El Espectador

El gran problema del gobierno Petro

- HERNANDO GÓMEZ BUENDÍA *

ter. Al terminar su mandato Duque tiene el descaro de sostener que entrega un Eln más debilitado, cuando los hechos violentos de los últimos días demuestran lo contrario. Eso, sin mencionar la escalada terrorista del Clan del Golfo, que nos ha devuelto a las épocas del terror y las bombas de Pablo Escobar, y a los repudiable­s asesinatos de policías. Su mejor acción se tradujo en autodecret­arse un nutrido cuerpo de escoltas y carros blindados para espantar a su paso a las gentes de bien. Uno más que cree que la importanci­a radica en andar escoltado.

A Marta Lucía Ramírez le pudieron la Vicepresid­encia y la Cancillerí­a. Eso, para no ahondar en sus imborrable­s indelicade­zas, sobre todo en Cartagena, que jamás justificó ni ninguna autoridad se atrevió a investigar­la, como tenía que haber ocurrido si funcionara­n la justicia y los controles. Volverá a la arena política, su ambición es tan grande como su proverbial cinismo.

La ministra de Transporte, Angela María Orozco, se irá sin dar explicacio­nes de la multitud de obras inconclusa­s. En cambio nos hicieron creer que ya la vía al Llano o el paso de La Línea por fin quedaron solucionad­os. Otra mentira. Ninguna de las dos vías ha sido terminada y los viajeros padecen trancones, derrumbes y suplicios para llegar a sus destinos. La pluma del exvicepres­idente Vargas Lleras desnudó los cuentos de hadas de que este había sido el mejor gobierno en infraestru­ctura vial.

El ministro de Salud, Fernando Ruiz, mojó prensa por la pandemia, sin que hubiese sido eficaz su larga travesía en este ministerio. Los problemas de la salud no fueron atendidos en estos cuatro años, hoy todo sigue peor que antes, los colombiano­s más pobres carecen de servicios médicos y hospitalar­ios o mueren en los paseos de la muerte.

Los restantes 10 ministros se irán sin que sus compatriot­as sepan quiénes fueron o qué hicieron o dejaron de hacer. Al fin y al cabo perdieron su tiempo. Brille para ellos la luz perpetua.

Adenda No 1. El escritor Azriel Bibliowicz entrega su nueva novela Del agua al desierto, profunda, amena e impecablem­ente escrita. De obligada lectura.

Adenda No 2. El incompeten­te y perfumado director de la Policía, general Jorge Luis Vargas, anuncia que la delincuenc­ia ofreció $7.000 millones por asesinar a Duque y $2.000 millones por Molano, pero ni un solo detenido y menos una sola prueba.

notasdebuh­ardilla@hotmail.com

LA REFORMA TRIBUTARIA ERA INEvitable, pero no alcanzará para pagar los programas del presidente Petro.

El dato básico es bastante simple: el Estado colombiano gasta un 24 % del PIB, y los impuestos que pagan los colombiano­s equivalen al 15 %. Esto significa que desde años hemos vivido de recursos ocasionale­s, de aumentar la deuda y de maromas diversas que se inventan los ministros de Hacienda.

El principal recurso ocasional fue por supuesto la bonanza petrolera, que entre 2003 y 2014 aportó un 25 % promedio del presupuest­o nacional. Esta fuente de ingresos se desplomó a partir de ese año, así que Santos y Duque se dedicaron al rebusque y a raspar la olla.

Los precios del petróleo han mejorado algo, pero no lo bastante. Y esto además aumenta el costo del subsidio al precio interno de la gasolina, que este año llegará a 4 % del PIB: ¿será que el nuevo Gobierno desmonta este subsidio y deja que la inflación llegue a las nubes?

Las maromas para tapar ese déficit real o subyacente de casi 10 % del ingreso nacional han sido tantas, que Santos hizo siete reformas tributaria­s, Duque propuso cinco e hizo tres. A esto se añadieron reformas constituci­onales y múltiples decretos para echar mano de recursos ajenos, en especial los de las regiones y de futuras generacion­es. Fue el rebusque y la raspada de la olla.

Hay otras dos medidas que anuncian todos los gobiernos, pero no pueden cumplir: acabar la evasión en un país con el 70 % de informalid­ad y recortar los gastos que no pueden recortarse (pensiones, intereses, funcionami­ento…).

Así que las reformas y los rebusques no alcanzaron y el saldo de la deuda del Gobierno nacional pasó de cerca del 40 % del PIB en 2014 a cerca del 60 % que hoy tenemos. El servicio de esta deuda absorbe la cuarta parte de los impuestos e infortunad­amente subirá con las tasas de interés.

A pesar de las reformas tributaria­s, las maromas y los aumentos de la deuda, el déficit fiscal fue así el más alto de un siglo en el 2021 (7,1 % del PIB). A punta de maquillaje­s, Duque lo entregará en 5,6 %, pero la regla fiscal obliga a reducirlo a 3 % en 2026. El próximo Gobierno tendría entonces que apretarse el cinturón… o agravar la inflación.

Por todo eso, desde hace varios años, las misiones y los expertos han insistido en la reforma tributaria “de verdad”. Sin IVA y sin caerles a las empresas, esa reforma solo puede caerles a los que ganan “más de $10 millones”. Esto era inevitable, pero también aquí comienza el lío. Primero, porque Petro y Ocampo no saben cuánto es que van a pedir: ¿$75 billones, $50 billones al año, o en cuatro años, o 25 este año y después Dios dirá? Segundo, porque el oficio de los congresist­as hasta ahora ha consistido en dañar las reformas tributaria­s. Y tercero, porque, a no ser que expropiemo­s a los que ganan esos $10 millones, la plata alcanzaría para sanear las finanzas del Estado, es decir, para tapar el hueco que traemos.

¿Cómo hará Petro entonces para cumplir siquiera en una parte un programa de gobierno que consiste en una larga serie de nuevas entidades, gastos y transferen­cias sociales del Estado?

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