Prostitución sin tapaojos
Veo con enorme satisfacción y gran optimismo que se esté hablando duro y en público sobre la prostitución, hoy en Medellín, ayer en Pereira, otras veces en Cartagena y así. La ciudad no importa. El propósito de denunciar y terminar con esta infame práctica tiene que ser nacional y urgente. Muy bien que periodistas tan valerosas como Ana Cristina Restrepo en El Espectador, Diana López Zuleta en El País de Cali, Carolina Sanín en Cambio y seguramente muchos(as) otros(as) estén trabajando porque nos quitemos el tapaojos y veamos esta infamia en su verdadera dimensión. Canallada salvaje, esa de pagarle a una persona, casi siempre mujer, para violarla y hacer con su cuerpo la fiesta de, por lo general, un borracho. Infame, mil veces infame. Acabar con la prostitución será sin duda un logro para nuestra sociedad y sobre todo para nuestras mujeres. Para ello tenemos una ventaja y es que solamente los proxenetas, que no las prostitutas, defenderán lo que en algún momento nuestra Corte Constitucional, en la sentencia T-629 del 2010, consideró como una actividad lícita, “siempre y cuando se ejerza voluntariamente”, como si el no tener trabajo pero sí hijos por alimentar también hubiera sido una situación decidida “voluntariamente”. No faltarán quienes argumenten que la prostitución ha existido desde siempre alrededor del mundo; incluso se ha afirmado que es la más antigua de las profesiones, lo cual, dicho sea de paso, es falso, pues para ejercerla se necesita de un lugar y, así sea en una caverna o debajo de un árbol, el solo hecho de señalarlo y utilizarlo es una acción de arquitectura. La arquitectura es la más antigua de las profesiones, pues desde antes del Homo erectus estos antepasados buscaron y construyeron protección. Se sabe que las prostitutas han sido fuente de inspiración de poetas y novelistas; en Colombia, Gabo las ha bien recreado; también pintores como Fernando Botero con su Casa de María Duque y hasta compositores de ópera. ¿Qué tal la maravillosa
Ópera de los tres centavos de Bertolt Brecht? Nada de eso es una justificación para que se mantenga esta degradante práctica. La esclavitud se abolió en el mundo hace siglos y las obras de arte y literatura que hoy se hacen sobre el tema son más que todo a manera de denuncia de los oprobios de que hemos sido capaces los seres humanos. Sigamos con la prostitución, que no deja de ser una forma de esclavitud.
Enrique Uribe Botero. Bogotá.