El cacao que mató el chocolate
“LA CONCENTRACIÓN DE TIERRA SE manifiesta en que unos pocos poseen la mayor extensión de tierras económicamente explotables”. La frase la escribió Carlos Lleras Restrepo en sus “Bases para una reforma social agraria” (1960) y hoy en día la repite, con la misma vigencia, la ministra de Agricultura, Cecilia López. “Las actuales tierras baldías no son susceptibles de ocupación y explotación económica, ya sea por causa de la ubicación geográfica, ya por la naturaleza de los suelos o del régimen meteorológico o por todas estas razones juntas”. La frase la pronunció Carlos Lleras Restrepo durante el Frente Nacional para explicar por qué la solución no radicaba en la repartición de baldíos sino en la redistribución de tierras productivas. Hoy en día es igual de cierta.
Durante décadas se ha hablado de concentración de tierra improductiva en manos ganaderas. Lo mismo ocurre con la idea de una población campesina reducida a un “microfundio”. Una hectárea y media para cada vaca, sugirió la ministra López: “Un millón de familias campesinas tienen menos tierra que una vaca”. Por esto la urgencia de una reforma agraria, luego de varios intentos de redistribución y contrarreformas armadas. Los planes son precisos y el diagnóstico es viejo. Cecilia López, como Carlos Lleras, habla de aumentar los impuestos a la tierra rural y de aumentar la capacidad productiva de las tierras fértiles. De transitar de un feudalismo a un capitalismo en el campo. “Se trata de volverlos productivos”, afirmó la ministra hace poco. “De cambiar esa connotación feudal del latifundio a lo que ahora se llama agribusiness”.
Hasta ahí todo suena esperanzador y casi perfecto. La exuberancia de la desigualdad y de las tragedias que acarrea hace que, quizá, por primera vez en la historia haya “ambiente”, parafraseando a Julio Sánchez, y se puedan adelantar las reformas.
Algo, sin embargo, no cuadra. La ministra anuncia que a microfundistas (pequeña agricultura familiar) se les aumentará la cantidad de tierra que hoy poseen y se les llegará con “asistencia técnica y crédito”. Si bien antes no se pudo redistribuir la tierra productiva ni erradicar el feudalismo, las últimas décadas sí vieron una infinidad de proyectos que otorgaron, con resultados agrios, “asistencia técnica y crédito” a campesinos. Los informes de la Comisión de la Verdad dan voz a algunas de estas historias en que la búsqueda de una productividad acelerada del campo llevó a deudas impagables y arrasó con economías campesinas, especies nativas y soberanías alimentarias.
Una de estas historias es la del chocolate criollo. Este chocolate “se adaptaba a la tierra de nosotros”, recuerda el entrevistado. Cuando un día, mediante proyectos de reforma y asistencia técnica, les trajeron otro cacao y les dijeron que ese es el que “había que sembrar”. “Uy, que eso era lo último en guarachas. Prestamos pa sembrar de ese cacao en el Banco Agrario y ese no sirve y mató al chocolate nativo”. Y concluye: “Entonces está la gente endeudada”.
Está también la parábola de “la masacre de las gallinas” que deben leer el presidente y la ministra. En esta, se recoge la historia del arroz “cica-8” introducido en la cuenca del Atrato. “Trajeron la semilla que era lo último en guarachas”. Se trataba de un arroz rojizo que venía “inmunizado para que no le cayeran animales y plagas”. Vinieron técnicos a impartir cursos y entregar “bomba, botas, azadón, lima, machete, unos picos para revolotear la tierra... y unas palas”. Para acceder a la máxima eficiencia, les explicaron después, había que endeudarse e invertir en un nuevo pesticida. Un día empezaron a amanecer muertas gallinas por toda la región. El veneno eran las nuevas semillas que además no cumplieron con las promesas de prosperidad. “No quedó una gallina de prestigio en ninguna comunidad”, cuenta la mujer entrevistada, quien también se pregunta lo siguiente: “Yo no sé por qué todo lo que nos traen acaba con lo de nosotros”.