Congresistas que le dan pena a Colombia
UNA COSA ES EL ASOMBRO DOLOROSO de un país cuando constata que uno de sus senadores es un borracho insolente e impúdico, y otra cosa es que un partido de la mayor relevancia política le dé el aval y procure la elección, bajo su bandera, de un representante a la Cámara conectado —mediante sus relaciones familiares de primer, segundo y tercer grado— con lo peor del mundo criminal. Los dos congresistas, cuyo ejercicio en el Capitolio cumple apenas mes y medio, avergüenzan al país decente. No obstante, el alcoholismo confeso del senador Álex Flórez, si bien no se disculpa tan a la ligera por su condición de servidor público y de vocero de sus votantes, puede encontrar remedio en tratamientos. En cambio, el parentesco y la conducta delictiva de varias décadas de la familia del representante por el Centro Democrático Eduar (escrito así) Triana no se disuelven, como si fuera polvo en líquido, con la simple voluntad de él. Que el CD y el propio Uribe le den carta de garantía a Triana Rincón (ver web) para que ingrese a una corporación pública no solo es una irresponsabilidad con repercusiones sociales: es un acto supremo de inmoralidad.
Eduar Triana, el Centro Democrático que lo cobija y su anterior partido, Cambio Radical, se escudan en que no hay “delitos de sangre” en el Código Penal, una expresión confusa que debería sustituirse por “delitos de consanguinidad”. Sin embargo, hay casos de casos. El del representante Triana es uno de los más delicados por la abundancia y gravedad de los crímenes que la justicia de al menos dos países —este y el de Estados Unidos— les atribuyen y les han probado a su papá, su tío y su hermano.
Su papá, Horacio de Jesús Triana (rival de Víctor Carranza), fue detenido en 2016 y condenado después, como autor intelectual del asesinato de otro de sus rivales esmeralderos, Jesús Hernando Sánchez, quien murió a bala. En 2019, Triana padre fue extraditado a Estados Unidos acusado de conformar redes internacionales de narcotráfico. Fue condenado por la Corte Sur de la Florida. El tío del congresista, Pedro Rincón, alias Pedro Orejas, también esmeraldero de Boyacá, fue extraditado por delitos de narcotráfico. Fue condenado hace dos años, a 20 de prisión, después de aceptar sus culpas. Y el hermano del representante Triana, Yerson Istiben (escrito así), fue detenido en 2018 señalado de ser el líder de una banda de sicarios que cobra por la “seguridad” de los comerciantes de los Sanandresitos, así como de traficar estupefacientes, asesinar, desaparecer o secuestrar. Su captura tuvo ribetes de película de suspenso (ver web).
Hoy, Yerson Triana es sospechoso de ser uno de los determinadores de los cuatro asesinatos de las personas cuyos cuerpos fueron encontrados envueltos en bolsas plásticas en una camioneta, en la autopista Norte de Bogotá. Noticias Uno difundió la noticia sobre la vinculación del hermano del representante Eduar Triana a tan macabro crimen (ver web). El pasado se muerde la cola. El congresista reaccionó en un comunicado (ver web) en que afirma: “... he tenido que sortear diferentes obstáculos como injurias, calumnias, amenazas por parte de mis contradictores políticos que buscan desprestigiar públicamente mi buen nombre y el de mi familia”. Además, aconsejó a los medios que verifiquen “ese tipo de noticias que nuevamente ponen en riesgo el buen nombre de nuestra región”. Vaya manera de ignorar la realidad. Nadie puede decir que el congresista Triana haya cometido crímenes. Al menos, no ha sido ni investigado ni acusado de actos ilícitos. Pero tampoco nadie puede negar que hacerse elegir como representante a la Cámara de Colombia con tamaño prontuario familiar es, mínimo, una imprudencia. En todo caso, sí es un mensaje corruptor y una osadía antisocial, tanto del elegido como de su partido.