Un país nutriente
LOS GRUPOS HUMANOS TIENEN MÚLtiples formas de concebir la agricultura. Entre los antiguos griegos, el filósofo Teofrasto entendía el cultivo como una relación mutua y colaborativa entre las plantas y los humanos. Esta es una perspectiva respetuosa de la agricultura en la que el cultivador se involucra en una asociación con base en el respeto por la conciencia y la autonomía de las plantas cultivadas. Los usos a los que asociamos los seres vegetales, como las grandes extensiones de monocultivos para obtener biodiésel, han justificado la instrumentalización de las plantas, cuya existencia solo tendría sentido si sirve a los fines animales o humanos.
Es clave reflexionar sobre los múltiples sentidos de la agricultura en distintos marcos geográficos y en la larga historia de la humanidad. Para dar un ejemplo, los aborígenes australianos ven la vasta tierra continental que ocupan como un “país” dotado de una voluntad y una fuerza de vida propias. La vida expresada en sus diversas formas es producto de la intencionalidad del lugar.
Los wayuus ven el universo como un gigantesco cultivo. Los bosques están cultivados por un ser mitológico e hipermasculino asociado con la lluvia, llamado Juya. Las frutas silvestres que se recolectan en el bosque son producto de su labor. En contraste, las plantas cuya reproducción depende de la acción humana, como el maíz, tienen su lugar en la huerta. La agricultura no se reduce a simples relaciones instrumentales entre humanos y vegetales. Desde la siembra hasta la cosecha intervienen especies que buscan aprovecharse de los cultivos. La huerta humana es descrita por los agricultores como un auditorio concurrido, polifónico y dinámico en el que confluyen diferentes voces, cantos y acciones de seres vivientes. Para los wayuus, es una arena pública en la que intervienen múltiples especies con sus propias identidades y propósitos, cuyas acciones se entremezclan en complejas interacciones antagónicas o colaborativas alrededor del aprovechamiento de las plantas y sus frutos.
El Banco Mundial considera que “el crecimiento de la población y el cambio de los regímenes alimentarios están incrementando la demanda de alimentos y hay dificultades para mantener los niveles de producción a medida que los rendimientos de los cultivos se estabilizan en muchas partes del mundo, la salud de los océanos se deteriora y los recursos naturales se explotan peligrosamente al máximo”. Según esta entidad, el mundo necesitará producir alrededor de un 70 % más de comida en 2050 para alimentar a una población estimada de 9.000 millones de personas. Colombia, como todos los países, deberá responder a este inminente desafío.
Junto con la propiedad de la tierra, las diversas agriculturas, con sus múltiples voces e intereses, han estado en el centro de nuestro conflicto. Por ello, quizá debemos repensar no solo la agricultura sino la noción misma de país. Los aborígenes australianos consideran que las personas están inmersas en un paisaje local, concebido como un “territorio nutriente”. La antropóloga Deborah Rose describe un país como un lugar que “da y recibe vida”, y señala que ese territorio es un ser vivo, una entidad con su propia volición y conciencia. Ese debe ser el reto de Colombia: convertirse en un país nutriente. wilderguerra@gmail.com
Maravilloso que piensen abolir el servicio militar obligatorio. Es el mayor abuso que se puede arrogar el Estado, pero no lo reemplacen por un voluntariado ambiental o social. Quitar a la fuerza un año de vida a un joven es moral y económicamente dañino. Respetar el proyecto de vida.
Bueno... ¿A qué hora sale hoy la lista del gabinete que falta? ¿Hicieron canción en La Macarena con los nombres? ¿Cómo es la vuelta? Estamos ya cansadas de andar adivinaaando.
Parece que a las congresistas mujeres jóvenes no les perdonan las acciones que son comunes en los congresistas varones. Hay mucho de misoginia en las críticas a esas parlamentarias. No digo que sean justificables sus errores, digo que hay un evidente doble estándar.
Dos hombres que se besaban en un parque fueron víctimas de un ataque homofóbico. Hasta amenazan con lincharlos. En plena Bogotá y a la vista pública. La violencia cotidiana contra las personas LGBTIQ+ es uno de los principales problemas de derechos humanos que debemos atender.