Maduro, energía y polarización
ENTRE LOS LUGARES COMUNES NAcionales se encuentra el llamado a superar la polarización. Un llamado tan desgastado como inocuo, pues pide la unión de dos partes que no tienen la menor intención de unirse. Entre otras cosas, porque no pueden. La mínima coherencia hace indigeribles las posturas del otro. La experiencia de nuestro tiempo es tener que estar sentados en una mesa y aterrorizarnos de nuestro interlocutor. Nos cuesta entender cómo es posible que nuestra verdad, nuestra mínima verdad, tan obvia para nosotros y para todos los que son (por elección) nuestros allegados, no sea compartida por esos seres vivos que existen al otro de la discusión.
No solo en Colombia soñamos con “partir cobijas”. Reino Unido, Polonia, Hungría, Brasil y Argentina son naciones con admitidas “diferencias irreconciliables”. Los californianos ya hablan abiertamente de secesión y en Francia los liberales han pensado dividirse en dos el país para no tener que ver a la derecha. Pero, aunque maravilloso en los sueños, en la práctica los divorcios nacionales son guerras civiles. Y, bueno, como ya conocemos las incumplidas promesas de la espada, es mejor buscar la manera de lograr negociaciones improbables. Para ser más clara, justo ahora se nos vienen dos: qué hacer con Maduro y qué hacer con los minerales fósiles.
Todos los que creemos en los derechos humanos vamos a tener que vivir una indigerible aproximación nacional con Venezuela. Es un acercamiento que nos conviene a todos y se los debemos a los pueblos de la frontera. Pero nada quita que Maduro haya sido acusado no sólo de corrupción —y de robarse miles de millones de dólares para sus arcas privadas—, también de crímenes de lesa humanidad. En el 2020, investigadores de la ONU encontraron a Maduro y a sus ministros como posibles responsables de crímenes extraoficiales y del uso sistemático de tortura. La tapa de lo que es la indiscutible responsabilidad de haberle arrebatado a su país la democracia, sumirlo en la pobreza y haber obligado a cerca de seis millones de personas a emigrar.
Igual, tendremos que lidiar con Maduro.
Ojalá Petro, nuestro presidente, tenga la decencia de tratarlo con distancia pragmática; que el acercamiento sea meramente político y en ningún momento de respaldo moral. El mismo pragmatismo que necesitamos en la transición energética. Sí, seguir destruyendo el planeta es criminal. Punto. Pero si no hay una transición seria hacia la diversificación de la economía y los ingresos del Estado, simplemente estamos cambiando unos crímenes por otros. El empobrecimiento de las naciones tiene un problema grave: es más difícil coordinar proyectos ambiciosos con una parte de la población rebuscándose la vida y la otra solo pensando en cómo irse del país. Se necesitan recursos para todo, incluso para ser capaces de cambiar el origen de los recursos.
El pedido es este: a la derecha, que busque la manera de entender que tenemos que trabajar de la mano con Maduro; a la izquierda, que busque la manera de procesar que la transición energética tomará décadas; y al centro, que, si bien sufre con todo, trabaje con todos porque no hay de otra. Mientras tanto, los medios, a seguir reportando las capas de contradicciones que implica la vida en este obligado proyecto conjunto.