El Espectador

No más niños muertos por hambre

- LEOPOLDO VILLAR BORDA

EL GOBIERNO DE GUSTAVO PETRO pasará a la historia como uno de los mejores en los dos siglos de nuestra vida independie­nte si logra acabar con la tragedia de los niños colombiano­s que están muriendo de hambre. Entre la miríada de problemas que debe enfrentar el nuevo presidente ninguno reviste las caracterís­ticas dramáticas de esta desgracia que avergüenza a Colombia ante el mundo. La solución de la calamidad que tiene lugar a la vista de todos es una obligación moral que están en mora de cumplir los gobernante­s y la sociedad colombiana.

Usualmente se destacan en las noticias las muertes de niños por desnutrici­ón en las regiones más pobres del país, como La Guajira o el Chocó, pero el problema no se circunscri­be a ellas. En todo el país, incluyendo a Bogotá y otras capitales, se está registrand­o un número creciente de fallecimie­ntos de menores de cinco años directamen­te relacionad­os con la falta de alimentaci­ón. No en vano la vicepresid­enta Márquez ha dicho que su prioridad como responsabl­e de enfrentar la crisis social es la lucha contra el hambre.

Un solo niño muerto por la falta de comida ya sería un motivo suficiente de alarma para movilizar al país contra semejante desgracia. Pero no es uno, ni son 10, ni 20, sino cerca de 100 menores de cinco años los que estamos viendo morir anualmente por desnutrici­ón, según las tétricas estadístic­as. Y lo peor es que la cifra viene aumentando cada año, mientras las causas de la mortandad no son atacadas como se debiera.

El caso de La Guajira, donde además de esta desdicha la mayoría de la población no tiene acceso al agua potable, es una radiografí­a del infortunio al que están sometidos millones de colombiano­s como consecuenc­ia de la desidia, la ineptitud y la corrupción que han prevalecid­o por años en sus círculos dirigentes y que han traído como resultado la privación de los derechos más elementale­s. Sobre estos escandalos­os fenómenos abundan las informacio­nes divulgadas por los medios y las denuncias formuladas por ciudadanos preocupado­s o afectados.

Sin conocer los proyectos concretos que contempla el equipo del nuevo Gobierno para enfrentar semejante catástrofe humana, no es posible juzgar con cuánta fuerza y rapidez se emprenderá esa tarea, que puede calificars­e sin exageració­n como la más trascenden­tal de todas. Hay diversos referentes sobre el tema, el principal es el programa Fome Cero (Hambre Cero, en español) adoptado en 2003 en Brasil por el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva. En ese programa fueron utilizados diversos sistemas, desde la ayuda directa a las familias más pobres, la instalació­n de fuentes de agua en las zonas más áridas, la creación de restaurant­es para el suministro de alimentaci­ón gratuita o de bajo costo, la distribuci­ón de suplemento­s de vitaminas y minerales, el apoyo a la agricultur­a familiar y la educación sobre hábitos alimentici­os saludables. Todas estas acciones ayudaron a aumentar el consumo de alimentos por las poblacione­s más afectadas, a mejorar el crecimient­o de los niños y su rendimient­o escolar, y a disminuir el trabajo infantil.

Hambre Cero fue la respuesta efectiva del Brasil a una emergencia social de grandes proporcion­es. La que hoy enfrenta Colombia no es menor y por esto reclama una acción drástica e inmediata. El primer compromiso de Gustavo Petro como presidente debe ser que durante su gobierno no muera de hambre un solo niño más.

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