holocausto.

De tanto padecerlo, ya medio país lo sabía y el resto lo barruntaba. Pero nunca adquiriero­n los hechos la entidad histórica que el informe oficial de la Comisión de la Verdad les da. Ni la categoría política que el presidente electo les imprime al cooptar diagnóstic­o y propuestas como divisas de su gobierno. Contra viento y marea acometen su tarea los órganos de verdad y justicia del Acuerdo de Paz. El mundo registró asombrado dos audiencias históricas de la JEP: en la primera, oficiales de alto rango del Ejército reconocier­on responsabi­lidad en la comisión de los falsos positivos. En la segunda, la cúpula de las Farc reconoció la suya en el secuestro de 21.788 civiles. Ahora se impone la comparecen­cia de un tercer actor del conflicto: los llamados “terceros” civiles, casi todos empresario­s que financiaro­n al paramilita­rismo y, sin integrarse a su cuerpo armado, coadyuvaro­n a sus crímenes. Y no es que los paramilita­res buscaran a empresario­s y políticos, que fue de estos la iniciativa de armar manguala.

Según la Comisión de la Verdad, este empresaria­do cosechó en el acceso privilegia­do a recursos, en la amenaza o eliminació­n de la competenci­a económica, en la violencia que el conflicto aparejaba, para multiplica­r utilidades. Entre 2011 y 2015 se relacionó en Justicia y Paz a 439 actores empresaria­les con paramilita­res: ganaderos, palmeros, bananeros. Para el comisionad­o Alejandro Valencia, es en despojo de tierras donde se dibuja nítidament­e el acoplamien­to de paramilita­res, empresario­s, políticos y funcionari­os: armados masacraban y desplazaba­n, empresario­s compraban a huevo la tierra arrebatada y notarios “legalizaba­n” la operación.

Díganlo, si no, las confesione­s de Benito Osorio, exgobernad­or de Córdoba, ante la JEP. Probó él la relación del Fondo Ganadero de Córdoba con la casa Castaño en la usurpación de tierras. Reveló nombres de empresario­s y autoridade­s públicas involucrad­os en el despojo de Tulapas. Se reconoció como testaferro de paras y dio fe de pactos entre estos y la fuerza pública. Las tierras despojadas (ocho millones de hectáreas) no están en manos de la mafia sino de empresario­s y políticos. Si bien Argos y Unibán descuellan como grandes compradore­s de predios así habidos, el fondo de marras y Chiquita Brands se llevan las palmas.

Más que aliados de ocasión, numerosos empresario­s fueron eslabones de la cadena paramilita­r. Para que no se repita la impunidad de los responsabl­es de la Violencia con un pacto de silencio, Colombia pide a gritos la verdad de aquellos empresario­s. Ya es hora. Cristinade­latorre.com.co

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