El Espectador

El talante del presidente Duque

- ELISABETH UNGAR BLEIER

ALGUNAS DE LAS ACTUACIONE­S DEL Gobierno, en particular del presidente Duque, a pocas semanas de terminar su mandato, confirman el talante que lo caracteriz­ó a lo largo de los últimos cuatro años. La firma de contratos multimillo­narios, algunos de ellos con empresas cuestionad­as e incluso que están siendo investigad­as no solo en Colombia sino en el exterior. Una de ellas es Sacyr, la constructo­ra del tristement­e famoso puente Hisgaura —conocido como el puente acordeón—. De otra parte, según se ha conocido, unos días antes de terminar su mandato, el contrato del Canal del Dique le será adjudicado a esta misma empresa (Sacyr) por un valor de $3,2 billones. Adicionalm­ente, como lo denunció recienteme­nte El Espectador, hace unos días se les otorgó “un billonario contrato a tres empresas que serán, por tres años, los únicos proveedore­s de fármacos para estas institucio­nes”. Gracias a eso, el nuevo gobierno “entra con las manos atadas en la compra de medicament­os para hospitales públicos, Policía y Ejército”.

Tampoco ha sido ajeno el presidente a desconocer tratados, normas y leyes. Ya se ha hablado mucho sobre la suspensión, con pleno conocimien­to de que esto era inconstitu­cional, de la disposició­n de la Ley de Garantías, que prohíbe la firma de contratos interadmin­istrativos dos meses antes de las elecciones. Algo similar ocurrió cuando defendió airadament­e al saliente comandante del Ejército, a pesar de la evidente participac­ión en política de este en varios discursos públicos, haciendo además alusiones retadoras y amenazante­s ante un eventual triunfo de Gustavo Petro.

A esto se suma la práctica de desconocer mandatos de entidades internacio­nales. Por ejemplo, la Cancillerí­a y la Presidenci­a afirmaron que no están obligadas a obedecer a la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos. Así lo hicieron cuando esta conceptuó que la Procuradur­ía no podía sancionar a funcionari­os electos, como lo hizo cuando Gustavo Petro era alcalde de Bogotá, y más recienteme­nte a raíz de las recomendac­iones que hizo al confirmar la extralimit­ación del Estado en el paro de 2021. Algo similar ocurrió al conocerse el informe de la FAO en el que concluyó que Colombia enfrenta una crisis humanitari­a, informació­n corroborad­a por la Asociación de Bancos de Alimentos Nacionales cuando afirma que “la mitad de los colombiano­s no tienen suficiente acceso a alimentos (…) y el 54,2 % de la población vive en insegurida­d alimentari­a”. A pesar de esto, el Gobierno le pidió al organismo de las Naciones Unidas retirar el informe.

Algunas “perlas” del discurso presidenci­al el pasado 20 de julio confirman este talante. Por ejemplo, al afirmar que su gobierno ha priorizado la llamada paz con legalidad, cuando durante los cuatro años hizo varios intentos de debilitar a la JEP, ignorando además a los cientos de desmoviliz­ados y defensores de derechos humanos que han sido asesinados, los desplazami­entos forzados y el incremento de la insegurida­d durante este período, entre otros aspectos. También parece haber olvidado que en su gobierno el país vivió uno de los peores estallidos sociales de las últimas décadas, precisamen­te porque no escuchó el clamor de los ciudadanos. Y cerró con “broche de oro” al retirarse del recinto, como lo hizo reiteradam­ente en ocasiones anteriores, sin escuchar la réplica de la oposición, corroboran­do su desprecio por los que piensan diferente.

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