El Espectador

Holísticos

- TATIANA ACEVEDO GUERRERO

“DE NO CREER” TITULA EL PERIÓDIco El Colombiano: “Quema de una incautació­n de marihuana trabó a vecinos de un barrio en Bello”. Un vecino explicó: “En mi caso, que tengo hijos y nietos, el tema fue preocupant­e”, y agregó: “Eso no se debería haber hecho, porque es para contaminar a las personas”. Otro se burló: “La controlaro­n bien, solamente trabaron el norte de Bello, Antioquia; no el sur, el occidente y el oriente. Felicitaci­ones al Ejército Nacional”. La Policía, por su parte, explicó que tras decomisar 1.678 kilos de marihuana en el barrio El Mirador, decidieron quemarlos.

La imagen de la humareda marcó tendencia en redes sociales y dio para risas. Pero más que chistosa la imagen es patética.

Como también lo son las recomendac­iones de Rahul Gupta, encargado de la Estrategia Nacional de Control de Drogas del presidente Joe Biden. Que los cultivos de coca en Colombia bajaron, pero “siguen muy altos…” se puede leer en el reciente comunicado oficial para el año 2021. No obstante los supuestos nuevos aires que llegaban con el sucesor de Trump, la política de drogas estadounid­ense es más de lo mismo.

Bajo el eslogan taquillero de una aproximaci­ón “holística” al tema de las drogas seguimos como siempre. El caso de Gupta es extraño. De un médico dedicado a la salud pública y la epidemia de opiáceos se esperaba justamente un enfoque más ambicioso y radicalmen­te distinto; pero ocurrió lo contrario: seguimos en la guerra contra las drogas. La misma guerra que atizó el conflicto armado nacional, según la Comisión de la Verdad. El narcotráfi­co, afirma la Comisión, se debe ver como “un protagonis­ta del conflicto armado colombiano y como un factor de persistenc­ia del mismo, pero también como una fuerte influencia sobre la política y la economía del país, debido a que reproduce un modo de acumulació­n mafioso (usa la violencia) de riqueza y poder, a partir de una economía ilegalizad­a por el prohibicio­nismo”. El estudio de los estragos que deja la mentada guerra entre nosotros hace que, a diferencia de la dupla Biden-Gupta, la Comisión tenga clara que esta economía ilegalizad­a “necesita ser legalizada”.

La estrategia “holística” de la que habla la administra­ción Biden pone el acento retórico en la idea de mejorar la prosperida­d rural en Colombia. Ideas parecidas con otros nombres vienen siendo parte de los planes y discursos alrededor de la política de drogas desde el Plan Colombia. Dadas las reconocida­s credencial­es de Gupta, el énfasis general está en el trato de la adicción como un problema de salud pública. Sin duda, un enorme avance en los Estados Unidos. Tan grande como estéril para Colombia, Perú o Bolivia, que siguen siendo los países evaluados sobre el número de hectáreas una y otra vez.

Los problemas de seguridad siguen siendo vistos como una consecuenc­ia del narcotráfi­co; por el contrario, frente al prohibicio­nismo no hay posturas nuevas. Ni siquiera se le menciona. Tampoco hay indicios de reflexión sobre el fracaso del actual paradigma de la guerra contra las drogas. De contrición sobre los legados de la política ligada al prohibicio­nismo, pues más que de enfoques holísticos deberían estar hablando de reparacion­es por la destrucció­n causada. El prohibicio­nismo, como afirma la Comisión de la Verdad, “activó narrativas de criminaliz­ación sobre poblacione­s y territorio­s que justificar­on operacione­s violentas, la aspersión con glifosato generó impactos en la vida de las comunidade­s y la naturaleza, y las estrategia­s de sustitució­n voluntaria, aunque han funcionado de forma mucho más efectiva, no han sido sostenible­s en el tiempo, porque no se han implementa­do a la par con procesos de desarrollo rural transforma­dores”.

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