Parar de producir petróleo y carbón
EN PRO DEL MEDIO AMbiente, el gobierno de un país decidió tomar una decisión radical pero necesaria para transicionar a una matriz energética sostenible: dar un plazo de 10 años para cerrar las plantas petroleras, carboneras y nucleares. Para dejar de producir gas, el país decide importar energía de un país vecino. Todo parece ir en orden, hasta que un choque de oferta y demanda en el mercado termina por suspender las importaciones de ese aliado estratégico, encarecer el precio de la electricidad para los consumidores y llegar al extremo de racionar el suministro de energía.
No hay que ir lejos de la agenda política del Gobierno actual para imaginarnos un escenario de tal magnitud. Lo curioso del caso es que el país en cuestión no es Colombia en 2030; fue Alemania en 2022. Después de prohibir sus operaciones, los alemanes han decidido prender las plantas nucleares y de carbón nuevamente. ¿Cómo pasó de ser bastión en la lucha contra el cambio climático a prender de nuevo plantas que contaminan el medio ambiente?
La Agencia Internacional de Energía todavía para 2030 prevé que el 87 % de la demanda va a ser suministrada por petróleo, gas y carbón. Es imposible con la tecnología actual generar una matriz energética que dependa 100 % de energías renovables. Todavía no hay país alguno que la tenga. Por el contrario, hay casos como Alemania y China que han tenido que cambiar sus políticas energéticas porque se han dado cuenta de que acelerar la transición por medio de dogmatismo ambientalista ha generado un desbalance que solo se puede resolver volviendo a aquellas energías catalogadas como “prohibidas” y “viejas”.
¿Cómo se sitúa Colombia ante esta situación? Considero que el Gobierno actual tiene aspiraciones demasiado ambiciosas para la tecnología que hay en el país en la actualidad. Estoy de acuerdo con acelerar licencias para explotación de gas, como lo ha hecho la actual ministra de Minas, extendiendo las reservas para más de seis años. Sin embargo, propuestas como depender de gas venezolano para suministrar energía a nuestra matriz son problemáticas. El día que Estados Unidos le ponga sanciones al país vecino y nos prohíba importar gas del Orinoco venezolano, nuestra dependencia nos podría salir muy cara. Estoy de acuerdo en acelerar la inversión en energías renovables. Sin embargo, no lo estoy con la ministra de Ambiente cuando decide oponerse a los proyectos piloto de fracking. Si bien hay estudios que han expuesto los daños ambientales de esta práctica, se deberían respetar los contratos en pie para asegurar que los científicos, y no los políticos, nos digan si es viable hacer fracking en Colombia o no. De nuevo, el mismo dogmatismo energético que llevó a Alemania a apagar prematuramente las minas de carbón puede llevar a Colombia a un desastre energético. Colombia tiene una oportunidad única de convertirse en productor marginal en un mercado internacional en el cual se va a volver más difícil generar proyectos de hidrocarburos en el futuro. No es fortuito que la última refinería de Estados Unidos fuera construida en 1977, cuando, en paralelo, Reficar fue modernizada en pleno siglo XXI. En vez de cerrarle la puerta a ser exportadores de petróleo, sería más estratégico aún suplir la falta de oferta que vendrá de políticas renovables en países desarrollados y desarrollar la infraestructura necesaria para las renovables. No sin mencionar las consecuencias indirectas que causaría la política energética actual: una fuga de capitales jamás antes vista.
Recordemos que los países desarrollados tienen el lujo de transicionar agresivamente a energías renovables porque ya han gozado de los beneficios de tener un sistema energético extractivista por años. Pedirles a los países en vías de desarrollo que generen crecimiento económico en paralelo a transicionar a energías renovables es como pedirle a un bebé que aprenda a caminar mientras entrena para una maratón. Está el caso de estudio de Sri Lanka, país al que el Banco Mundial recomendó reemplazar la producción de fertilizantes químicos por orgánicos, por lo cual está pagando un costo inconmensurable que terminó en un golpe de Estado, a tal punto que su presidente admitió que fue un error hacerlo.
Espero que el señor presidente no tenga que salir en 10 años a decir que nos equivocamos.