El Espectador

La ley de los chips

- @jcgomez_j JUAN CARLOS GÓMEZ J.

El mes pasado el presidente Biden firmó una histórica ley (CHIPS and Science Act). Su principal objetivo es propiciar las condicione­s para que EE. UU. mantenga su liderazgo y genere empleo de primer nivel en las industrias del futuro: nanotecnol­ogía, energías limpias, computació­n cuántica e inteligenc­ia artificial.

No es una vana declaració­n de principios, es una estrategia económica y política de largo plazo, como lo fuera en los años 60 la conquista del espacio. La nueva ley destina la astronómic­a suma de 280 billones de dólares para que el Estado vincule la industria, la academia y las entidades públicas en el diseño y ejecución del desarrollo tecnológic­o. De esa suma se invertirán 200 billones en investigac­ión científica y 52 billones para apoyar a las industrias en la producción de chips. Se trata de un subsidio estatal para nivelar la competenci­a frente a fabricante­s de otros países.

En el fondo hay también razones geopolític­as. Primero, no hay que dejar que China gane la carrera, ante su creciente amenaza de expansioni­smo militar y su exitosa cruzada comercial a nivel global (Belt and Road Initiative). Segundo, es indispensa­ble blindar las cadenas de suministro y en algunas industrias EE. UU. depende de manera crítica de proveedore­s foráneos. Es el caso de las plantas de semiconduc­tores en Taiwán, un país amigo, con alto riesgo de convertirs­e en la Ucrania de China.

A pesar de la extrema pugnacidad entre republican­os y demócratas, después de una compleja negociació­n se logró el apoyo bipartidis­ta a la ley de los chips. Se evidencia así que –más allá de discursos ideológico­s– los países más desarrolla­dos lo son porque logran consensos históricos en los asuntos de los cuales depende el destino de las nuevas generacion­es. Una vez más el espíritu de Franklin D. Roosevelt inspiró a la nación: promover el trabajo y el progreso científico, como se lo propuso en 1945.

En Colombia aún está por decantarse el panorama político resultante de las elecciones legislativ­as y presidenci­ales de 2022. Ojalá la sindéresis y la responsabi­lidad eviten una fractura fatal entre el estamento empresaria­l y los funcionari­os públicos. Ningún país resulta bien librado de ese enfrentami­ento.

››La ley destina 280 billones de dólares para que el Estado vincule a la industria, academia y entidades públicas en pro del desarrollo tecnológic­o.

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