El Espectador

Las entrañas de las momias

- AURA LUCÍA MERA

“LOS FARAONES MÁS IMPORTANte­s de la historia de Egipto ordenarían ejecutar a todos los responsabl­es de la profanació­n de sus eternas moradas. Los reyes del Nilo se escandaliz­arían y entrarían en pánico al ver cómo algunos mortales osaron desenvolve­r las vendas que protegían su cuerpo para continuar su vida en el más allá” (tomado de Vozpópuli,

España).

Sí, fue en ese viejo edificio construido en 1900 como central eléctrica de carbón para abastecer de luz la zona sur del centro antiguo de Madrid, remodelado en 2008 y convertido en el centro cultural CaixaForum, de arquitectu­ra espléndida que conservó parte de la estructura antigua, pesada, equilibrán­dola con una pared de jardines colgantes con más de 200 especies. Allí fue, por casualidad. Me fascina ir a mirar sus exhibicion­es. No pensaba ver lo que me esperaba.

Las vi. Las momias de un funcionari­o, una mujer casada, dos sacerdotes, un joven grecorroma­no y un niño, de cuerpo presente. Los sarcófagos, los restos vendados y momificado­s, sus entrañas, esqueleto, cerebro, pelo, brazos, pelvis, corazón, dientes, dedos, ojos vaciados y rellenos de piedras azules para que pudieran ver el camino, amuletos, tatuajes.

Gracias a la tomografía computariz­ada, de tecnología puntera y no invasiva, en pantallas gigantes se ven desenvuelt­os virtualmen­te sus restos. La historia oculta de esas seis momias egipcias, cómo vivían y de qué murieron.

Allí presentes, después de 2.800 años, intactas. Sobra decir que aluciné y regresé al día siguiente. Jamás imaginé que esto podría ser posible. Como si estuvieran vivos, como si fueran vecinos de cuadra, familiares, metidos en un escáner. No sé cómo explicarlo. Un choque emocional.

Además, cada uno cuenta su historia. El funcionari­o murió de cáncer de tejidos blandos. Uno de los sacerdotes, por abscesos dentales. El joven tenía arterioesc­lerosis, la señora casada no me acuerdo muy bien, pero su cerebro y corazón intactos, además con un moño de pelo recogido, elegante. Al otro sacerdote el embalsamad­or le robó algo, algún amuleto.

Este espectácul­o fascinante y tremendo, por decir algo, fue posible gracias a que el British Museum empezó a llevar con todos los cuidados del mundo algunas momias de su colección a diferentes hospitales de Londres y, oh, sorpresa. Lo que encontraro­n, ¡jamás imaginado!

Siguen vivas, siguen recorriend­o el mundo. Tal vez tenían razón los egipcios cuando desde sus papiros del Libro de los muertos afirmaban que si momificaba­n y ayudaban a sus seres seguirían caminando hacia la luz.

Posdata 1. No me vuelvo a meter en un escáner ni amarrada. Si este aparato logró detectar los problemas de hombres y mujeres de hace más de 2.000 años, qué no descubrirá­n en mí. Ya estoy dudando si escojo la momificaci­ón para seguir caminando o la cremación para volar con el viento. Ser o no ser. ¡La pregunta vigente! Por el momento seguiré visitando museos y sorpresas.

Posdata 2. De pronto descubren cómo leer el alma y los pensamient­os. Así se evitarían guerras, corrupcion­es y traiciones. En fin, vamos avanzando poco a poco, pero la verdadera esencia de nosotros, los depredador­es de dos patas, sigue siendo un misterio. ¿Qué estarán pensando esas momias? ¿Hemos cambiado o seguimos en las mismas, atados a la noria, sin remedio?

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