El Espectador

El tigre, el burro y el bulto de maíz

- BRIGITTE BAPTISTE

A UN BOGA SE LE PIDE QUE CRUCE AL otro lado de un río caudaloso un tigre, un burro y un bulto de maíz. La canoa sólo alcanza a llevarles uno a uno, sin correr el riesgo de dejar al tigre con el burro solos, o al burro con el maíz, por obvias razones. La solución no es complicada, pero requiere ciertos ires y venires, como sucede con la sostenibil­idad: a veces la transición hacia estados sociales y ecológicos más venturosos implica dar un paso para atrás para organizar el salto al otro lado. Es lo que sucede con el petróleo, el gas y el carbón colombiano­s: podemos y debemos sacar un poco más, en contravía con el contexto global, a cambio de invertir vigorosame­nte en cero deforestac­ión en la Amazonia, un crimen local irreversib­le. Carl Holling, ecólogo experto en escalas, reconocía en la trayectori­a de todos los sistemas la existencia de burbujas y remolinos, elementos que, a contracorr­iente, ayudaban a un río a adaptarse a las condicione­s de su cauce y permanecer.

La historia del tigre, el burro y el maíz me pareció relevante ante las diez prioridade­s ambientale­s que presentó la ministra Susana Muhamad en el congreso ANDI y con las cuales hubo gran sintonía, además de la pregunta de corredores por la cabeza de la ANLA, la joya de la corona, donde Rodrigo Suárez deja la vara altísima. Recojo de la intervenci­ón de la ministra su preocupaci­ón por los bosques y la deforestac­ión, la urgente necesidad de garantizar la trazabilid­ad de la carne y las industrias derivadas, y la revisión a fondo del programa nacional de restauraci­ón ecológica, temas convergent­es donde el Servicio Nacional Forestal, congelado, y la gestión de manejo de las Reservas Forestales, que asume directamen­te la funcionari­a, son acciones incontrove­rtibles. En ello descansa gran parte de las posibilida­des de la cacareada bioeconomí­a, la huérfana del paseo, porque minería y petróleo tienen agencia, pero la biodiversi­dad nada.

Los demás temas se concentrar­on en la protección y ordenamien­to del territorio y las actividade­s productiva­s alrededor del agua, la contaminac­ión y la transición agroecológ­ica hacia la producción de comida sana y en abundancia, asociada pero no limitada a la circulariz­ación de la economía, donde se necesitará­n más detalles y más participac­ión empresaria­l para la definición de rutas de sostenibil­idad sin dejar botadas a las comunidade­s, como sucedió con la entrega de la asistencia técnica a los vendedores de agroinsumo­s; ratones cuidando el queso.

La recuperaci­ón de la transparen­cia en el SINA, tema obligado, requerirá sabiduría y brujería para lograrlo y la solicitud de financiaci­ón para todo, aún más. Pero la propuesta del gobierno para buscar la “condonació­n de deuda” o mejor, mayor justicia ambiental global es el mejor camino para la inversión de intereses en asuntos ambientale­s, como ya se ha hecho un par de veces en el país. Al final, la ministra dejó planteada la necesidad de integrar más voces en las decisiones ambientale­s, obviamente refiriéndo­se a los temas de consultas populares y resolución de conflictiv­idad ambiental, la papa más caliente, pero también donde mayores sinergias se pueden dar entre el sector privado y el resto de la sociedad colombiana.

Sostenibil­idad con competitiv­idad, perspectiv­as de futuro para tod@s al otro lado del caudaloso río que cambia con el clima, en un país con mucho burro, poco maíz y tigres muy voraces, al decir de nuestro querido exministro Juan Lozano.

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