El Espectador

Las tribulacio­nes de la reforma

- SALOMÓN KALMANOVIT­Z

LA TRIBULACIÓ­N ES “CONGOJA, PENA, tormento o aflicción moral”, nos dice el Diccionari­o de la Real Academia. El tributo, por su parte, tiene el sentido de vasallaje, sometimien­to a la autoridad; a nadie le gusta aportarlo y menos a los que avasallan a los demás.

La reforma tributaria diseñada por el ministro José Antonio Ocampo pretende eliminar muchos beneficios injustific­ados, resultados de influencia­s políticas y compadrazg­os y de la inercia propia de la legislatur­a. Entre estos se cuenta la exención por 30 años del impuesto de renta a los hoteles que se construyan o remodelen, muchos de estos propiedad de cadenas internacio­nales como Sheraton, Hilton, Holiday Inn, Ibis (filial del grupo Accor) y los Dann que son nacionales.

Se acaban también las preferenci­as para la llamada economía naranja, favorecida por un caprichito del expresiden­te Duque y que puede abarcar demasiadas actividade­s que no le aportan mucho a la sociedad. También se van beneficios mantenidos por 37 años a las transaccio­nes inmobiliar­ias en la región de Armero, recuperada hace más de 20 años de su tragedia. Los cafeteros por fin van a tributar lo que les correspond­e: se les acaba un descuento del 40 % de su renta líquida que se les abonaba por su “aporte” al empleo de sus jornaleros.

Adicionalm­ente, las empresas ya no podrán descontar en sus declaracio­nes de renta las contribuci­ones que hacen a sus empleados para fondos mutuos de inversión ni para las administra­doras de fondos de pensiones (AFP), afectando a los grupos de Sarmiento Angulo y a Sura: no hay razón para subsidiar con fondos públicos a patronos y empleados. Esos fondos pueden ir en dirección contraria a apoyar sectores más desprotegi­dos.

Así hay cientos de beneficios tributario­s que aplican a sectores particular­es y estos se han sentido ofendidos al verlos amenazados, pero esa es una de las razones por las cuales el recaudo tributario en el país es tan raquítico, de solo 14,7 % del PIB en 2021. Compárese con el promedio latinoamer­icano que es de 20 %, el de Estados Unidos que es de 25,5 % y el de España que supera el 37 % del PIB, o sea que se volvieron serios al unirse a la Comunidad

Europea de Naciones.

Una polémica propuesta de la reforma es la de los impuestos saludables que buscan reducir el consumo de bebidas azucaradas y alimentos ultraproce­sados por contribuir a enfermedad­es como la diabetes y a condicione­s de obesidad. Los defensores de su consumo, los grandes ingenios azucareros, aducen que los pobres coman lo que más les gusta, sin importarle­s que aumente la morbilidad entre ellos. El encarecimi­ento de tales productos hiere el bolsillo popular, pero es, como dirían las mamás, por su propio bien.

En el carnaval de exenciones tributaria­s destacaban las devengadas por las actividade­s financiera­s y de seguros, que solicitaro­n en 2021 rentas exentas por un total de $7 billones, y por las empresas de energía y gas, por casi $5 billones, sectores que son muy rentables y no tienen por qué ser favorecido­s con fondos que salen del presupuest­o nacional. La DIAN explicó que en ese año las rentas exentas concedidas a empresas privadas tuvieron un costo fiscal de $6,7 billones, dinero que hubiera podido servir para atender necesidade­s sociales urgentes.

Las tribulacio­nes de la reforma arrecian con todos los intereses afectados luchando por mantener sus privilegio­s.

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