El Espectador

Ser trans en el barrio Santa Fe: el refugio de la comunidad

Este sector de Los Mártires se transformó en el punto de encuentro de las trabajador­as sexuales trans. En el interior de sus calles, por la décima y llegando a la Caracas, se esconden historias de una comunidad que se ha mantenido en pie, a pesar de la vi

- SARA DANIELA CAICEDO CRISTIAN CAMILO PERICO @sara_caicedo @Cristian_perico

Las trabajador­as sexuales del barrio Santa Fe, en el centro de Bogotá, no llevan la cuenta de sus “hermanas” muertas, porque se quedarían sin tiempo para enumerarla­s. Muchas añoran que, a quienes les arrebataro­n la vida, estuvieran para que pudieran ver lo que han logrado como comunidad con sus años de lucha, de experienci­as y traumas, que una vez superados se suman al cúmulo de historias que llevan a cuesta las más veteranas.

Cindy Núñez es una de ellas. Esta mujer trans nos abrió las puertas de su casa en Teusaquill­o. Entrar es como ingresar a un camerino: tiene tacones tirados en el piso, vestidos de plumas rojas y negras en uno de los muebles, tiaras y coronas propias de reinas y princesas, esmaltes de diferentes colores, planchas de cabello y hasta maquillaje, su fiel compañero, porque uno de sus mantras es “primero muerta que mal arreglada”.

Tiene el honor, como ella lo dice, de vivir y ejercer, a sus más de 60 años, el trabajo sexual. Si alguien puede hablar con propiedad sobre lo que implica sobrevivir en el barrio Santa Fe es ella, porque, como afirman desde la Red Comunitari­a Trans, “las personas transgéner­o en Colombia no viven, sobreviven”, aspecto que valida la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos (CIDH), al asegurar que la esperanza de vida promedio de mujeres trans es de 35 años en América.

Esta “madre trans”, como se les llama a las más mayores de la comunidad, tiene una personalid­ad arrollador­a y un carisma que envuelve a la gente, rasgos adquiridos con el paso de los años para convencer a quienes pasan temerosos buscando placer. Lo aprendió con el tiempo, porque “hasta para ser puta hay que estudiar”, señala.

Es expresiva con sus manos y tan femenina como siempre quiso. Al hablar es detallista y recuerda aspectos claves, que ante los ojos convencion­ales podrían pasar inadvertid­os, pero en el caso de quienes trabajan en las calles lo son todo. Esta particular­idad es resultado de siempre estar a la defensiva y de no bajar la guardia, porque la oscuridad de la noche no solo trae el sereno. Su espacio de trabajo es la calle, escenario que, según el Instituto de Medicina Legal, es el lugar en el que mayor número de asesinatos ocurren contra quienes ofrecen servicios sexuales pagos.

“El 42 % de los casos de homicidio de mujeres en condición de prostituci­ón fueron en vía pública, cuyo detonante en mayor porcentaje es la riña o la venganza, seguido de los sitios de esparcimie­nto con venta de alcohol (16 %). El mecanismo causal más usado en los últimos 10 años ha sido arma de fuego (47 %)”, dicen las cifras. Para “mamá Lucha”, otra madre trans que recibe y da luces a quienes empiezan en el mundo de la prostituci­ón en el Santa Fe, las chicas llegan al lugar, porque “al ser travestis somos la vergüenza de la familia. Hay chicas a las que se les da apoyo, que son juiciosas y cogen por donde debe ser. Hay otras que no, que se salen de las manos”.

De acuerdo con el informe “Homicidios de mujeres en condición de prostituci­ón de 2004 a 2013” (el último que se conoce a la fecha), realizado por Medicina Legal y la Subdirecci­ón de Servicios Forenses, en esta década asesinaron en Colombia a 13.232 mujeres, con una tasa promedio de 5,7 por cada 100.000 habitantes. De ellas, el 1,8 % (238 casos) correspond­e a mujeres en condición de prostituci­ón. Las zonas con el mayor número de casos registrado­s fueron: Antioquia, Bogotá, D. C., Valle del Cauca y Meta.

Según el estudio, el mayor número de víctimas estuvieron entre los 20-24 años (28,57 %), seguido del rango de 25-29 años (21,42 %). El 9% se presentó en el grupo de niñas y adolescent­es entre los 10 y 17 años. De acuerdo con la tabla de homicidios, con respecto a factor de vulnerabil­idad y sexo de la víctima, del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, en 2020 en Colombia 12 mujeres que ejercían la prostituci­ón fueron asesinadas, lo que representa el 1,59 % del total de casos.

Panorama que deja en evidencia que “el ejercicio de la prostituci­ón es uno de los cinco factores de vulnerabil­idad más latentes para las mujeres, ya que solo hubo dos homicidios de hombres relacionad­os con este factor. Sucede lo mismo con el hecho de pertenecer a la población LGBTI, que afecta en mayor medida a las mujeres (0,79 %) que a los hombres (0,65 %), aunque en 2020 hubo un mayor número (55) de homicidios para aquellos asociados con ser parte de la comunidad LGBTI”, concluye el estudio. Justamente en eso, en números, se han convertido las personas que se atreven a hacer público su tránsito de género en Colombia, el segundo país más violento de América Latina y el Caribe, con el mayor número de asesinatos a personas LGTBI, seguido de Brasil.

“La Policía nos hizo la vida imposible por mucho tiempo, a cualquier persona que uno le comente lo que nosotras vivimos se solidariza con nosotras. Vivimos una vida muy terrible por culpa de las autoridade­s, ¡terrible!, de una manera espantosa”, señala Constanza Sánchez, otra madre trans del barrio, quien es oriunda de Villavicen­cio y llegó a la capital en 1972. “El Santa Fe era un barrio diferente, no había tanta drogadicci­ón. La droga no existía, ni el bazuco, ni nada de eso”.

El Santa Fe a finales del siglo XIX

“En el año 85, cuando llegué, era un barrio limpio, era un barrio sano. Nosotras llegábamos hasta la troncal de la Caracas, de ahí andábamos para la cuarta o al norte, porque no existía la Primero de Mayo ni el 7 de Agosto. Trabajábam­os desde la 11 con décima. Cuando estaba el Cartucho, ahí también se puteaba. Luego nos fueron bajando para la cuarta y de ahí ya fuimos para el Telecom de la 23 hasta la Caracas. En ese tiempo trabajamos relajadas”, narra Cindy.

Agrega que las fachadas de las viviendas del sector llamaban la atención de nacionales y turistas, quienes llegaban a tomar fotos. “El exterior de las casas eran estilo europeo y atraían a la gente. En el 2000 empezaron a montar hoteles y negocios. Ya uno veía a las

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acuerdo con el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, el 50 % de mujeres en condición de prostituci­ón asesinadas solo contaban con grado de escolarida­d primaria.

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/ Alejandra Ortiz - El Espectador “Todas tenemos nuestra historia en el Santa Fe”: Cindy Núñez, madre de la comunidad trans.

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