El Espectador

“Lo que comparten los guerreros y los civiles es que son seres humanos”

“Las crisis del siglo XXI”, una exposición fotográfic­a de Víctor de Currea-Lugo que se presenta en el Centro Cultural Gabriel García Márquez hasta el 14 de agosto, muestra a través de 111 fotos los rostros detrás de los conflictos armados.

- DANELYS VEGA dvega@elespectad­or.com @danelys_vega

¿Por qué acompañó con poemas la exposición “Las crisis del siglo XXI”?

Porque no es cierto que una imagen vale más que mil palabras, a veces se complement­an, y creo que parte del periodismo es buscar cómo decir las cosas; a veces el medio es una foto, a veces es un poema, a veces es el silencio. Y yo creo que el arte está en poder encontrar el equilibrio entre imagen y texto.

¿Cómo la fotografía puede ayudar a desmentir falsas verdades?

Yo creo que una foto es incontesta­ble (…) El relato del fotógrafo o del periodista para mí no es problema de objetivida­d o neutralida­d, sino de honestidad, y cuando uno logra ser honesto, es decir, desde dónde estoy tomando la foto, qué quiero mostrar ahí, yo creo que se vuelve incontesta­ble, y esa es una tarea que se hace contra las fake news, especialme­nte en un mundo donde las calumnias son cotidianas.

¿Y la fotografía también le ha ayudado a desvelar sus propias mentiras? Uno también se construye su propia realidad…

Claro, pero el periodismo en general. Por ejemplo, la última guerra que cubrí fue Ucrania y yo tenía un cacao total, un revoltillo absoluto y total, sobre Ucrania. Había leído muchos libros y había visto muchos videos, llegué a Ucrania y empecé a deshacer todo lo que pensaba de Ucrania, todo. Pero me pasó en mi primera guerra; mi primera guerra, aparte de la colombiana, fue en 2003, cuando llegué a Palestina. Yo crecí en un barrio que se llama Bosa Palestina, entonces era de Palestina a Palestina. Cuando llegué, de pronto todo lo que había leído de Palestina, y muy importante leerlo para poder destruirlo y reconstrui­rlo, cambió. Pero por supuesto el periodismo es de las cosas más bellas, no porque lo haya dicho García Márquez, sino porque es la excusa perfecta para escudriñar con impunidad, eso es lo que uno hace.

¿Cómo ha impactado en su vida cubrir conflictos?*

Yo me crie en Bosa, un barrio donde la violencia era cotidiana, donde había grupos de limpieza social, algunos grupos de guerrillas urbanas, hasta la violencia delincuenc­ial. Yo creo, citando a José Eustasio Rivera, “antes que me hubiera apasionado por mujer alguna, jugué mi corazón al azar y me lo ganó la violencia”. No es que uno criado en Bosa algún día llegue a la violencia, es que uno nació en la violencia.

¿Pero qué enseñanzas le ha dejado cubrir conflictos armados?

Que la humanidad está sobrevalor­ada.

¿Por qué?

A veces suponemos un ser humano ideal. Los ismos, el islamismo, el comunismo, todos esos ismos, están invocando a cada hora un ser humano perfecto, eso no existe. Todos tenemos esqueletos en el clóset guardados, todos tenemos un pasado oscuro, todos tenemos una parte desportill­ada. Entonces, cuando ese ser humano se plantea como un absoluto perfecto, terminamos barriendo por debajo de la alfombra. ¿cuál es el problema? Los demonios nuestros aparecen, como la novela El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde, y al final gana el malo. ¿Por qué gana el malo? Porque a todas horas estamos involucran­do al bueno y esta es una sociedad muy de doble moral que lleva a que estas cosas que muestra la guerra no las queremos vivir como nosotros. Por ejemplo, decimos que Hitler era un monstruo, pero era un ser humano como nosotros y eso nos cuesta mucho trabajo: reconocern­os como humanos, reconocern­os como monstruos y reconocern­os también como ángeles. La sociedad nos está demandando una pureza que no existe, por eso digo que el ser humano está sobrevalor­ado.

Volviendo a la exposición, ¿cómo seleccionó las imágenes que aquí se exponen?

Ahí hubo trampa. Primero, no sabíamos cómo meter todo esto bajo un mismo nombre. En “Las crisis del siglo XXI” cabe cualquier cosa. Y de la organizaci­ón me ayudaron varias personas, porque yo era incapaz de organizar ese reguero. Tengo alrededor de cien mil fotos y escoger 111 era muy complicado. Hay fotos que uno quiere, pero que son feas, la gente a uno le dice: “eso es feo, horrible” y uno responde: “pero es que yo la quiero”, y hay fotos que a uno le dicen: “qué foto tan espectacul­ar”, pero uno no le ve nada de espectacul­ar. Entonces tuve que acudir a gente que me ayudara a hacer la selección para quedarme con aquellas que podía conjugar, ahora, hay muchas otras que no exhibí; por ejemplo, hay una muestra completa de fotos de inmigració­n venezolana y otra de rostros colombiano­s, pero de allí solo incluí dos o tres por el espacio.

¿Y por qué esas temáticas?

Porque son las crisis del siglo XXI. La crisis de migración y de refugiados es de las más grandes del planeta, las protestas se han dado muy pocas veces en la historia, la pandemia es única, hace cien años no teníamos pandemia, pero quería también incluir otros temas, como, por ejemplo, la fe religiosa, ¿por qué está ahí, dígase lo que se diga? Yo soy ateo, pero respeto muchísimo la religión. Y hay una que se llama “Guerreros y civiles” porque quería mostrar que lo que comparten los guerreros y los civiles es que son seres humanos, son personas, así uno sea víctima y el otro sea victimario, independie­ntemente de eso son personas, y eso no se nos puede olvidar para exigir u ofrecer justicia.

¿Cuál es su objetivo con esta exposición?

Me gusta mucho el haiku, que es una poesía de 17 fonemas. La magia del haiku es que la complete el lector. Las fotos en este caso también debe completarl­as el observador, quien ve la foto le sacará la enseñanza que quiera. Digamos que no hay una pretensión ni moral ni política de decir cosas absolutas. Es más o menos lo que ocurre cuando vas a un restaurant­e y hay una mesa, hay un menú y tu escoges lo que quieras y te lo comes en el orden que quieras. Yo creo que la gente completa cada foto.

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/ Jose Vargas “Uno escribe porque necesita un mecanismo para vomitar tanto dolor”, afirma Víctor de Currea-Lugo.
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