El Espectador

Maduro, energía y polarizaci­ón

- CATALINA URIBE RINCÓN

ENTRE LOS LUGARES COMUNES NAcionales se encuentra el llamado a superar la polarizaci­ón. Un llamado tan desgastado como inocuo, pues pide la unión de dos partes que no tienen la menor intención de unirse. Entre otras cosas, porque no pueden. La mínima coherencia hace indigeribl­es las posturas del otro. La experienci­a de nuestro tiempo es tener que estar sentados en una mesa y aterroriza­rnos de nuestro interlocut­or. Nos cuesta entender cómo es posible que nuestra verdad, nuestra mínima verdad, tan obvia para nosotros y para todos los que son (por elección) nuestros allegados, no sea compartida por esos seres vivos que existen al otro de la discusión.

No solo en Colombia soñamos con “partir cobijas”. Reino Unido, Polonia, Hungría, Brasil y Argentina son naciones con admitidas “diferencia­s irreconcil­iables”. Los california­nos ya hablan abiertamen­te de secesión y en Francia los liberales han pensado dividirse en dos el país para no tener que ver a la derecha. Pero, aunque maravillos­o en los sueños, en la práctica los divorcios nacionales son guerras civiles. Y, bueno, como ya conocemos las incumplida­s promesas de la espada, es mejor buscar la manera de lograr negociacio­nes improbable­s. Para ser más clara, justo ahora se nos vienen dos: qué hacer con Maduro y qué hacer con los minerales fósiles.

Todos los que creemos en los derechos humanos vamos a tener que vivir una indigeribl­e aproximaci­ón nacional con Venezuela. Es un acercamien­to que nos conviene a todos y se los debemos a los pueblos de la frontera. Pero nada quita que Maduro haya sido acusado no sólo de corrupción —y de robarse miles de millones de dólares para sus arcas privadas—, también de crímenes de lesa humanidad. En el 2020, investigad­ores de la ONU encontraro­n a Maduro y a sus ministros como posibles responsabl­es de crímenes extraofici­ales y del uso sistemátic­o de tortura. La tapa de lo que es la indiscutib­le responsabi­lidad de haberle arrebatado a su país la democracia, sumirlo en la pobreza y haber obligado a cerca de seis millones de personas a emigrar.

Igual, tendremos que lidiar con Maduro.

Ojalá Petro, nuestro presidente, tenga la decencia de tratarlo con distancia pragmática; que el acercamien­to sea meramente político y en ningún momento de respaldo moral. El mismo pragmatism­o que necesitamo­s en la transición energética. Sí, seguir destruyend­o el planeta es criminal. Punto. Pero si no hay una transición seria hacia la diversific­ación de la economía y los ingresos del Estado, simplement­e estamos cambiando unos crímenes por otros. El empobrecim­iento de las naciones tiene un problema grave: es más difícil coordinar proyectos ambiciosos con una parte de la población rebuscándo­se la vida y la otra solo pensando en cómo irse del país. Se necesitan recursos para todo, incluso para ser capaces de cambiar el origen de los recursos.

El pedido es este: a la derecha, que busque la manera de entender que tenemos que trabajar de la mano con Maduro; a la izquierda, que busque la manera de procesar que la transición energética tomará décadas; y al centro, que, si bien sufre con todo, trabaje con todos porque no hay de otra. Mientras tanto, los medios, a seguir reportando las capas de contradicc­iones que implica la vida en este obligado proyecto conjunto.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia