El poder de la calle a través del arte
Se ha interesado por transmitir mensajes políticos y sociales, por medio de pictogramas y retratos en esténcil.
A usted lo han tildado de ser el “Banksy colombiano”, en parte por ocultar su rostro y preferir el anonimato. ¿Qué piensa de que a veces la gente equipare a dos artistas, desconociendo quizás que cada obra es única?
Primero que todo, a mí no me parece mal ese tipo de analogías. De hecho, todo lo contrario: es un honor que me comparen con Banksy, él siempre ha sido un referente para mí desde que empecé a hacer arte en la calle. Tenía un poco lo que yo buscaba, que era la técnica del esténcil, la irreverencia, el humor y ese tinte político y social. Entonces, siempre me he identificado con él. Obviamente me gustaría que esa mirada o ese análisis se hiciera más a profundidad, como tú lo planteas, y no a los términos que la gente por lo general mira, que son supersomeros, en los que “ah sí, el ‘Banksy colombiano’, qué chimba”.
Creería que los puntos en donde empiezan a haber ese tipo de coincidencias o de relación cercana con ambas obras tienen que ver no solo con la parte del anonimato, que es algo que siempre he querido mantener y lo hago de una manera un poco como Banksy: más allá de lo legal o ilegal, sino más bien como casi un statement ,un performance, sobre lo que sucede hoy en día con lo aparente, con la estética y la imagen del artista y cómo la gente prioriza un poco lo superficial a lo verdadero; a la obra en este caso. Entonces, es más que todo evitar que la persona sea el show, que hoy en día las personas tienden mucho a eso, y darle prioridad y relevancia más a la obra y al mensaje.
Usted mencionaba que el anonimato lo ha querido mantener debido a que prefiere darle mayor protagonismo a la obra que al artista. ¿Por qué cree que en esta sociedad nos cuesta tanto no ser los protagonistas?
Yo creería, y es una cosa que ana-* lizo mucho, que es un afán del ser humano y sobre todo de nuestra cultura —porque es más de la cultura occidental—, de pensar que vamos a sobrevivir a través de algo, de un tipo de acción X o Y. Si uno es un artista entonces quiere ser “el más putas”, el más reconocido; si uno es empresario, el más millonario y pasar por el resto y hacer más empresa; si uno es político, entonces quiere dejar huella por X o Y, haciendo las cosas bien o mal. Y eso creo que en últimas se debe a un temor a la muerte, a simplemente desaparecer sin haber dejado una huella, sea buena o mala. También es un poco priorizar el resultado por encima de los procesos, que me parece que, como te decía, es un poco occidental y es algo que también nos ha metido nuestro sistema capitalista; esa idea de ser totalmente efectivistas: lo que importa es el resultado, cuánto gané. En Oriente creo que hay una priorización más sobre los procesos que sobre el resultado. Y creería yo un poco que el arte urbano y que esa idea de anular la superficie va más con que miren o den prioridad a los procesos y no a lo aparente, al resultado. También, que observen lo que hay detrás del artista, porque hoy en día nos gusta catalogar a la gente: “este es gay, este es negro, este es tonto, este es inteligente, este es rico, este es pobre”, y eso lo hacen también a través de la apariencia, se juzga a través de lo aparente.
¿Y para usted cuál sería ese poder del muro?
El poder de comunicar, de ponerte a pensar básicamente, en el caso del arte de calle. En el caso del grafiti el poder del muro podría tener que ver con salvar gente, con salvar poblaciones a través de la práctica, porque el grafiti no es muy comunicacional, es cifrado. Pero para mí, como artista de calle, poder comunicar, decir lo que pienso. Como siempre he dicho, poder abrir una mente, cambiar un pensamiento, que alguien investigue, que se entere de una masacre, de un desplazamiento, de alguien que perdió la vida por x o y, que no ha salido en los medios y está siendo olvidada (…) Y ese es básicamente el poder que tiene el arte en la calle, que alguien diga “qué chimba, esto me hizo pensar, cambiar”. Y vuelvo a lo mismo: el arte es arte y no es una imposición de lo que yo quiera hacerlos pensar. Obviamente yo tengo mis mensajes, pero cada uno es un mundo y puede interpretar a su manera, y eso también es lo chévere del arte y lo contundente de ese lenguaje: puede hacerte abrir la mente de una manera super pacífica, humorística, amable, agradable, que te llama la atención su estética, pero después te está hablando sobre una masacre.