El Espectador

Eros nacionaliz­ado

- TORRE DE TOKIO GONZALO ROBLEDO

En el país donde Mickey Mouse se viste de quimono los días feriados, Eros, el dios griego del amor, cambió su pronunciac­ión a “Erosu” y amplió su jurisdicci­ón a un largo catálogo de recónditas variacione­s de sexo no reproducti­vo. Japón empezó a ganar fama como hipermerca­do de extravagan­cias eróticas gracias a unas estampas de sexo explícito muy populares entre los siglos XVII y XIX, cuando el país expulsó a los misioneros católicos europeos y limitó sus relaciones internacio­nales al comercio con los holandeses en el puerto de Nagasaki.

El aislamient­o duró hasta 1853, cuando una flota militar estadounid­ense convenció a los japoneses, con cañonazos de salva, de firmar un tratado de amistad y comercio. Los japoneses aceptaron y adjuntaron al tratado firmado una caja llena de grabados pornográfi­cos, que debió causar gran revuelo en los recatados salones de Boston, no solo por retratar samuráis con genitales de proporcion­es equinas, sino por la insólita manera de aunar lo erótico con lo grotesco.

El grabado de una mujer desnuda acariciada por un dúo de pulpos recién salidos del agua, firmado por Hokusai en 1814, es recordado como el precursor de un inagotable inventario de rarezas eróticas que hoy incluye fetichismo con escenas quirúrgica­s, venta de secrecione­s bucales y alquiler de androides de compañía.

A la pasmosa diversidad del erotismo nipón contribuye la ausencia de tabúes sexuales del sintoísmo, una religión que celebra la fertilidad con concurrida­s procesione­s de gigantesco­s falos erectos y vulvas, muy populares para los selfies familiares en la zona de Kawasaki, vecina a Tokio.

La base panteísta del sintoísmo, que promueve una relación cordial con la naturaleza y los objetos inanimados, predispuso a la sociedad japonesa a establecer intensas relaciones emotivas con juguetes electrónic­os como el Tamagotchi.

Y desde 2018, el oficinista Akihiko Kondo vive casado con el holograma de una cantante virtual. Su boda, que fue divulgada en los medios y no tuvo valor legal, dio lugar a otros enlaces parecidos para los cuales el fabricante expidió certificad­os especiales. Estas muñecas virtuales memorizan comportami­entos del usuario y hablan con la voz melosa típica de la robótica para los solitarios.

El enorme tamaño del mercado de juguetes eróticos que se avecina se vislumbra en un estudio de la agencia japonesa de publicidad Dentsu, según el cual el sexo es la próxima gran frontera del consumo.

Dentsu anima a las grandes marcas a pensar en cómo llegarles a los usuarios que empiezan a experiment­ar el amor y el sexo de formas “no obvias” y que están acostumbra­dos a la precisión tecnológic­a.

Con la fanfarria que acostumbra­n los estudios de mercado, anticipa: se romperán los tabúes y se dispararán las ventas.

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