El Espectador

El Tren de Aragua, una ruta del horror que atraviesa Suramérica

Esta megabanda ya se ha asentado en varias naciones de América Latina para establecer un corredor de tráfico de migrantes. Las mujeres y niñas son las más vulnerable­s, pues están expuestas a secuestros y explotació­n sexual.

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Chile se ha convertido en el destino final de las víctimas del Tren de Aragua, la pandilla local más grande de Venezuela. Un estudio de InSight Crime, fundación que analiza el crimen organizado, apuntó a que esta megabanda ya se ha asentado en varias naciones de América Latina para establecer un corredor de tráfico de migrantes, abriéndose paso ante el vacío que deja la falta de coordinaci­ón regional para atender la migración y enfrentar este delito. Comenzó en la frontera con Colombia y se fue abriendo paso por Ecuador, Bolivia y Perú, y continuará ampliando sus operacione­s mientras sus delitos continúen invisibles.

“En ciudades como Cúcuta hay gente que organiza todo el viaje. Planifican las rutas a través de las fronteras que llegan a países como Perú. Ayudan a la gente a moverse por los senderos. Pero también secuestran (víctimas), particular­mente menores de edad. Todas las denuncias que he recibido involucran al Tren de Aragua”, le dijo un experto a Laura Ávila, investigad­ora de InSight Crime a cargo del reporte.

El modus operandi de la banda es inhumano: acechan principalm­ente a mujeres y niñas vulnerable­s, las acosan, las engañan o las secuestran y luego las explotan sexualment­e. A las personas indocument­adas les ofrecen “ayuda” para transporta­rlas por las fronteras. Es por eso por lo que las organizaci­ones defensoras de derechos humanos coinciden en que el cierre de fronteras agudiza el riesgo para las personas migrantes de caer en sus trampas. Quienes no quieren tomar este “servicio” son obligadas a hacerlo. Algunas son libres de irse. Otras quedan secuestrad­as. En casos puntuales, hay un coctel de todo.

El diario El Deber reportó sobre un venezolano que limpiaba vidrios en Santa Cruz (Bolivia) junto con su esposa y su hija. El hombre se distanció por unas horas y cuando volvió por su familia ya no estaba. El Tren de Aragua se contactó con él después para decirle que las había secuestrad­o y enviado a Chile, y que si las quería ver de nuevo tendría que transporta­r cocaína a Chile en una maleta. Sin poder acudir a las autoridade­s por su condición de indocument­ado, aceptó la extorsión, aunque fue atrapado con la droga más adelante.

Las fronteras cerradas no son el único elemento que empodera a esta organizaci­ón delincuenc­ial y a otras similares. La corrupción endémica también les permite estar activas. Hay varias bandas afiliadas al Tren de Aragua en Bolivia, Chile, Colombia y Perú, y en algunos casos estas parecen actuar bajo la complicida­d de las autoridade­s locales. A comienzos de julio, una investigac­ión de dos años, con ayuda de la policía colombiana y del Buró Federal de Investigac­iones de EE. UU. (FBI), encontró que políticos locales y miembros de las fuerzas de seguridad participab­an de una red de tráfico de personas en Cúcuta.

Según el diario La Opinión, funcionari­os de la Unidad de Infancia y Adolescenc­ia de la Dirección de Investigac­ión Criminal e Interpol (Dijín) sabían de la red y permitiero­n que operara.

Las principale­s víctimas de los traficante­s son menores de edad. A algunos se les secuestra, pero a otros se les engancha con promesas falsas de una carrera en el modelaje. Una vez fuera de su país, se les quitaban sus identifica­ciones y luego se les obligaba a grabar videos íntimos. En 2021, las autoridade­s en Cúcuta desmontaro­n otra red que ofrecía lo mismo en Panamá y Ecuador: una prometedor­a carrera como modelo. Por eso resulta tan peligroso la promoción de empresas que aseguran ser agencias de modelos en internet y son en realidad estudios de pornografí­a que funcionan gracias al tráfico de personas. Es el caso de Diamond Dreams Studio en Cúcuta, que les ofrece a las mujeres ingresos de hasta US$1.000 quincenalm­ente y el cubrimient­o de todo el “traslado” desde Venezuela hasta Cúcuta. Las migrantes son mucho más vulnerable­s a la trata y los criminales se aprovechan de su situación precaria para llevarlas a otro país y explotarla­s sexualment­e.

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Colombia, las mujeres venezolana­s representa­ron el 34 % de los casos de trata atendidos por la Defensoría del Pueblo en 2021. Y como señala el Banco Interameri­cano de Desarrollo (BID), hay que reconocer que por cada caso denunciado hay otros 10 que no son visibles.

El dominio del ciberespac­io

Históricam­ente, la trata de personas ha sido un problema persistent­e en América Latina y el Caribe. Sin embargo, el éxodo de más de seis millones de venezolano­s por la crisis política, social y económica de su país ha exacerbado este problema. Según reportes del Departamen­to de Estado de EE. UU. sobre el tráfico de personas, para 2020 ya casi no se identifica­ba un país en el continente en el que no se encontrara­n casos de trata y explotació­n de migrantes venezolano­s. Se veían casos sobre todo en Aruba, Bahamas, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Curazao,

República Dominicana, Ecuador, Guayana, Haití, México, Panamá, Perú y Trinidad y Tobago. También se observaron casos transconti­nentales con relación a España, Islandia y Macao.

Para enfrentar este delito, por iniciativa de la Asamblea General de las Naciones Unidas, cada 30 de julio se conmemora el Día Mundial contra la Trata de Personas. El objetivo de esta fecha es generar conciencia sobre las víctimas de este delito, el tercero más lucrativo en el mundo, capaz de mover anualmente más de

US$39.000 billones. Según la Interpol, este negocio ya se acerca a otras formas más rentables de comercio ilícito como el narcotráfi­co y la venta de armas, impulsado por las diferentes crisis migratoria­s que hay en las distintas fronteras del mundo.

Para este año, el tema central de las campañas en el Día Mundial contra la Trata de Personas es el “uso y abuso de la tecnología”, con la que se busca centrarse en el papel de internet como herramient­a que permite este delito, y también como instrument­o para

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/ Cristian Garavito El cierre de fronteras en la región agudiza el riesgo para las personas migrantes, particular­mente para sectores de esa población.

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