Ese periodismo de dron
EL CUBRIMIENTO DE LA TRANSMISIÓN de mando mostró que seguimos anclados en el pasado. Fallamos con el encuadre, pensado desde lo tradicional, hegemónico y repetitivo: se concibe el poder desde arriba, a pesar de que las nuevas ciudadanías enseñan que ese poder se descentró y que los protagonistas son las comunidades de les nadies que apenas tuvieron segundos de visibilidad, no obstante su periplo para estar en la posesión como invitados centrales que eran. No hubo tiempo para ellos, empecinada como estaba la prensa en destellos protocolarios.
Tanto como el acto ceremonial, era fundamental el relato de la gente en territorios y fronteras, más allá del centralismo de la Plaza de Bolívar. Sólo algunos noticieros dieron cuenta de ello en comprimidos tan fugaces como despojados de sentido.
Las transmisiones se embebieron en su proverbial ombliguismo: la verborrea exasperante de periodistas, presentadores y analistas, sin tiempo para las poblaciones que por primera vez tenían una fiesta política verdaderamente suya. Se olvidaron de que antes que la mirada experta, interesada cuando no viciada, están los hechos para que las audiencias formen su propio criterio.
Y luego, las estéticas: esa terquedad en la mirada vertical, lejana y apabullante, desde lugares preferenciales, sin cámaras a la altura de los ojos públicos, como sí lo supieron hacer ellos en redes y medios ciudadanos, donde se compartió de veras la emoción.
Se sigue pecando en la idealización de las figuras en razón de su visibilidad, a pesar de que ellas mismas hicieron lo posible, con símbolos y atuendos, para desviar la mirada hacia los verdaderos artífices del cambio.
Por eso, la intermediación de la prensa distanció y contradijo el deseo popular y constitucional de pluralismo. El país avanza y el periodismo de dron parece no advertirlo. @marioemorales y www.mariomorales.info