El pensamiento dicotómico de AMLO
EL PENSAMIENTO DICOTÓMICO —DE todo o nada, blanco o negro, conmigo o contra mí— característico del presidente López Obrador es también característico de la primera infancia. Y no es una simple impresión mía: es un fenómeno documentado en la literatura médica y científica.
Por fortuna, a medida que un niño crece y madura mentalmente, empieza a entender mejor el mundo en toda su complejidad, en esa escala infinita de grises que hay entre el blanco y el negro, que facilitan la negociación, la socialización y alcanzar consensos.
Pero muchas veces, si el niño tiene una infancia traumática o adversa, ese pensamiento dicotómico puede prolongarse en la edad adulta y acarrear rasgos de marcada intransigencia, incluso autoritarios. Es posible que, si el niño crece en un ambiente de prejuicios impuestos antes que de razonamientos, termine reproduciendo una rigidez similar.
¿Sufrió el ahora mandatario mexicano algún evento traumático que pudiera haberlo llevado a atrincherarse en este pensamiento dicotómico que muestra día a día en su discurso, siempre a la defensiva, descalificando la crítica y todo aquello que no comparte?
Por el bien de México y del propio mandatario, si es tan transparente como dice ser, él mismo debería revisar en su pasado el detonador esta conducta, porque al hacerlo consciente sanará ese evento traumático y podrá relacionarse mejor con el mundo.
Esta sanación personal lo llevaría a ser más razonable, a dejar atrás su conducta pretendidamente mesiánica y proyectos depredadores de la naturaleza, en una época en que la sustentabilidad ambiental es ya un imperativo de política pública.
Quienes en algún momento trabajaron antes a su lado ya habían advertido de su falta de autocrítica, su terquedad y su cerrazón a escuchar opiniones contrarias.
Por eso tampoco sorprenden sus ataques a la prensa crítica, la descalificación como “conservadores” a sus detractores, su desprecio (o envidia disfrazada) por la ciencia o sus embestidas a órganos autónomos.
Por el bien de todos los mexicanos y no sólo de ese “pueblo” de entelequia que él dice gobernar, el ejercicio de introspección y sanación del mandatario no da espera.
* Periodista y escritor mexicano residente en Colombia.