La receta de Petro
ESTAMOS EN LA ETAPA DE LA RECETA. Faltan dos: el tratamiento y la reacción del cuerpo al tratamiento.
La receta la escribe el médico una vez ha hecho el diagnóstico de la enfermedad. Gustavo Petro lleva décadas haciendo el diagnóstico de los problemas colombianos. En un país en que los políticos son más hombres de acción que estudiosos de los temas nacionales y mundiales, Petro descolló por su capacidad para encontrar explicaciones de fondo a las particularidades colombianas. Buena parte de su éxito político se debe a esa capacidad. Ha sido quizás el político que más ha cuestionado el pensamiento uribista que había logrado permear tanto la cultura política colombiana contemporánea. La concepción petrista de la sociedad es la más opuesta a la uribista basada en la desconfianza en el Estado, el rechazo a los cambios sociales, la ortodoxia económica neoliberal y, sobre todo, la fe en la autoridad como única fuente de progreso.
La receta petrista se basa en reemplazar los valores retardatarios que han detenido los cambios durante los últimos 20 años (excepto durante el paréntesis del gobierno Santos) por unos que consideran que el problema es el miedo al cambio y que la fuente del progreso son las reformas —especialmente de los modelos económico y de seguridad— y no la autoridad.
Durante las primeras semanas el Gobierno se ha enfocado exclusivamente en presentar la nueva receta y esa función ha estado en cabeza del presidente, porque, en ausencia de un partido político con un cuerpo de doctrina, la principal fuente programática es la cabeza de Gustavo Petro. Eso explica por qué hay tanta incertidumbre sobre lo que buscará realizar el Gobierno concretamente y sobre el desempeño de su equipo, aunque en campaña el presidente planteó la mayoría de sus iniciativas.
A pesar de los cambios tan grandes que plantea el nuevo Gobierno, ha sido sorprendente que las discusiones se han concentrado en aspectos puntuales y en anécdotas sobre supuestas salidas en falso de algunos ministros, y no hayan tenido un marco ideológico pugnaz. Quizás, porque la oposición está diezmada, en manos de políticos menores y de una retórica bolsonariana desgastada. También, porque desconcierta que Petro está actuando dentro del sistema y no ha acudido al populismo de corte andino que se anticipaba. Pero sobre todo, porque ha enfocado los cambios hacia políticas fracasadas que es difícil defender, como las relaciones con Venezuela, la lucha contra las drogas, la seguridad, la estructura tributaria.
Estamos entrando en la etapa crítica de aplicación de los remedios recetados, en la que importan mucho la dosis y los tiempos de administración. En el tema tributario el Gobierno plantea una dosis de $25 billones y los empresarios sostienen que el cuerpo solo resiste $8 billones. De esa negociación depende buena parte del rumbo del cuatrienio. No se conoce la dosis que recomienda el Gobierno en materia de drogas, de tierras, de hidrocarburos, etc.
Acertar en el diagnóstico es lo más importante, pero de la forma de aplicación del tratamiento depende en buena parte la reacción del cuerpo, que generalmente requiere ajustes. En el mundo complejo de hoy, el éxito final del líder está más en la ejecución adaptativa que en la misma visión. La visión es de Petro, ¿quién será su mano gestora?