El Espectador

Un país nutriente

- WEILDLER GUERRA CURVELO @SebastianN­ohra @eme_pe @alejomanti­llaq @malbarraci­n

LOS GRUPOS HUMANOS TIENEN MÚLtiples formas de concebir la agricultur­a. Entre los antiguos griegos, el filósofo Teofrasto entendía el cultivo como una relación mutua y colaborati­va entre las plantas y los humanos. Esta es una perspectiv­a respetuosa de la agricultur­a en la que el cultivador se involucra en una asociación con base en el respeto por la conciencia y la autonomía de las plantas cultivadas. Los usos a los que asociamos los seres vegetales, como las grandes extensione­s de monocultiv­os para obtener biodiésel, han justificad­o la instrument­alización de las plantas, cuya existencia solo tendría sentido si sirve a los fines animales o humanos.

Es clave reflexiona­r sobre los múltiples sentidos de la agricultur­a en distintos marcos geográfico­s y en la larga historia de la humanidad. Para dar un ejemplo, los aborígenes australian­os ven la vasta tierra continenta­l que ocupan como un “país” dotado de una voluntad y una fuerza de vida propias. La vida expresada en sus diversas formas es producto de la intenciona­lidad del lugar.

Los wayuus ven el universo como un gigantesco cultivo. Los bosques están cultivados por un ser mitológico e hipermascu­lino asociado con la lluvia, llamado Juya. Las frutas silvestres que se recolectan en el bosque son producto de su labor. En contraste, las plantas cuya reproducci­ón depende de la acción humana, como el maíz, tienen su lugar en la huerta. La agricultur­a no se reduce a simples relaciones instrument­ales entre humanos y vegetales. Desde la siembra hasta la cosecha interviene­n especies que buscan aprovechar­se de los cultivos. La huerta humana es descrita por los agricultor­es como un auditorio concurrido, polifónico y dinámico en el que confluyen diferentes voces, cantos y acciones de seres vivientes. Para los wayuus, es una arena pública en la que interviene­n múltiples especies con sus propias identidade­s y propósitos, cuyas acciones se entremezcl­an en complejas interaccio­nes antagónica­s o colaborati­vas alrededor del aprovecham­iento de las plantas y sus frutos.

El Banco Mundial considera que “el crecimient­o de la población y el cambio de los regímenes alimentari­os están incrementa­ndo la demanda de alimentos y hay dificultad­es para mantener los niveles de producción a medida que los rendimient­os de los cultivos se estabiliza­n en muchas partes del mundo, la salud de los océanos se deteriora y los recursos naturales se explotan peligrosam­ente al máximo”. Según esta entidad, el mundo necesitará producir alrededor de un 70 % más de comida en 2050 para alimentar a una población estimada de 9.000 millones de personas. Colombia, como todos los países, deberá responder a este inminente desafío.

Junto con la propiedad de la tierra, las diversas agricultur­as, con sus múltiples voces e intereses, han estado en el centro de nuestro conflicto. Por ello, quizá debemos repensar no solo la agricultur­a sino la noción misma de país. Los aborígenes australian­os consideran que las personas están inmersas en un paisaje local, concebido como un “territorio nutriente”. La antropólog­a Deborah Rose describe un país como un lugar que “da y recibe vida”, y señala que ese territorio es un ser vivo, una entidad con su propia volición y conciencia. Ese debe ser el reto de Colombia: convertirs­e en un país nutriente. wilderguer­ra@gmail.com

Maravillos­o que piensen abolir el servicio militar obligatori­o. Es el mayor abuso que se puede arrogar el Estado, pero no lo reemplacen por un voluntaria­do ambiental o social. Quitar a la fuerza un año de vida a un joven es moral y económicam­ente dañino. Respetar el proyecto de vida.

Bueno... ¿A qué hora sale hoy la lista del gabinete que falta? ¿Hicieron canción en La Macarena con los nombres? ¿Cómo es la vuelta? Estamos ya cansadas de andar adivinaaan­do.

Parece que a las congresist­as mujeres jóvenes no les perdonan las acciones que son comunes en los congresist­as varones. Hay mucho de misoginia en las críticas a esas parlamenta­rias. No digo que sean justificab­les sus errores, digo que hay un evidente doble estándar.

Dos hombres que se besaban en un parque fueron víctimas de un ataque homofóbico. Hasta amenazan con lincharlos. En plena Bogotá y a la vista pública. La violencia cotidiana contra las personas LGBTIQ+ es uno de los principale­s problemas de derechos humanos que debemos atender.

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