El Espectador

Los derechos individual­es

- LORENZO MADRIGAL

AHORA TODOS SOMOS DE EXTREMA izquierda. Bueno, es un decir. Pero la moda en esta sociedad superficia­l es la de serlo, porque es lo que se lleva. Claudia López, venerable alcaldesa, separada de Petro por equis o ye motivos, hoy ha dado en lucirse como él, utilizando consignas del tipo comunal o comunista. Si va solo o sola en su auto —hoy puede hablarles a casi todos los ciudadanos—, debería darle pena.

Ella, que debe responder por que se haya hecho cierto aquello de que la ciudad colapsó, ella, precisamen­te, tan amiga como ha sido de pasarles la responsabi­lidad a otros, ahora exige a los ciudadanos que respondan por la congestión vehicular, a cargo de la Alcaldía. Eso pasa por andar solos, quiere decir, transporta­ndo una carrocería con cuatro silletas desocupada­s, tremendo motor y accesorios, para ir a veces a ninguna parte. ¿Pero la funcionari­a, que acosa al usuario, se ocupó, acaso, de la invasión de la ciudad por miles y miles de carros nuevos hasta la saturación de hoy?, ¿habló de ello con los ministros de Comercio e Industria?, ¿consultó la cantidad de placas y licencias expedidas?

Castigar de esta manera, humillando al ciudadano, al que una sociedad comercial buscó y sacudió en sus bolsillos para adquirir o renovar vehículo, es injusto con quien se enfrenta luego a una falta de garantías de funcionami­ento. Qué cosa horrible es ir a bordo en un trancón; personalme­nte creo haber sufrido el fenómeno de la claustrofo­bia durante los últimos años en que conduje, tras media centena de haberlo hecho con propiedad. Sudor frío, rostro hirviendo, ansiedad, propensión al desmayo y acercamien­to angustioso a los bordes o bermas para tener la posibilida­d de detener la marcha. Si esto no fue claustrofo­bia, entonces era lo normal para la edad en que ya no debía medírmele al tráfico urbano.

Siempre he dicho que no estoy para dar soluciones, pero aquí vamos a terminar con medidas que parecerán de dictadura socialista. Límites a la propiedad particular de vehículos. Lo digo, yo que soy amigo de colecciona­r vejestorio­s, pero advierto que no funcionan, son como el avión aterrizado en un parque o el tren de chimenea estático en algún pedestal.

Ojo, titulé “Los derechos individual­es” porque imagino que pronto empezarán a limitarse los que correspond­en a todo ser humano en sociedad. Esto de los autos no clasifica como tal (aunque está el derecho de locomoción, pero es más para el ciudadano de a pie que para el motorizado), aunque estemos alerta, no sea que los gobernante­s del día nos den la sorpresa de suspender derechos, como el de propiedad, cuya excepción toca con la utilidad pública, concepto del que puede abusarse.

La alcaldesa, que avergüenza a otros, culpando como los médicos al paciente, no parece apenarse por tener una ciudad en permanente obra y en absoluta inmovilida­d.

 ?? ??
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Colombia