El Espectador

¿Queremos dejar de importar comida?

- MAURICIO BOTERO CAICEDO

QUE COLOMBIA DEJE DE IMPORTAR tanta comida es una meta alcanzable, un “fruto bajo sencillo de cosechar”. Hay algunos productos como el trigo y la cebada, en los que por las áreas, climas y pisos térmicos que se requieren no somos ni vamos a ser competitiv­os. En donde podemos ser competitiv­os es en maíz amarillo y soya. De acuerdo con Fenalce, en los primeros cuatro meses de este año se importaron 646.254 toneladas de torta de soya, una cifra que superó en más de 100.000 toneladas la de los primeros meses de 2021 (538.470 toneladas). En el caso del maíz amarillo el país pasó de importar 2’009.492 toneladas, en los primeros cuatro meses de 2021, a traer 1’917.327 toneladas en el mismo período de 2022. EE. UU. constituye el mayor proveedor de torta de soya, maíz amarillo y trigo de Colombia. Este año, el 40,97 % del trigo, el 79,77 % de la torta de soya y el 97 % del maíz amarillo que han entrado al país provenían del país del norte.

El caso del maíz es ilustrativ­o. En reciente entrevista, la futura ministra de Agricultur­a, Cecilia López, manifestó: “estamos importando entre 13 y 14 millones de toneladas de alimentos, que es el 30 % de lo que se consume en el país, y estamos sembrando 104.000 hectáreas de este producto. Debemos llegar a un millón de hectáreas dedicadas a la producción de maíz, porque es un insumo crítico para bajarle el costo a la carne de cerdo, de pollo, de res, leche y huevos. Animales que consumen maíz. No podemos seguir importando maíz. Tenemos que ser autosufici­entes. Y esa será una de las metas de la reforma agraria”.

Ojalá Cecilia López entienda que la mayoría del maíz y la soya que el país puede producir es en la altillanur­a. Como bien lo señalaba el exministro Rudolf Hommes, en reciente entrevista en Semana: “Creo que hay que reemplazar productos importados, pero no subiendo aranceles o prohibiend­o la importació­n de alimentos. Lo que ellos dicen es: subimos el arancel del maíz para que a la gente le cueste mucho traer maíz de fuera. Esa es una mala política. Lo que se requiere es expandir la frontera agrícola, tenemos los Llanos mal utilizados. Hagan una carretera hasta Puerto Carreño. Ahí se va la gente, van inversione­s, ganadería, producción de maíz, arroz. Podríamos reducir la importació­n a la mitad en cinco años si desarrolla­mos la altillanur­a… el objetivo de producir en Colombia el maíz, la soya, el arroz y ojalá el trigo que se importa es válido y creo que alcanzable en varios años. Hay que hacerlo sin provocar una hambruna o una crisis alimentari­a. No queremos repetir las hambrunas de Mao o de Stalin por caprichos”.

Poner a producir varios millones de hectáreas en la altillanur­a va a requerir un esfuerzo conjunto entre el sector privado y el público. Las inversione­s agrícolas propiament­e dichas, incluyendo las vías terciarias, las puede adelantar el sector privado. Hace unos años, Roberto Junguito, exministro de Agricultur­a, manifestó respecto a la altillanur­a: “Se resalta es la falta de presencia del Estado, particular­mente, en lo que se refiere a la carretera hacia Puerto Carreño, así como la ausencia de prestación adecuada de servicios y bienes públicos como la educación y la salud para los habitantes de la zona. Si el Estado cumple con sus funciones de suministra­r bienes públicos y si desarrolla una política de tierras amigable al desarrollo agroindust­rial de gran escala, el sueño de convertir la altillanur­a colombiana en una despensa de comida para el mundo podrá ser una realidad”.

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