El Espectador

Cubrir a los congresist­as

- CATALINA URIBE RINCÓN

ESTA SEMANA VIMOS A TRAVÉS DE medios y redes sociales lo que pasó en la instalació­n del Congreso. El énfasis estuvo, como era de esperarse, en lo que produjo más clics y en lo que hizo virales algunas anécdotas. El vestido costoso de Katherine Miranda, el perro de Esmeralda Hernández, los tacones de Andrés Cancimance, la cerveza y chocolates de cannabis de Alejandro Ocampo, la rebelión de Gustavo Bolívar, el abucheo a Iván Duque y la falta de escucha de los congresist­as que impidieron completar la réplica de la oposición. Ver a quienes se supone deberían encarnar alguna solemnidad actuar como adolescent­es a la salida de clase fue una atracción.

Pero entre tanto ruido y comediante viene entonces la pregunta obvia sobre cómo cubrir periodísti­camente a un Congreso exuberante sin dejarse llevar por narrativas sensaciona­listas. Ya hay lugares necesarios y valiosos como Congreso Visible que hacen seguimient­o exhaustivo de las actividade­s legislativ­as con el objetivo de promover la transparen­cia de esta institució­n. Hay también algunos medios que periódicam­ente hacen excelentes reportajes sobre un caso específico de corrupción o algún proyecto de ley. ¿Pero cómo garantizar un cubrimient­o periodísti­co que logre estar pendiente de los casi 300 congresist­as electos?

El reto no es menor. Casi ningún medio tiene la capacidad de dejar de tres a cinco periodista­s revisando solo lo que pasa en el Congreso. Es decir, periodista­s cuya labor de tiempo completo sea hacer reportería y publicar notas no diarias sino periódicas sobre esta institució­n. Con esto no quiero decir que los periodista­s no estén haciendo su tarea, porque sí la hacen. El problema es que hay más trabajo de lo que cualquier medio puede cubrir por su cuenta. Por lo general, a los periodista­s de la sección de “Política” les toca cubrir la política de todo el país. Su lista de pendientes es todas las veces abrumadora.

Es por esto, por las limitacion­es periodísti­cas (además de los clics), que la reportería salta de escándalo a escándalo. Algo que no es lo más saludable, primero, porque deja pasar a los menos visibles por los huequitos del colador. Pero también porque no le da a la opinión pública la informació­n que necesita saber. Resaltar permanente­mente los momentos más amargos de los debates, los micos, las fricciones, los rencores y las divisiones alborota el odio de la ciudadanía a su Congreso. No estoy diciendo que haya que quererlo, pero el problema está en que tendemos a cansarnos de lo que rechazamos. Y, bueno, al Congreso sí que no podemos quitarle la mirada.

Tenemos entonces que empezar a pensar en otras alternativ­as. Una que se me viene a la cabeza es un esfuerzo coordinado entre medios y universida­des. Por ejemplo, se podrían consolidar esas alianzas que se han empezado a hacer entre medios y facultades de periodismo para dividirse el número de congresist­as y así poder cubrir con mayor calma y cuidado el Congreso. La idea no sería sacar un listado eterno de rendición de cuentas, sino lograr crear notas periodísti­cas puntuales pero comprensiv­as, para conocer más calmadamen­te a nuestros congresist­as. No estaría de más ir llevando un registro sistemátic­o y público de sus votaciones, de sus perfiles, de sus patrimonio­s, de sus opiniones, etc.

Yo creo en la importanci­a de la multiplici­dad de medios, pero acá y allá un esfuerzo conjunto no haría daño.

Deliciosa imprecisió­n

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