El glifosato como asignatura
EL DEBATE SOBRE SI LLEVAR O NO EL Informe Final de la Comisión de la Verdad a las aulas se da en tiempos de crisis climática y deforestación. Por eso habría que hablar del material testimonial reunido en el tomo “Cuando los pájaros no cantaban”, dirigido por el comisionado Alejandro Castillejo.
Son muchos los temas ambientales abordados, pero vale la pena detenerse en el del glifosato.
Quienes lo padecieron ya habían explicado sus consecuencias sobre la salud, el entorno, los alimentos, los animales y las fuentes de agua. Organizaciones de derechos humanos documentaron lo que pudieron. La esfera del derecho internacional supo de la gravedad del asunto tan pronto la Corte Internacional de Justicia le dio la razón a Ecuador en su demanda contra Colombia por el uso del pesticida en la frontera. La Corte Constitucional les puso un tatequieto a las fumigaciones. La academia ahondó en lo dañino de la estrategia, vendida como necesaria en la lucha contra las drogas. Documentó esta guerra como inútil y costosa, como devastación química, como ecocidio. La prensa ha retomado estas y otras fuentes para recordar lo absurdo de la fumigación.
En fin, era apenas entendible que tanta y tan variada información llegase a la Comisión de la Verdad. Hoy estamos ante una verdad sólida y oficial. Lo de la mata que mata no fue sino una forma más de vendernos la necesidad del glifosato.
Y todavía hay quienes se preguntan si cabe hablar de este capítulo en los colegios.
¿Para qué, si no, la historia y en particular la historia ambiental? ¿O la ética tras el desplazamiento de poblaciones enteras por el uso del glifosato y razones contrainsurgentes? ¿Para qué la filosofía si no es para cuestionar los saberes que orientan el conocimiento, incluidos los que el propio Estado ha impuesto? ¿Cómo explicar las relaciones internacionales sin referencias a un Plan Colombia manejado por contratistas norteamericanos y sus avionetas?