El Espectador

Verdadera y falsa democracia

- AUGUSTO TRUJILLO MUÑOZ

LA CONSTITUCI­ÓN DE 1886 FUE PROclamada el 5 de agosto por el presidente encargado, José María Campo Serrano, aunque sus grandes inspirador­es fueron Rafael Núñez y Miguel Antonio Caro. Un año antes se había sucedido —en el municipio de El Banco (Magdalena)— la Batalla de la Humareda, la cual le permitió a Núñez anticipar sus bien conocidos propósitos políticos en una célebre frase: “La Constituci­ón de Rionegro ha dejado de existir”.

Aquella Carta Política fue inspirada por el Partido Nacional, de Núñez y de Caro, a contrapelo del liberalism­o radical y de un sector del conservati­smo. Uno de los colombiano­s que con mayor seriedad intelectua­l se opusieron al proyecto de Núñez y de Caro fue el jurista Rafael Rocha Gutiérrez, a quien su coterráneo Fabio Lozano Torrijos comparaba con Murillo Toro y con Rojas Garrido, con Francisco Eustaquio Álvarez y con Patrocinio Cuéllar, en fin, con los más ilustres hijos del Tolima Grande durante el siglo XIX.

La Constituci­ón del 86 fue reformada en varias ocasiones, pero siempre en términos que pudieran convertir lo que inicialmen­te fue una Constituci­ón de partido en una Constituci­ón nacional. Incluso tuvo reformas pensadas para insertar al país en el universo de su tiempo. Eso significar­on las reformas de 1910, inspirada por Carlos E. Restrepo y Nicolás Esguerra; de 1936, inspirada por Alfonso López y el maestro Echandía; de 1968, impulsada por el presidente Carlos Leras Restrepo, y de 1986, inducida por el presidente Belisario Betancur.

Rocha Gutiérrez formuló propuestas lúcidas y concretas que debería el país debatir hoy. Defendió una auténtica democracia constituci­onal y denunció la estructura personalis­ta del poder en Colombia. Propuso la alternació­n de los partidos en el poder y pidió aplicar una democracia de consenso. La república no es el gobierno de un hombre, escribió en 1885, ni de una facción, ni de un partido político, sino el gobierno de todos sin exclusione­s. Solo así se pueden garantizar la paz interior y el orden público.

Rocha vivió en Suiza y estudió su modelo de gobierno. Escribió en París su libro La verdadera y la falsa democracia pensando en Colombia. Reclamó para su patria la necesidad de alternar los partidos en el poder y sugirió fórmulas que luego recogió el jurista Nicolás Esguerra en su condición de presidente de la Academia Colombiana de Jurisprude­ncia. Allí hunde su raíz la Unión Republican­a, que en 1910 reformó la Constituci­ón y abonó la semilla de una vocación civil, gracias a la cual sigue vigente el Estado de derecho.

Para Rocha, la verdadera democracia significa inclusión, lo cual desestima la idea que hemos comprado aquí según la cual el gobierno necesita de la oposición para que la democracia funcione. Una sociedad plural demanda una democracia de consenso. En tales sociedades el esquema gobierno-oposición resulta una impostura. El ejercicio exclusivo del gobierno por un solo partido o un solo individuo es causa eficiente de las discordias políticas y de los enfrentami­entos bélicos. En consecuenc­ia, plantea Rocha, la Rama Ejecutiva no debe estar dirigida por un solo jefe de Estado sino por varios simultánea­mente, como lo están los máximos organismos de las demás ramas del poder.

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