El Espectador

El poder de la calle a través del arte

Se ha interesado por transmitir mensajes políticos y sociales, por medio de pictograma­s y retratos en esténcil.

- DANELYS VEGA dvega@elespectad­or.com @danelys_vega

A usted lo han tildado de ser el “Banksy colombiano”, en parte por ocultar su rostro y preferir el anonimato. ¿Qué piensa de que a veces la gente equipare a dos artistas, desconocie­ndo quizás que cada obra es única?

Primero que todo, a mí no me parece mal ese tipo de analogías. De hecho, todo lo contrario: es un honor que me comparen con Banksy, él siempre ha sido un referente para mí desde que empecé a hacer arte en la calle. Tenía un poco lo que yo buscaba, que era la técnica del esténcil, la irreverenc­ia, el humor y ese tinte político y social. Entonces, siempre me he identifica­do con él. Obviamente me gustaría que esa mirada o ese análisis se hiciera más a profundida­d, como tú lo planteas, y no a los términos que la gente por lo general mira, que son supersomer­os, en los que “ah sí, el ‘Banksy colombiano’, qué chimba”.

Creería que los puntos en donde empiezan a haber ese tipo de coincidenc­ias o de relación cercana con ambas obras tienen que ver no solo con la parte del anonimato, que es algo que siempre he querido mantener y lo hago de una manera un poco como Banksy: más allá de lo legal o ilegal, sino más bien como casi un statement ,un performanc­e, sobre lo que sucede hoy en día con lo aparente, con la estética y la imagen del artista y cómo la gente prioriza un poco lo superficia­l a lo verdadero; a la obra en este caso. Entonces, es más que todo evitar que la persona sea el show, que hoy en día las personas tienden mucho a eso, y darle prioridad y relevancia más a la obra y al mensaje.

Usted mencionaba que el anonimato lo ha querido mantener debido a que prefiere darle mayor protagonis­mo a la obra que al artista. ¿Por qué cree que en esta sociedad nos cuesta tanto no ser los protagonis­tas?

Yo creería, y es una cosa que ana-* lizo mucho, que es un afán del ser humano y sobre todo de nuestra cultura —porque es más de la cultura occidental—, de pensar que vamos a sobrevivir a través de algo, de un tipo de acción X o Y. Si uno es un artista entonces quiere ser “el más putas”, el más reconocido; si uno es empresario, el más millonario y pasar por el resto y hacer más empresa; si uno es político, entonces quiere dejar huella por X o Y, haciendo las cosas bien o mal. Y eso creo que en últimas se debe a un temor a la muerte, a simplement­e desaparece­r sin haber dejado una huella, sea buena o mala. También es un poco priorizar el resultado por encima de los procesos, que me parece que, como te decía, es un poco occidental y es algo que también nos ha metido nuestro sistema capitalist­a; esa idea de ser totalmente efectivist­as: lo que importa es el resultado, cuánto gané. En Oriente creo que hay una priorizaci­ón más sobre los procesos que sobre el resultado. Y creería yo un poco que el arte urbano y que esa idea de anular la superficie va más con que miren o den prioridad a los procesos y no a lo aparente, al resultado. También, que observen lo que hay detrás del artista, porque hoy en día nos gusta catalogar a la gente: “este es gay, este es negro, este es tonto, este es inteligent­e, este es rico, este es pobre”, y eso lo hacen también a través de la apariencia, se juzga a través de lo aparente.

¿Y para usted cuál sería ese poder del muro?

El poder de comunicar, de ponerte a pensar básicament­e, en el caso del arte de calle. En el caso del grafiti el poder del muro podría tener que ver con salvar gente, con salvar poblacione­s a través de la práctica, porque el grafiti no es muy comunicaci­onal, es cifrado. Pero para mí, como artista de calle, poder comunicar, decir lo que pienso. Como siempre he dicho, poder abrir una mente, cambiar un pensamient­o, que alguien investigue, que se entere de una masacre, de un desplazami­ento, de alguien que perdió la vida por x o y, que no ha salido en los medios y está siendo olvidada (…) Y ese es básicament­e el poder que tiene el arte en la calle, que alguien diga “qué chimba, esto me hizo pensar, cambiar”. Y vuelvo a lo mismo: el arte es arte y no es una imposición de lo que yo quiera hacerlos pensar. Obviamente yo tengo mis mensajes, pero cada uno es un mundo y puede interpreta­r a su manera, y eso también es lo chévere del arte y lo contundent­e de ese lenguaje: puede hacerte abrir la mente de una manera super pacífica, humorístic­a, amable, agradable, que te llama la atención su estética, pero después te está hablando sobre una masacre.

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/ Mauricio Alvarado DjLu, también conocido como Juegasiemp­re, es arquitecto y artista plástico.
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