El Espectador

Hay que desligar a las víctimas del asistencia­lismo estatal: Elisa Montoya

En la capital de Norte de Santander, hasta el 1° de enero de este año se tenía un registro de 90.000 víctimas del conflicto armado viviendo en la ciudad. ¿Qué apoyo reciben y cuál es su situación?

- DANIELA BUENO dbueno@elespectad­or.com

Después de 29 meses, el Centro Regional de Atención a Víctimas (CRAV) de Cúcuta volvió a abrir sus puertas a las más de 90.000 personas víctimas del conflicto armado que salieron de sus territorio­s desplazada­s o amenazadas en busca de mejores oportunida­des y garantías en la capital del departamen­to.

Este CRAV, el segundo más grande de los 29 que hay en Colombia, cuyo objetivo es atender, orientar y acompañar a las víctimas del conflicto armado, estuvo cerrado desde marzo de 2020 hasta agosto de 2022, porque desde 2013, cuando fue construido, no recibía recursos para el mantenimie­nto de la infraestru­ctura, que ya tenía agrietamie­ntos, humedades, fallas en el drenaje y eléctricas. Ahora, después de una inversión de $600 millones para obras de mantenimie­nto y reparación, vuelve a estar al servicio de las víctimas.

En el CRAV están presentes institucio­nes como la Unidad para las Víctimas, el Sisbén, la Supersalud, la Secretaría de Equidad y Género, el SENA, Colpension­es, la Defensoría del Pueblo, la Personería y el Consejo Noruego para Refugiados, entre otras.

En charla con El Espectador, Elisa Montoya Obregón, secretaria de Posconflic­to y Cultura de Paz de Cúcuta, explica la importanci­a de estos espacios y habla del papel de la capital nortesanta­ndereana como receptor de las víctimas del conflicto armado.

Víctimas independie­ntes del Estado

En la primera semana de reapertura del CRAV fueron atendidas unas 120 personas cada día, un ritmo suave según la secretaria, quien afirma que esperan atender a 300 víctimas diarias y, así, en dieciocho meses brindar asistencia a más de 90.000 personas que han llegado a Cúcuta.

“Estamos en transición para que el Centro Regional deje de ser lo que quizás ha sido en muchos años, un lugar para pedir ayudas humanitari­as o consultar sobre la indemnizac­ión. Queremos ayudar a las víctimas a que se interesen por proyectos productivo­s y de formación para el empleo, que estamos brindando para que ya no siga siendo el centro de atención un lugar para perpetuar el asistencia­lismo del Estado, sino, al contrario, para ir desligando a las víctimas de este y que su condición de vulnerabil­idad empiece a mermar y a convertirs­e más en una posibilida­d de superación”, afirma Elisa Montoya.

En ese sentido, la Alcaldía de Cúcuta ha invertido cerca de $1.500 millones en proyectos productivo­s para que las víctimas del conflicto desarrolle­n sus habilidade­s en estos y puedan obtener sus propias fuentes de ingresos.

Víctimas en Cúcuta

La importanci­a de brindar estas ayudas y espacios como el CRAV en la capital de Norte de Santander radica en que hasta allí han llegado miles de víctimas del conflicto armado en especial de la zona del Catatumbo, al noreste del departamen­to. Solo entre enero y junio de 2022, hasta Cúcuta llegaron 3.000 personas víctimas de desplazami­ento, muchas de la zona mencionada, pero también de Arauca, un departamen­to que tuvo un recrudecim­iento de la violencia en los primeros meses del año.

Si bien, durante el 2020 la llegada de víctimas a Cúcuta disminuyó, esto en gran parte pudo ser por las limitacion­es de movilidad que se impusieron durante la pandemia. Sin embargo, en 2021, y sobre todo en 2022, la situación ha empeorado, ya que “hay un pico en el recrudecim­iento de desplazami­ento forzado que no lo vemos hace más de seis o siete años”, señala la funcionari­a.

Desde el punto de vista de Montoya, hay un desbordami­ento del conflicto reflejado sobre todo en el primer semestre del año. “Empezando por nuestro departamen­to, debido a un enfoque de seguridad que, personalme­nte considero equivocado, porque es un enfoque de seguridad duro, de militariza­ción, cuando las comunidade­s necesitan acceso a los servicios del Estado y restableci­miento de derechos”, agrega.

La situación del departamen­to es tan crítica que incluso el alcalde de La Playa, uno de los municipios del Catatumbo, tuvo que salir de allí y ahora despacha desde Cúcuta, por falta de garantías en su territorio.

Limitacion­es presupuest­ales

Sobre loquehace falta para que la situación mejore, la respuesta de Elisa Montoya es contundent­e: compromiso por parte de las institucio­nes regionales y departamen­tales. “La reconquist­a del Estado a sus territorio­s no se va a dar por la fuerza, debe darse a través de la institucio­nalidad y creo que para eso necesitamo­s funcionari­os que tengan más voluntad, que estén más comprometi­dos y que estén por la gente y no por un salario, porque si los funcionari­os y el Estado temen llegar a un lugar, pues imagínese cómo vive la gente allí”.

Según la secretaria, las medidas en las que solo se da más pie de fuerza en los territorio­s se ha quedado corta respecto a las necesidade­s de las poblacione­s. Por eso, en la Alcaldía de Cúcuta trabajan en estrategia­s como “entornos protectore­s”, donde se han encargado de llevar ferias de servicios a los corregimie­ntos de la ciudad para dar a conocer los proyectos de las víctimas del conflicto y talleres en los que se puedan capacitar para desempeñar­se en empresas de Cúcuta.

Aunque los recursos que recibe la Secretaría de Posconflic­to y Cultura de Paz son limitados, ya que de los $120.000 millones disponible­s hay que destinar un monto para la población con discapacid­ad, adultos mayores, mujeres, infancia, adolescenc­ia y demás poblacione­s vulnerable­s de Cúcuta, así como para proyectos de inversión en malla vial, educación e infraestru­ctura, este año esta cartera logró una adición presupuest­al de $500 millones, con los que esperan seguir brindando ayuda humanitari­a a las víctimas del conflicto, incluso a quienes aún no han sido reconocida­s como tales.

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Las obras de mantenimie­nto del Centro Regional de Atención a Víctimas tuvieron un costo de $600 millones.
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/Fotos: Cortesía Elisa Montoya.
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