Los baldíos que el Estado no recupera en la hacienda Bellacruz
La Agencia Nacioanl de Tierras tiene suspendida la recuperación de alrededor de 1.500 hectáreas en esa finca del Cesar, pese a una orden de la Corte Constitucional. Los campesinos que las reclaman, regados en varios municipios, están falleciendo.
Apenas el 31 de julio pasado, Benjamín Gómez* conmemoró el primer año de muerte de su hermano. Falleció en Bucaramanga, porque se contagió de covid-19 y como en los últimos años había estado pegado al cigarrillo por la desesperanza, los pulmones se le complicaron severamente. Ese día Benjamín, de 67 años, lo recordó. Y recordó, sobre todo, que no alcanzaron a cumplir una promesa: la de pasar su vejez en los baldíos de la hacienda Bellacruz, las tierras por las que pasaron toda su vida peleando.
A esa muerte se sumó hace seis meses, en febrero de este año, la de Avelino García, quien también falleció esperando volver a esas antiguas tierras del sur del Cesar.
Benjamín, quien prefiere resguardar su identidad, responde al otro lado de la línea desde el pueblo de Pelaya, a unos 10 minutos en moto de donde empieza la antigua hacienda. El predio se convirtió en uno de los casos más emblemáticos de despojo de tierras en el país, que hasta hoy sigue sin resolverse y que corresponde a una fracción de tierras que en su totalidad recoge alrededor de 22.000 hectáreas entre los municipios de Pelaya, La Gloria y Tamalameque. Un caso, además, que evidencia la dimensión del problema de los baldíos en el país, sobre el que recientemente se pronunció la Corte Constitucional, que aseguró que la falta de intervención del Estado devino en un lío de enormes proporciones.
Gómez formó parte de un grupo de 70 familias campesinas sin tierra que en 1986, en medio de las tomas de predios promovidas desde la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (Anuc), entraron a asentarse en zonas de la hacienda Bellacruz que reivindicaban como baldíos, pero que la familia Marulanda Ramírez reclamaba como su propiedad privada. Para ese momento habían pasado unas cuatro décadas desde que el caldense Alberto Marulanda Grillo llegó a esta zona del Cesar a comprar tierras, pero también -como ha documentado la comunidad y los colectivos de abogados que la acompañana apropiarse de otras echando cercas, con artilugios jurídicos y vías de hecho en contra de los colonos que ya estaban allí. Así, dentro de Bellacruz, la hacienda que fundó, habrían quedado baldíos de la nación.
Esa hacienda de Marulanda Grillo la heredaron sus hijos Carlos Arturo y Francisco Alberto, quienes embistieron con fuerza a la comunidad campesina que entró en 1986. “Ellos tenían un grupo de celadores bien grande, bien armados, acompañados de Ejército y Policía; nos desalojaban, nos rompían las ollas, nos quemaban los toldos, la ropa, los mercados los desbarataban; había días de dos y tres desalojos, hubo compañeros heridos y a muchos los llevaron presos”, cuenta hoy Benjamín.
Su relato lo respalda ahora un documento de 79 páginas, anexo al Informe Final de la Comisión de la Verdad, que detalló el despojo en la hacienda Bellacruz de la voz de los integrantes de la comunidad que salieron exiliados. Según la Comisión, del proceso de la hacienda salieron desde 1997 unas 37 personas hacia Bélgica, 22 adultas y 15 niños y niñas. En el exilio han nacido 21 hijos e hijas. El documento habla de al menos 102 desalojos forzados en esas tierras hasta 1990.
Pero el desplazamiento masivo de la comunidad campesina asentada en los predios de la hacienda se dio el 14 de febrero de 1996. Ese día los paramilitares del frente Héctor Julio Peinado entraron a la hacienda acompañados del administrador de los Marulanda, conocido como Caballito¸ y arremetieron contra los campesinos. Quemaron ranchos, destruyeron víveres, amenazaron a los labriegos y los azotaron con un látigo que tenía vainillas de fusil en sus tres puntas y que desgarraba la piel de los campesinos. Al látigo lo llamaban “Martín Moreno”: el que quita lo malo y deja lo bueno.
Los baldíos prometidos
La Agencia Nacional de Tierras (ANT) tiene en este momento suspendida la recuperación de siete predios baldíos identificados dentro de Bellacruz, pese a que la Corte Constitucional, en la Sentencia SU235 de 2016, le ordenó explícitamente recuperarlos. La orden se refiere a los predios Potosí, Caño Negro, Los Bajos, San Simón, Venecia, María Isidra y San Miguel, que suman en su conjunto unas 1.500 hectáreas, que son las que reclama la comunidad campesina para su adjudicación.
En respuesta enviada a este diario, la ANT explicó que congeló esa recuperación de baldíos con base en un auto de la Sección Tercera del Consejo de Estado, del 14 de agosto de 2019. Ese auto se produjo como resultado a una demanda de revisión que interpuso la empresa MR de Inversiones, dueña de la hacienda Bellacruz, junto a la Fiduciaria Davivienda, contra las resoluciones del extinto Incoder que declararon la indebida ocupación de los baldíos y determinaron la recuperación material de esos predios. El argumento de la empresa es que el Incoder había violado el debido proceso en el trámite que terminó en la expedición de esas resoluciones. El Consejo de Estado concedió en ese auto la medida cautelar que solicitaban los demandantes y suspendió los efectos de esas resoluciones de ese Instituto mientras resuelve de fondo el asunto.
La recuperación de los baldíos de Bellacruz tiene su origen en un proceso de clarificación de la propiedad que inició el entonces Incora en agosto de 1990, antes de que los paramilitares expulsaran a la comunidad a sangre y fuego. Como resultado de ese proceso, la entidad emitió la Resolución 1551 de 1994, en la que declaró que los siete predios mencionados anteriormente eran baldíos. Lo que seguía era la adjudicación de los predios a los campesinos, pero el proceso se rompió con el desplazamiento de febrero de 1996.
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febrero de 1996, los paramilitares entraron a la hacienda Bellacruz: quemaron ranchos, destruyeron víveres, amenazaron a los labriegos y los azotaron con un látigo que tenía vainillas de fusil en sus tres puntas.