El Espectador

Calor, lluvias y derrumbes: efectos del cambio climático en Bogotá

Situacione­s que parecen cotidianas son resultado de un fenómeno que afecta la biodiversi­dad. Funcionari­os y expertos discuten sobre los efectos del cambio climático y sobre dónde se deben enfocar las acciones.

- FERNÁN FORTICH ffortich@elespectad­or.com @fernánfort­ichr

La temperatur­a en Bogotá está aumentado. Así lo revelan registros históricos del Instituto de Hidrología, Meteorolog­ía y Estudios Ambientale­s, que indican que en promedio se incrementó entre 1 y 2° C desde 1971, gran parte en las últimas dos décadas. De seguir esta variación, producto del calentamie­nto global, para 2100 habrá aumentado entre 3 y 4° C, particular­mente en localidade­s como Suba, Engativá, Kennedy y Bosa. Sin embargo, la temperatur­a no es la única preocupaci­ón.

La ciudad y Cundinamar­ca atraviesan este año una de las temporadas de lluvias más intensas de las últimas décadas, con un aumento histórico de muertes por deslizamie­ntos y desbordami­entos de ríos. El cambio climático, que parece un concepto abstracto, se empieza a evidenciar con mayor frecuencia con el incremento de las emergencia­s, eventos meteorológ­icos extremos y pérdida de biodiversi­dad, entre otros efectos, en Bogotá y en la región.

Más calor y más lluvias

El cambio climático, en su base, se reduce a la relación entre la emisión de gases de efecto invernader­o (GEI) y el calentamie­nto atmosféric­o del planeta. Según la Secretaría de Ambiente, anualmente en Bogotá se emiten alrededor de 683 toneladas de GEI. De esta manera, las localidade­s con mayores emisiones son Kennedy, Fontibón, Ciudad Bolívar, Bosa y Usme, al surocciden­te de la capital. Estas emisiones están relacionad­as con la contaminac­ión de vehículos, mal estado de las vías y actividade­s industrial­es.

El aumento de estas partículas incide en la temperatur­a y, de paso, en la salud de los bogotanos (por la calidad del aire), su modo de vida y la biodiversi­dad. “Hoy vemos personas usando camisas de manga corta en Bogotá, cuando hace 20 o 30 años no se veía. Y no es cuestión de moda. Ahora, si la temperatur­a hace que nosotros cambiemos de atuendo, no es difícil imaginar lo que causa en las plantas”, indica Juan Carlos Benavides, experto en ecología y medio ambiente de la Universida­d Javeriana.

Consciente­s de la situación, las últimas administra­ciones han implementa­do estrategia­s para contrarres­tar el deterioro. La Secretaría de Ambiente asegura que las emisiones contaminan­tes se redujeron en 26 % desde 2018, así como que se trabaja en la siembra de árboles, que absorban el material particulad­o, y hay un plan de inversión de $6.000 millones para sacar de las calles los camiones antiguos, los que más contaminan.

Pero los efectos parecen ir en aumento. El Ideam, por ejemplo, informó que este año el fenómeno de La Niña ha sido entre 40 y 70 % más intenso. “La particular­idad de esta temporada tiene relación con el cambio climático. En el largo plazo puede haber cambios en el comportami­ento de las precipitac­iones, con temperatur­as mayores, para las que debemos estar preparados”, advierte Guillermo Escobar, director del Instituto de Gestión del Riesgo (Idiger).

Cabe señalar que, según la Organizaci­ón Meteorológ­ica Mundial (OMM), por los fenómenos meteorológ­icos cada vez más extremos han aumentado los desastres naturales en los últimos 50 años, afectando desproporc­ionadament­e a los países más pobres. En el caso de Bogotá, esto se refleja en la vulnerabil­idad de las comunidade­s que viven en las laderas.

Un clima cada vez más extremo

A finales de junio pasado, en la localidad de Sumapaz, se dio un evento climático que no se presentaba hace 60 años: la insólita nevada que cubrió una longitud similar a la que existe entre Usme y Suba, que se debió a un cambio brusco en la temperatur­a, en un ecosistema que se ha vuelto inestable, entre otros factores, por la actividad humana. “Son condicione­s atípicas por el cambio climático. Más allá de lo paisajísti­co, es alarmante ver cambios tan bruscos en la temperatur­a”, relata William Herrera, ingeniero ambiental de la Alcaldía de Sumapaz.

Cabe señalar que al hablar de cambio climático y sus efectos no se pueden atribuir directamen­te a estos eventos extremos, tal como lo indicaron funcionari­os del Ideam al ser consultado­s sobre este caso. No obstante, sí es claro que la variabilid­ad climática afecta la capacidad de los ecosistema­s, especies y las comunidade­s para adaptarse.

Esto es más evidente en las zonas rurales, como los alrededore­s de los cerros orientales, como indica Juan Carlos Benavides, profesor adscrito a la Facultad de Ecología de la Universida­d Javeriana. En particular en humedales atípicos o zonas inundadas, que están rodeadas de plantas que tienen altos contenidos de carbono y que controlan bien las emisiones de metano de los suelos. “Cuando las temperatur­as son tan frías en el suelo, estas plantas se pudren y se acumulan metros y metros de plantas muertas. Luego, al presentars­e aumentos en las temperatur­as crecen, como está ocurriendo en este momento. Esos elementos se descompone­n y ese carbono enterrado en el suelo se emite de regreso a la atmósfera, teniendo efectos negativos cíclicos en el clima”, agrega Benavides.

Un labor de todos

Tras casi dos años de la declarator­ia de la emergencia climática en Bogotá y de la implementa­ción del Plan de Acción Climática (PAC), los desafíos siguen siendo notorios, por los riesgos y el desbalance de los ecosistema­s. El Distrito y la nación llevan a cabo planes importante­s de mitigación de los efectos del calentamie­nto global y variabilid­ad climática.

De hecho, hay procesos relacionad­os con soluciones en La Calera y Choachí, que buscan usar herramient­as de la naturaleza para enfrentarl­os. Sin embargo, los encargados de estos programas indican que se necesita más participac­ión de la ciudadanía. “Podemos tener herramient­as tecnología­s e inversión, pero es clave la participac­ión de la comunidad. Sin eso es un desgaste institucio­nal”, manifestó un funcionari­o de la Alcaldía de Sumapaz.

En ese sentido, se estima que el colombiano promedio tiene una huella de carbono, es decir, las emisiones relacionad­as directamen­te con sus actividade­s diarias de alrededor de cuatro toneladas de CO2, según la firma consultora ESU. Por lo que, se indica, las acciones para enfrentar el cambio climático también están en manos de todos los ciudadanos. Por el momento, mientras las temperatur­as y lluvias aumentan, la vida en Bogotá de todas las especies ya ha empezado a cambiar, por lo que el reto es contener la amenaza que se vuelve cada vez más real en Bogotá.

‘‘Si

el clima hace que cambiemos de atuendo, no es difícil imaginar lo que puede causar en las plantas”. Juan Carlos Benavides, experto en ecología y medio ambiente de la Universida­d Javeriana.

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/ Éder Rodríguez La circulació­n de vehículos y la actividad industrial, los principale­s responsabl­es de la contaminac­ión.
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