El Espectador

Sobre un editorial

- Nicodemus Fernández. Envíe sus cartas a lector@elespectad­or.com

Muy de acuerdo con su editorial del domingo, “Preferible el silencio que la cacofonía de anuncios”. Solo sentido común. Avalancha de opiniones de funcionari­os nominados que, ciertament­e, alimentan la confusión.

Llama la atención el aspecto casi caricature­sco o surrealist­a de muchos de ellos. La formalidad tradiciona­l de modistas y sastres convencion­ales no es el factor común. Pero eso mismo quizá da un aire de esperanza, de cambio. Recuerdan a veces a aquellos funcionari­os al estilo Robespierr­e de roja pañoleta, que en el acceso de la Revolución francesa generaban el terror a la guillotina. Los “ciudadanos” que invitaban al cumplimien­to de las normas de la nueva era para no poner en peligro la garganta.

El nuevo director de la DIAN, por ejemplo, advirtiend­o sobre las nuevas reglas. La mincultura, proponiend­o tributos nuevos para los planes celulares de mínima cuantía, pone a temblar de incertidum­bre respecto a si este sí será el gobierno de la gente desposeída. Como dijo Salom Becerra: definitiva­mente “al pueblo nunca le toca”.

No se queda atrás la de Salud, que pone a temblar con sus anuncios. Ayer estaba azuzando las marchas contra el Gobierno y las EPS. Volvemos al sueño de Baltasar Riveros... ¿será la hora del pueblo? El aspecto desparpaja­do y digno de la embajadora ante la ONU con su locuacidad casi inentendib­le, explicándo­le a Yamid Amat las dimensione­s de su apetencia en el nuevo cargo, que todavía no entiendo del todo, de pronto Yamid sí.

El aspecto adusto y severo como de patriarca del Antiguo Testamento de Iván Velásquez, que pone segurament­e a temblar a los forajidos. Dicen que David Racero toma el Transmilen­io para movilizars­e en Bogotá sin usar la parafernal­ia que tiene adjudicada. ¿Será verdad? Eso llena de esperanza también. Piensa uno que si los de corbata y sastre fino son los que nos han esquilmado tanto, bienvenida la camisa y el pelo en pecho de Racero. Que logre su objetivo de tumbar injustas prebendas al Congreso.

En fin, una hora de sueño endulza la vida. Amanecerá y veremos.

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