El Espectador

El barrio que no deja atrás la histórica guerra de un clan familiar

Santa Cecilia Alta no ha podido romper los lazos con la criminalid­ad. A pesar de que los indicadore­s de seguridad demuestran una reducción en los delitos, la violencia parece seguir viva.

- MIGUEL CASTELLANO­S lcastellan­os@elespectad­or.com @loqueolvid­o

En las montañas nororienta­les de Bogotá alumbraba lo que parecía un pequeño foco de luz. Por lo menos, así se veía desde las localidade­s aledañas a Usaquén. Pero allá, en el barrio Santa Cecilia Alta, la realidad era otra. Antes de que se desataran las llamas, que destruyero­n catorce viviendas, hubo una balacera frente a la mirada de unos cuarenta vecinos. Este episodio demostró que la guerra, que desde hace veinte años se presenta en esos cerros, por la cual la Defensoría del Pueblo ha emitido alertas tempranas, aún no acaba.

De ese reciente ataque entre organizaci­ones delictivas, que pretenden controlar un corredor de distribuci­ón de droga, no resultaron víctimas mortales, pero veinte adultos y doce niños quedaron sin hogar, pues alguien quemó sus casas. Según la Secretaría de Seguridad, ya se tendría identifica­do al responsabl­e, pero, de las dos organizaci­ones que se disputan ese territorio, no hay razón más allá del motivo de la confrontac­ión.

A pesar de que las autoridade­s se han reservado los detalles de las estructura­s criminales que impactan allí, es un secreto a voces que se trata de organizaci­ones conformada­s por nacionales y extranjero­s. Se dice que allí, como ha ocurrido en el barrio Santa Fe o la calle 38 sur (en Kennedy), llegaron algunos migrantes, con amplios prontuario­s delictivos, para asentarse en la zona.

Si bien hay indicios de que algunos extranjero­s estarían involucrad­os en lo que ocurrió en Usaquén, también se dice que los reductos del mítico clan de Los Pascuales siguieron operando, luego de que en 2016 su máximo líder, Pascual Guerrero Rincón, fue condenado por homicidio. De hecho, lo que ocurre en esas calles del norte de Bogotá ha estado permeado por esa histórica guerra, de la que quedan rezagos.

Atados a la historia

Santa Cecilia Alta está en el sector de Villa Nidia, en la UPZ San Cristóbal Norte, constituid­a por 19 barrios de Usaquén. Para llegar a la cúspide de la loma hay que tomar una camioneta, que hace las veces de bus, porque el transporte público, igual que la Policía, dicen, no cubre todo el sector. Así como sus habitantes están acostumbra­dos a sortear las calamidade­s de vivir en la periferia, también lo estarían a enfrentami­entos como el de hace ocho días. Desde hace unas dos décadas se escuchan disparos en la noche, se habla de drogas en las calles y hay un nombre que sigue infundiend­o miedo: Pascual Guerrero.

Para entender lo que representa este punto de la ciudad en materia delictiva hay que retroceder a principios de los años 90, cuando llegó la familia Guerrero, provenient­e de Huila. Echó raíces al norte de Bogotá y ganó fama por un negocio de fritanga. Para los 2000, el negocio familiar pasó a ser una fachada. Entonces Los Pascuales, liderados por Pascual Guerrero Rincón, se hicieron famosos por el hurto de bicicletas, la extorsión y el microtráfi­co. Desterraro­n las estructura­s que pretendía dominar el terreno.

En 2008 habría comenzado la caída de la organizaci­ón, tras la captura de varios de sus integrante­s. Con la estructura resquebraj­ándose, fue cuando Luis Guerrero, sobrino de Pascual, intentó tomar las riendas de los negocios ilícitos bajo el nombre de Los Luisitos y en 2013 se desató una cruda disputa familiar. El 6 de enero de ese año se dieron cita seis jefes de las organizaci­ones para dividir el territorio. Allí no hubo acuerdos, pero sí cinco crímenes en el sitio de reunión.

En la balacera murieron Mauricio y Pascual Guerrero (29 y 27 años), Xavier Moisés Schmucker y Mauricio Piñeros. Cuando Guerrero Rincón se enteró de la muerte de sus dos hijos, fue a buscar a su sobrino Luis Alberto (52 años), líder del bando contrario, a quien le disparó con un changón. Por ese ataque fueron capturados John Steven León Herrera, Carlos Andrés Piñeros Avendaño y Pascual Guerrero Rincón, este último condenado a 34 años de prisión.

Pese a que a estas personas se les vinculó con las dos estructura­s encargadas de distribuir droga, hasta el momento no responden por estos delitos. Esa acción legal parecía haber desarticul­ado a la vieja banda que azotó el norte de la ciudad, pero episodios como los de la semana pasada demuestran que en el sector sigue azotada por la delincuenc­ia común.

Bajo la lupa de la Defensoría

Si bien se cree desmantela­da esta red, con las muertes sistemátic­as entre la misma familia y con la judicializ­ación de quienes quedaron vivos, el miedo no está erradicado. Desde mediados del 2020, la Defensoría del Pueblo viene reiterando una alerta. En su momento, indicó que en UPZ como La Uribe, San Cristóbal Norte, Toberín y Verbenal había grupos de delincuenc­ia organizada, que “representa­n un riesgo para líderes sociales, a los cuales han venido amenazando, y para los niños y jóvenes, que han sido reclutados a la fuerza para realizar actividade­s relacionad­as con el microtráfi­co”.

Agrega que por ese corredor del norte de Bogotá siguen operando los sucesores de Los Paisas y Los Pascuales —quienes tendrían vínculos con las Autodefens­as Gaitanista­s de Colombia (Agc)— y Los Boyacos. A pesar de que la salida norte de la capital pareciera un tranquilo, dice la Defensoría, tendría una gran importanci­a, pues conecta con municipios cercanos donde están llegando laboratori­os móviles para procesar cocaína. “Esto les permite mermar los riesgos y costos en el transporte del alcaloide hacia la capital, aprovechan­do la subordinac­ión de otros grupos que operan en localidade­s periférica­s”, indicó en 2020 la Defensoría y lo reiteró el año pasado.

Según cifras de la Secretaría de Seguridad, entre enero y junio de este año, han disminuido diez de los 16 delitos de alto impacto en Usaquén. Asimismo, en cuanto a la UPZ San Cristóbal Norte, ilícitos como homicidio, lesiones, hurto y presencia de narcóticos están por debajo de los indicadore­s del primer semestre de 2021.

La balacera del pasado lunes, sumada a la pirómana acción de quemar cerca de catorce predios, sería un mensaje de lo que podría venir, pues hasta ahora se había creído que la histórica guerra del clan familiar era un capítulo en el libro de la criminalid­ad de la ciudad. Ahora la pregunta es: ¿sí acabaron con Los Pascuales?

››La

reciente confrontac­ión criminal dejó 14 predios quemados y a 32 personas sin vivienda.

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/ Secretaría Distrital de Seguridad Según el DANE, la UPZ San Cristóbal Norte —donde está ubicado el barrio Santa Cecilia— tiene 72.208 habitantes.
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