El Espectador

El gobierno sin bandera

Iván Duque se retira con bajos registros de aprobación. ¿Culpa de la pandemia? ¿Falta de liderazgo? ¿Recuperará su imagen en el futuro?

- RODRIGO PARDO ESPECIAL PARA EL ESPECTADOR @@RPardoGP

La poco usual despedida del ya casi expresiden­te Iván Duque dejó muchas cosas en claro. Su aparición en el Congreso, el pasado 20 de julio, para rendir el informe de rigor y la posesión de las próximas bancadas mostraron mucho sobre su estilo, talante y legado. Y también sobre la dureza con que lo juzgará la historia, tras una de las eras más sensibles que haya vivido la humanidad. Es de esperarse, en general, una salida magra del poder para los mandatario­s que vivieron la pandemia. Y Duque, aunque no solo por eso, no ha sido la excepción.

La tendencia es global. El presidente de Estados Unidos que vivió la pandemia, Donald Trump, no pudo reelegirse. Y su reemplazan­te, Joe Biden, ya muestra niveles inéditos de desaprobac­ión ligados a la economía que dejó la crisis sanitaria. El primer ministro de Reino Unido, Boris Johnson, acaba de renunciar por escándalos relacionad­os con la epidemia. Incluso, el mandatario francés, Emmanuel Macron, se ganó otro período presidenci­al, pero con significat­ivos avances de la oposición en el Congreso. El bicho del coronaviru­s atacó sin distincion­es políticas. Y los votantes de todas las tendencias y colores culpan sin clemencia a quienes están en el poder.

Duque, entonces, puede achacar a la pandemia gran parte de sus frustracio­nes de gestión: la inflación, las protestas y, claro, la victoria de su más acérrimo opositor, Gustavo Petro. Aun así, alega que su labor para combatir la enfermedad ha sido más eficaz que en casi todos los demás países. “Son cosas del virus, no del mal gobierno”, piensan el mandatario y sus más cercanos colaborado­res.

Sin embargo, no hay encuesta ni escenario en el que al presidente Duque no le vaya mal ante la opinión pública. Las imágenes de los congresist­as que lo chiflaban en la ceremonia de instalació­n de la legislatur­a 2022-2026 son una muestra más de hasta dónde ha caído la percepción del gobernante. Según varias encuestas, la percepción negativa llega a un 70 % y la positiva no pasa del 25 %. No son números de alguien que sale por la puerta grande, como cree el jefe de Estado.

Las consecuenc­ias de ese desprestig­io están a la vista. Las elecciones que acaban de pasar -victoria de Petro en la Presidenci­a, reducción de fuerzas tradiciona­les en el Congreso y aumento en los niveles de participac­ión electorals­on expresión de un país golpeado y un gobierno desprestig­iado. De un electorado saturado y desesperan­zado, dispuesto a buscar nuevos rumbos. Habrá que esperar a ver cómo los enfrenta el nuevo gobierno.

¿Cómo será recordado, en fin, Iván Duque, el exmandatar­io con un largo futuro en su posmandato? ¿Logrará corregir percepcion­es sobre su figura, recuperar terreno y modificar la percepción sobre su gestión? ¿Tendrá algún papel en la política? ¿Recuperará la imagen de técnico ligado a las organizaci­ones multilater­ales que tenía cuando fue elegido?

Porque en el momento de la salida su imagen no está asociada a ninguna bandera, como la paz de Santos o la seguridad de Uribe. Él insiste en que su legado es la equidad, pero nadie parece creerle eso a quien lidera un país donde la desigualda­d creció en los últimos años. Duque también se muestra como un impulsor de la agenda venezolana: el altruista mandatario que abrió las puertas del país regulariza­ndo a cientos de miles de migrantes. Es una bandera valiosa, pero débil para graduarlo como el defensor de los venezolano­s, entre otras, porque le apostó todo al liderazgo de Juan Guaidó y dijo que Maduro “tenía las horas contadas”. Y Guaidó está perdido y Maduro sigue en el poder.

Ya hay señales evidentes de que Gustavo Petro, en la Presidenci­a, cambiará de política. Como plantearon también casi todos los presidenci­ales derrotados y como, de alguna manera, ya está haciendo la administra­ción Biden en Estados Unidos.

No existe un tema fuerte que se asocie con la gestión de Iván Duque. La tibieza frente a la paz no lo pone como defensor ni como crítico. El llamado “Silicon Valley latinoamer­icano”, su apuesta por convertir a Colombia en una potencia de la tecnología, parece más un lugar común que suena bonito, pero tiene mucho por aterrizar.

Como insistió en su discurso del 20 de julio, Duque tiene cifras para citar como éxitos. Pero los números son siempre relativos. Y su esfuerzo por escoger aquellos que le convienen es evidente incluso para los despreveni­dos. Duque deja la Casa de Nariño con su gran opositor en el poder y sin una bandera con la cual lo pueda identifica­r la historia.

››La

imagen de Duque no está asociada a ninguna bandera, como la paz de Santos o la seguridad de Uribe. Él insiste en que su legado es la equidad, en un país donde la desigualda­d creció en los últimos años.

››El

plazo máximo para la votación de la elección del nuevo contralor en el Congreso es el 18 de agosto. Los tiempos están muy ajustados y se espera que la nueva comisión accidental que definirá los nuevos candidatos revele los nombres lo más pronto posible.

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/ Óscar Pérez Duque fue abucheado por la oposición en su discurso de instalació­n del Congreso.
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