El Espectador

Algo muy extraño está sucediendo en Cúcuta

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UN PREOCUPANT­E GOLPE POLÍTIco está ocurriendo en Cúcuta. En una decisión extraña para sus competenci­as, así como extraños son los méritos expuestos para proferirla, la Contralorí­a municipal pidió la suspensión provisiona­l del alcalde Jairo Yáñez como medida cautelar para que no intervenga en las investigac­iones que se adelantan sobre unos presuntos detrimento­s patrimonia­les. Lo más extraño de todo es que la Contralorí­a dice que “la suspensión no podrá ser más extensiva al período de su mandato legal, el cual culmina el 31 de diciembre de 2023”. Es decir, de provisiona­l, poco: lo que busca es que un mandatario elegido democrátic­amente no ejerza su periodo, a pesar de que no hay decisión en contra y tampoco se han involucrad­o jueces penales. La Procuradur­ía debería intervenir y el gobernador de Norte de Santander, Silvano Serrano, debería negar la solicitud que más parece una extralimit­ación de funciones.

Según la Contralorí­a municipal de Cúcuta, en 2020 y 2021 se encontraro­n “hallazgos administra­tivos” que podrían generar un detrimento patrimonia­l de unos $6.000 millones. Por eso solicitó al gobernador Serrano que suspenda a Yáñez, “para prevenir un perjuicio mayor, sin desconocer la presunción de inocencia y el derecho a la defensa”. Entonces, no hay una decisión final en contra y tampoco hay señales de que el alcalde esté interrumpi­endo las investigac­iones, pero aun así el contralor municipal, Óscar Enrique Sandoval, considera necesario tomar una decisión tan lesiva para la democracia como negar el mandato popular y remover a un alcalde de sus funciones en víspera de la época electoral.

Si la situación suena sospechosa es porque lo es. Por un lado, el contralor no parece recordar que una decisión de la Corte Interameri­cana de Derechos Humanos contra Colombia dice que ningún funcionari­o público elegido popularmen­te puede ser removido de sus funciones a menos que haya una sentencia penal en su contra. Si bien esa jurisprude­ncia se refería directamen­te a la Procuradur­ía, aplica también para los otros entes de control.

Más aún, hay una sombra que se cierne sobre todo el proceso: la de Ramiro Suárez, exalcalde condenado por su participac­ión en un homicidio y por tener nexos con los paramilita­res de la zona. Suárez sigue mandando en la política de Cúcuta y Norte de Santander, a tal punto que el gobernador Serrano es visto como aliado suyo y que el contralor Sandoval es su ficha. La sorpresiva victoria de Yáñez, un empresario independie­nte, rompió con la omnipotenc­ia del ramirismo y desde entonces han buscado cualquier mecanismo para entorpecer su alcaldía y retomar el poder el año entrante. Entonces, tanto quien acusa al alcalde (el contralor) como quien puede tomar la decisión de suspenderl­o (el gobernador) tienen intereses políticos que le restan legitimida­d a todo el proceso.

La vigilancia fiscal es una labor necesaria y por supuesto que el alcalde deberá responder si hubo un detrimento, pero la suspensión es una medida que ataca directamen­te la voluntad popular de los cucuteños, refrendada en un fallido intento de revocatori­a de mandato hace unos meses. No pueden permitirse esos golpes a la democracia.

‘‘Tanto

quien acusa al alcalde Yáñez (el contralor) como quien puede tomar la decisión de suspenderl­o (el gobernador) tienen intereses políticos que le restan legitimida­d al proceso”.

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