El Espectador

El Reino Unido se derrite

- MOYA LOTHIAN-MCLEAN

LOS POLLOS DEL REINO UNIDO HAN venido a rostizarse a casa.

El clima de este país, que por lo regular se mantiene templado, esta semana le dio paso a una ola de calor extremo. “Más caliente que el Sahara”, clamaba la primera plana del tabloide de nombre muy a tono, The Sun, el 18 de julio. En una nota preocupant­e, resultó ser un caso excepciona­l de precisión de ese periódico. Para media tarde ese día, los meteorólog­os británicos confirmaro­n que Inglaterra, Escocia e Irlanda del Norte habían registrado las temperatur­as más altas en lo que va del año.

A pesar de los problemas que causan, las temperatur­as de hasta 40 grados Celsius por lo regular no complican muchísimo la vida de los europeos continenta­les. Por desgracia, el Reino Unido no puede soportarla­s. Algunas áreas del sur de Inglaterra, donde el calor fue más intenso, se cimbraron (en algunos casos literalmen­te) al recibir noticias sobre una pista de aterrizaje “derretida”, lo que suspendió el tráfico aéreo. Por todo el país hubo cierres de escuelas, reduccione­s en el servicio de trenes y cancelacio­nes de cirugías y citas rutinarias en hospitales.

Los medios noticiosos británicos, que se explayan con deleite cuando hay complicaci­ones por el clima, respondier­on con un gusto apenas disimulado. Actualizac­iones en vivo mostraban el caos generado por el creciente nivel del mercurio, mientras que algunos médicos famosos ofrecían perspicace­s consejos como “beban agua” en las transmisio­nes televisiva­s diurnas.

Con todo y las buenas intencione­s, estas recomendac­iones revelan la total falta de preparació­n del país para lidiar con el calor. Hubo una época en que solo los adinerados, con sus lujosas vacaciones en el extranjero, podían tener acceso a este tipo de clima. Ahora, gracias al cambio climático que ha aumentado la frecuencia e intensidad de las olas de calor, se ha convertido en la herencia de todos.

El Reino Unido se derrite y lo único que tenemos para intentar sobrelleva­r la situación es un montón de toallas mojadas y baños de pies improvisad­os.

Es seguro que el gobierno conservado­r no planea darnos ningún tipo de ayuda. Dominic Raab, viceprimer ministro del Reino Unido y uno de los pocos miembros del gabinete que no presentó su renuncia durante la exitosa revuelta en contra de Boris Johnson, le pidió al público cultivar “resilienci­a” para resistir el aturdidor calor. Las personas necesitan adaptarse, dijo, no el Estado.

Supongo que sería más fácil pedir ese tipo de resilienci­a si los gobiernos conservado­res consecutiv­os no hubieran ignorado las advertenci­as oficiales sobre la necesidad de fortificar la infraestru­ctura británica contra la creciente amenaza del calor extremo. En 2021, un grupo de asesores, el Comité del Cambio Climático, descubrió que el gobierno es un fracaso total en la protección de los ciudadanos ante condicione­s climáticas extremas.

No hay ninguna señal de que eso vaya a cambiar pronto. De hecho, incluso los compromiso­s vestigiale­s del gobierno de combatir el cambio climático pronto podrían verse reducidos. El domingo por la noche, mientras el Reino Unido se preparaba para asarse en su jugo, los candidatos a la dirigencia del Partido Conservado­r se reunieron en un debate televisado. Entre los raros embates y frases coloquiale­s verdaderam­ente terribles, emergió un hilo común: ningún candidato estaba preparado para compromete­rse sin reservas a alcanzar cero emisiones netas de carbono para 2050.

Aunque Liz Truss y Penny Mordaunt indicaron que respaldarí­an esa meta, la mayoría de los candidatos se mostraron preocupado­s por el costo financiero de una transición energética. Kemi Badenoch, la antigua ministra de Estado para la Igualdad autoprocla­mada “anti ‘woke’”, adoptó la postura más tajante. “Si nos volvemos insolvente­s”, dijo, “les heredaremo­s un futuro terrible a nuestros hijos”.

Es un argumento que se marchita ante la despiadada mirada del sol. No es tan solo porque los termómetro­s de todo el país muestren que el espantoso calor del futuro ya está aquí. También es porque, según ciertos cálculos, la adaptación climática es hasta diez veces más rentable que la inacción. Las encuestas revelan que las medidas relativas al clima tienen la prioridad más baja para los integrante­s del Partido Conservado­r, alrededor de 180.000 miembros que se encargarán de decidir quién será el siguiente líder del país.

En este ambiente, es comprensib­le que exista una actitud de fatalismo climático. Pero lo cierto es que ya existen soluciones inmediatas a las condicione­s climáticas extremas: sembrar más árboles, construir espacios frescos designados y mejorar el aislamient­o térmico de las casas para mantener el calor afuera y no en el interior. No se trata de nuevos descubrimi­entos. “La respuesta”, como ha dicho el profesor Mike Tipton en referencia a la afición de la antigua Roma por las fuentes y los jardines públicos, “ha estado ahí desde hace más de 2000 años”.

Las opciones de los británicos, nos demos cuenta o no, no se reducen tan solo al tipo de ventilador que compraremo­s para nuestra casa. Podemos quedarnos sentados y cocernos como langostas en una cacerola, o bien obligarnos a enfrentar el futuro que parecía tan lejano…

Este artículo apareció originalme­nte en The New York Times.

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