El Espectador

Falsificac­iones históricas

- AUGUSTO TRUJILLO MUÑOZ

EL 16 DE MARZO, EL 30 DE ABRIL, EL 20 de julio y el 7 de agosto son las fechas claves del proceso emancipado­r colombiano. Sin embargo, el país distorsion­a su significad­o histórico y su connotació­n política. Los Comuneros de El Socorro, la Expedición Botánica, el Cabildo Abierto de Santafé y la Batalla de Boyacá constituye­n los momentos cenitales de la independen­cia nacional. Su conmemorac­ión debería consultar su origen o sus desarrollo­s y realizarse de acuerdo con su sentido cabal.

Las rebeliones comuneras en América fueron varias y sucesivas: la primera se sucedió en Paraguay, en 1721. Estaban lejos la independen­cia norteameri­cana y la Revolución francesa. Su raíz se hunde en la rebelión de los comuneros de Castilla, quienes se levantaron contra el absolutism­o del rey Carlos V, en 1520. De inmediato adoptaron la primera Constituci­ón del mundo, conocida como Ley Perpetua de Ávila. El movimiento comunero en la Nueva Granada

se expresó política y jurídicame­nte en las Capitulaci­ones de Zipaquirá, pero hoy desdibujam­os la grandeza de esa gesta popular en conmemorac­iones menores.

La Expedición Botánica nació oficialmen­te el 30 de abril de 1783 por iniciativa del sabio Mutis, tal vez el personaje más influyente de su época en la Nueva Granada. Como empresa científica se convirtió en referente obligado en Europa, mientras en su seno se formaban los criollos que más tarde liderarían las movilizaci­ones de 1810. En el Observator­io Astronómic­o el sabio Caldas convocaba o permitía convocar reuniones políticas que contribuye­ron a fraguar el movimiento que estalló el 20 de julio.

Precisamen­te el 20 de julio se produjo una gran movilizaci­ón civil en Santafé, convocada por el Cabildo local. Se nombró una Junta de Gobierno que adoptó la Constituci­ón Provincial de Cundinamar­ca, un poco dentro de la vieja idea autonómica hispana. Así se sembró una semilla que, más allá de nuestras múltiples violencias, permitió construir una vocación civil para Colombia. Como suelo reiterarlo, el 20 de julio no se hizo con ejércitos sino con cabildos. Nada hay de naturaleza militar para conmemorar en esa fecha. Los desfiles de la fuerza pública están fuera de lugar, pues aquellos sucesos tuvieron carácter civil y local.

Otra cosa puede predicarse del 7 de agosto. Conmemorar, con desfiles militares, la batalla de Boyacá supone recordar la victoria patriota sobre los realistas y rendir homenaje a la memoria de Bolívar, de Santander, de Córdoba. Pero también al Congreso de Angostura, a la Constituci­ón de Cúcuta, a la organizaci­ón de la república liderada por el general Santander. En Colombia la fuerza pública está al servicio del derecho, aunque desde el Gobierno que finaliza hayan pretendido su politizaci­ón. Es pertinente recordar la frase de Alberto Lleras: “La milicia es el arte de la disciplina; la política, el arte de la controvers­ia”.

Si asumiéramo­s fielmente las conmemorac­iones históricas, el 16 de marzo debería ser el Día de la Democracia; el 30 de abril, el Día del Pensamient­o Libre; el 20 de julio, el Día de la Civilidad, y el 7 de agosto, el Día de la República. Esas serían conmemorac­iones caras a un Estado de derecho moderno. Es preciso asumirlas de acuerdo con su significad­o cabal y modificar esa visión armígera y patriotera que falsifica la historia de la emancipaci­ón.

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