El Espectador

Razones humanitari­as

- LORENZO MADRIGAL

Y ESTRATÉGIC­AS. SON ESTAS LAS QUE ha alegado el canciller Álvaro Leyva para justificar la ausencia de Colombia en la OEA, cuando se votaba a favor de la Carta Democrátic­a y en contra del Gobierno de Nicaragua, por violación a los derechos humanos y otras razones que allí quedaron expuestas.

Las razones humanitari­as son prioridad absoluta en cualquier circunstan­cia, en especial si son de vida o muerte. Las peticiones de la guerrilla, por ejemplo, en el horrendo caso de los diputados del Valle, han debido tenerse en cuenta (no tratándose de la destitució­n misma del Estado), aun siendo un chantaje infame de los plagiarios y que luego se arreglaran las cargas. No ocurrió así y las consecuenc­ias fueron el crimen inaudito que se cometió por quienes hoy gozan de franca amnistía.

No parece ser que en el caso Leyva ante la

OEA hubiera este tipo de justificac­ión, nadie estaba a punto de morir y anunciándo­lo, como los desesperad­os diputados. Y como razones estratégic­as podría pensarse que fueran las de mejorar las condicione­s para una negociació­n de límites marinos con las que nos tiene acobardado­s el país centroamer­icano, como si nos amenazara una tromba marina, llegando casi hasta Cartagena.

Hay de todos modos razones que permanecen ocultas con las que se está negando la verdadera causa de tan lamentable ausencia diplomátic­a, que por sí sola descalific­aría la gestión del ministro y del gobierno Petro en relaciones exteriores. En amigable interpreta­ción, diría que pudo ser un descuido, una ausencia casual del ministro y por lo tanto una desatenció­n a los asuntos de su despacho por irse a Cuba a negociar la paz, ahora cuando al membrete del ministerio a su cargo se le ha añadido: “Ministerio de Relaciones Exteriores y de la Paz”. Vaya.

Sería mejor pensar una cosa así y no lo que palmariame­nte quedó expuesto. Sólo Colombia y la propia Nicaragua salieron por la extrema izquierda, y otros países de la misma línea ya ni pertenecen a la organizaci­ón americana. Fue nuestro bautismo en esas aguas lustrales, prácticame­nte del comunismo, que no se puede mencionar con ese nombre para no ser macartista­s.

Todo va cogiendo ese sabor de revuelta atemperada. Hay toma de predios, hay revolcón indígena con la idea de que todo fue suyo cuando llegaron los españoles. Hay, de entonces, una larga historia de herencias lejanas y cercanas con nombres propios y hectáreas marcadas. El problemita de tierras quedó para la vicepresid­enta, enfrentada a reclamacio­nes en función de gobierno. Y qué decir de Alfonso Prada, gran señor de la ponderació­n y la burocracia, arengando a una marcha con sabor a lucha de clases, en presión al Congreso para que apruebe la tributaria. Dos veces, vaya.

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