El Espectador

“La política de guerra contra el Clan del Golfo fracasó”: Max Gil

- LUISA FERNANDA OROZCO lorozco@elespectad­or.com

El investigad­or de la Universida­d de Antioquia y excoordina­dor de la Comisión de la Verdad en ese departamen­to y el Eje Cafetero cree que para combatir esa estructura, que adelanta un plan pistola en gran parte del país, ha faltado una agenda política y de inversión social.

Antioquia ha vivido una escalada de hechos violentos durante las últimas semanas. Explosione­s, atentados, atracos y homicidios han sido divulgados por diversos medios de comunicaci­ón durante las últimas semanas en ese departamen­to, uno de los más afectados por el plan pistola que declaró el Clan del Golfo. ¿Qué implicacio­nes ha tenido esto en el departamen­to?

En entrevista con El Espectador, Max Yuri Gil, investigad­or de la Universida­d de Antioquia y excoordina­dor de la Comisión de la Verdad en ese departamen­to y el Eje Cafetero, analiza la intensific­ación de la violencia en la zona, por parte de diferentes actores: Clan del Golfo o Agc, disidencia­s de las Farc, Eln y grupos de crimen organizado; que tratan de ser repelidos por la Fuerza Pública.

“Hay una conjunción de cosas: en Antioquia históricam­ente se ha presentado una concentrac­ión de dinámicas y actores de violencia como guerrilla, paramilita­res y también un alto nivel de concentrac­ión de Fuerza Pública. Eso tiene que ver con el despliegue de proyectos políticos insurgente­s y proyectos paramilita­res”, dice Max Yuri Gil.

A ese caótico panorama en el orden público se suman el narcotráfi­co, el control estratégic­o de la tierra en el marco de disputa de rentas, la minería –legal e ilegal–, junto a los proyectos energético­s, la agroindust­ria y otros.

Desde que se anunció el plan pistola a nivel nacional por parte del Clan del Golfo, en lo que va de 2022 ha habido múltiples víctimas, siendo los integrante­s de la Fuerza Pública los principale­s blancos.

Luis Fernando Trejos, docente de la Universida­d del Norte, dijo en una entrevista, con El País de España que una posible hipótesis para el reencaucha­miento del plan pistola –para nada nuevo en Colombia, pues otros grupos armados lo han llevado a cabo en el pasado– podría explicarse, en parte, por la entrada del gobierno de Gustavo Petro, quien este domingo 7 de agosto se posesionar­á como presidente de Colombia. En este caso, el Clan del Golfo estaría intentando mostrar un reposicion­amiento de cara a la llegada de un nuevo mandatario a la Casa de Nariño.

En medio de ese despliegue, la Policía de Antioquia le contó a El Espectador que 12 de sus integrante­s han sido asesinados y 18 han resultado heridos en lo que va corrido de 2022. El envío de más unidades para apoyar a diversas unidades, como la Brigada XVII en Antioquia, han sido algunos mecanismos empleados para intentar menguar los ataques y posicionar un escenario más seguro.

Sin embargo, los homicidios de los uniformado­s han generado múltiples sensacione­s en la ciudadanía. Max Yuri Gil analiza que ciertos sectores de la sociedad ven con desaprobac­ión a la Fuerza Pública por problemáti­cas como las ejecucione­s extrajudic­iales, la represión del Esmad y el papel que los uniformado­s han jugado en el estallido social. “La crisis de legitimida­d que tiene la Fuerza Pública ayuda a que lo que sucede en el plan pistola sea supuestame­nte aceptable, pero debe recordarse que estos hechos también son repudiable­s”, afirma Gil.

De otra parte, no es nuevo que Colombia sufra una práctica sistemátic­a conocida como el fenómeno de la eliminació­n del adversario: unos muertos resultan “más aceptables que otros” por el hecho del actor armado al que pertenecen. “Un ejemplo podría ser el bombardeo del Ejército a un campamento del Eln en el Chocó, en el que murieron cuatro menores de edad, y el presidente Duque dijo que ‘la operación se hizo contra campamento­s terrorista­s dónde no había civiles (…) Ahí se está enfrentand­o a un blanco legítimo’. El caso es que toda vida se debe proteger y esa matriz también aplica para la Fuerza Pública”, explica Gil.

Tríada de actores armados

Clan del Golfo o Agc, Eln y las disidencia­s de las Farc son algunos de los grupos armados ilegales que hoy tienen mayor incidencia en Antioquia. Tras la negociació­n con las Farc en 2016, entre el 80 % y el 90 % de sus integrante­s que estaban en ese departamen­to se desmoviliz­aron. El resto permaneció en las armas y conforman las llamadas disidencia­s, o la Segunda Marquetali­a, en cabeza de Iván Márquez –de quien no se sabe si está vivo o muerto–.

En el norte de Antioquia, por ejemplo, hay una concentrac­ión significat­iva de disidencia­s, con los bloques 18 y 36 como principale­s actores. Por su parte, el Clan del Golfo también ha gestado su expansión en el departamen­to, incluso desde mucho antes del Acuerdo de Paz en 2016. Su incidencia, según Gil, está en el suroeste, occidente, norte y nordeste antioqueño, junto al Bajo Cauca y el Área Metropolit­ana.

El Eln desarrolla un proceso de crecimient­o en el Urabá, como frentes tradiciona­les que se mueven, por ejemplo, desde el sur de Bolívar hacia municipios del nordeste antioqueño como Remedios, Segovia y Vegachí.

“En un departamen­to con una historia como la de Antioquia, la dinámica de enfrentami­entos entre esos actores está protagoniz­ada por el Eln y el Clan del Golfo en el Bajo Cauca y el nordeste; el enfrentami­ento en territorio­s del norte de Antioquia entre el Clan del Golfo y las disidencia­s de las Farc; Clan del Golfo versus la oficina en el Valle de Aburrá y en el suroeste antioqueño es la distribuci­ón de las dinámicas de violencia a grandes rasgos”.

¿Se debe negociar o no?

En cuanto a las negociacio­nes para el cese al fuego con los grupos armados ilegales, Max Yuri dice que “hay quienes consideran que las disidencia­s tienen unos agravantes incluso mayores que las Farc, y que hay otras personas que dicen que, mal o bien, cabe entablar nuevamente una negociació­n con ellos”.

Respecto al Eln el investigad­or afirma que es urgente entablar un diálogo, aunque este pueda resultar más complejo que el caso de las Farc en el 2016. “Su estructura es más horizontal. Además, el gobierno saliente ha construido una figura del Eln como la de estructura narcotrafi­cante que no tiene estructura política y que es llamada terrorista. Eso va a complicar las negociacio­nes, porque la ciudadanía tiene cuatro años de estar escuchando eso”, continúa Gil.

“Frente a las estructura­s de criminalid­ad organizada, como el Clan del Golfo o la Oficina de Envigado, no hay una agenda política ni de inversión social, sino una agenda más centrada en el intercambi­o: a cambio de verdad, reparación a las víctimas, y no repetición en negocios del narcotráfi­co, se dan beneficios judiciales. Por lo general, la política de guerra con esas estructura­s sigue fracasando: hoy extraditam­os a Otoniel, pero mañana surge otro como él”, concluye Gil.

››El Clan del Golfo estaría intentando mostrar un reposicion­amiento de cara a la llegada de un nuevo mandatario a la Casa de Nariño.

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/ Mauricio Alvarado El Clan del Golfo o Agc, uno de los actores armados que hace presencia en Antioquia.
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